La columna es simbólicamente el soporte, el eje de la construcción y de sus diferentes niveles. Es como la piedra angular, cuyo movimiento puede amenazar todo el edificio, pues constituye el centro sobre el que se apoya y del que depende su estabilidad.
Para los celtas, la columna simbolizaba el eje del mundo, comparable al héroe que sostiene a sus compañeros como pilar del combate. Tiene también, desde muy antiguo, una connotación fálica como poder generador, erección natural de la piedra, simbolizada en el menhir.
Más tarde, en Grecia y Roma se ofrendaban solemnemente columnas para conmemorar acontecimientos importantes: eran el reconocimiento del hombre hacia la divinidad que los había protegido. También se hacían para divinizar a emperadores u otros hombres ilustres, asegurando así su inmortalidad con el recuerdo de su poderío en la tierra. En los Himnos Homéricos simboliza el poder de Dios, su soporte material.
Es también frontera de protección insuperable, límite superior infranqueable, más allá del cual el hombre no debe aventurarse, como ocurría con las famosas Columnas de Hércules. En las alegorías y símbolos gráficos, casi nunca aparece una columna sola, sino que son dos. Cuando están colocadas a los lados de un escudo, equivalen a los tenantes, fuerzas contrarias en equilibrio tensionado, y lo mismo si están sosteniendo un dintel. Los dos pilares o columnas simbolizan, cósmicamente, la eterna estabilidad, y su hueco la entrada a la eternidad. Aluden también al Templo de Salomón, imagen de la construcción absoluta esencial.
Las dos columnas son siempre de cualidad diferente, símbolo de la dualidad diferencial. El uno corresponde al principio masculino, afirmativo y evolutivo, y el dos al femenino, negativo o pasivo e involutivo. Por eso señala Saunier que las dos columnas que se alzan a la entrada de los templos, expresan particularmente las ideas de evolución e involución, del bien y del mal, como el árbol de la ciencia situado en el Paraíso.
En el Templo de Hércules en Tiro, una de las columnas era de oro y la otra de una piedra semipreciosa. En la tradición hebrea, las dos columnas del árbol sephirotal se denominan de la Misericordia y del Rigor, lo cual no deja de recordarnos el gancho y el látigo que portaban en sus manos los faraones egipcios con este mismo simbolismo de piedad y de disciplina para gobernar al pueblo.
Volviendo a la columna única, a veces tiene sentido de teofanía: es la revelación de Dios en la oscuridad, la columna de fuego que guía a los israelitas a través del desierto, como una iluminación divina en medio del caos. También pueden ser las almas que aman a Dios y que dejan filtrar su luz a través de ellas.
Vemos asimismo una correspondencia con nuestra columna vertebral, que se puede asimilar también al eje del mundo, como el cráneo a la imagen del cielo en la relación macrocosmos-microcosmos?. Es, en definitiva, el eje de lo sagrado.
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