Cine

Cine: Traffic

Título original

Traffic

Año

2000

Duración

142 min.

Director

Steven Soderbergh

Guión

Stephen Gaghan

Fotografía

Steven Soderbergh

Reparto

Michael Douglas, Benicio Del Toro, Don Cheadle, Catherine Zeta-Jones, Dennis Quaid, Erika Christensen, Steven Bauer, Miguel Ferrer, Amy Irving, Luis Guzmán, Benjamin Bratt, Clifton Collins Jr., Topher Grace, Tomas Milian, Salma Hayek, Marisol Padilla Sánchez, Albert Finney, James Brolin, John Slattery, D.W. Moffett, Viola Davis, Michael Showers, Enrique Murciano

Productora

USA Films / Initial Entertainment Group

Traffic es la película que casi nadie quiere ver. Si vagas inconscientemente por el mundo en medio de tu vacío rutinario y tu único objetivo en la vida es mantener tu pequeña parcela de confort burgués, la pequeña ración de realidad televisiva que te ofrece el Telediario es más que suficiente para poder decirte a ti mismo ¡Oh, Dios mío! ¡Cómo está el mundo! y después darte la vuelta para ver qué hay hoy de comer. Ni necesitas ni quieres ver esta película, mejor una de tiros. Si por el contrario, te sientes comprometido con las necesidades del mundo, por muy pretenciosa que a los demás les suene una frase así, e intentas hacer algo para aliviar, aunque sea mínimamente, tanto dolor ajeno esparcido por todas partes, te advierto desde ya que ver esta película va a ser un auténtico desgarro en la conciencia. Impotencia y rabia es lo mínimo que vas a sentir, y si el problema te afecta de lleno, como a tanta gente, es posible incluso que verdadera desesperación.

Soderbergh, considerado el Otto Preminger del siglo XXI, ha querido convertirse en el documentalista de una realidad que no queremos reconocer: el avance imparable del problema de las drogas en todas las sociedades, desarrolladas o no, a todos los niveles. La película no carece de defectos, obviamente. Que los altos mandatarios fascistoides y corruptos sean sólo mexicanos y nunca estadounidenses, no deja de ser una americanada ingenua y patriotera; como también lo es esa fe inextinguible en el valor de la familia -será que no han visto American Beauty-, por la que un eficaz juez antidrogas deja su trabajo, y el beneficio que este supondría a millones de personas, para poderse dedicar mejor a compadecer los problemas de su hijita, rica, insatisfecha y drogadicta, y a la que desde el comienzo de la película tienes ganas de dar dos bofetones por estúpida.

Junto a estos, te encuentras a otros personajes contradictorios y de mucho peso. Entre el humilde policía de provincias, que se debate entre la honradez estéril y la corrupción bien remunerada, y la esposa de clase media que descubre que los negocios de su marido no son tan honrados como creía y que es capaz de organizar un asesinato para no perder sus privilegios, hay todo un universo de matices y comportamientos a los que Soderbergh enchufa su cámara desde todos los ángulos posibles, acercándonos con objetividad y buen hacer, a las múltiples facetas de un horripilante cristal de colores. Con una realización cámara en mano, muy experimental y expresiva, y una dirección de actores magistral -más de cien, entre los que destaca sin duda Benicio del Toro, soberbio-, Soderbergh nos acompaña por un laberinto hostil de conexiones casuales entre gerifaltes de la administración, capos de la droga, traficantes de poca monta, policías, matones, consumidores y víctimas colaterales, y en el que la droga es el único y terrible hilo conductor.

Quieras o no quieras, Traffic es una película que debería ver todo el mundo. Porque refugiarse en la indiferencia y negar los males del mundo -México y Colombia están tan lejos- ya no es un remedio. Porque el mal está a las puertas de los hogares de todos y dentro de los hogares de muchos. Demasiados. Somos nosotros mismos y son nuestros propios hijos y es nuestra incapacidad para transmitirles valores y esperanza, algo a lo que aferrarse con fuerza para escapar del pozo de inmundicia en el que muchos jóvenes han decidido hundirse conscientemente. Las drogas son la punta de iceberg, pero sólo la punta. Las drogas no son la causa sino la consecuencia final y muchas veces irreversible de esos males del mundo que preferimos ignorar y que ahogan a toda una generación desengañada y sumida en la pereza, las relaciones frustradas, la dependencia de las modas, las noches insomnes de movida, el alcoholismo galopante, la música estridente, la anorexia, la violencia, el fracaso escolar, el culto a la fealdad, la hipocresía de los adultos, la ausencia de ideales…

Ante esta película no puedes evitar creer lo que dice uno de los personajes de Traffic, que esta es una guerra perdida de antemano. Si es así, no quiero pensar en el medievo que se nos está echando encima. Viendo como casi no hay diferencia entre buenos y malos, como sólo hay intereses, pequeños o grandes, pero sólo intereses, bien podría ser que el siglo XXI haya iniciado en verdad un camino sin retorno y sin esperanza. Espero que no. Yo mientras tanto seguiré pecando de ingenuo, creyendo en la buena gente y defendiendo nobles ideales pasados de moda, con la esperanza puesta en un mundo futuro que de verdad espero que sea nuevo y mejor, aunque no lo merezcamos.

JC del Río

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