Hoy es moda, en España, el hablar y leer sobre temas del esoterismo oriental. Uno de estos temas es “Kundalini”, palabra cuya fonética deriva del sánscrito, lenguaje milenario de los brahmanes, que fue sistematizado por Panini, célebre gramático, autor de la obra “Paniniyam”, escrita en forma de aforismos (Sûtras) en los alrededores de los siglos VI y V a. C.

Según las tradiciones más antiguas de los pueblos conocidos, el fuego, bajo sus muchas formas y dimensiones en las cuales se desarrolla, tiene carácter de sagrado y mágico. Desde el Agni védico, hasta el que alumbra la corona del Zohar; el Fylfot que ilumina la mano de Thor; el Ptah de los antiguos egipcios; el Hue-hue-teotl de los teotihuacanos de México, y la paloma del Espíritu Santo de los cristianos.

El fuego, como energía primera, no fue concebido tan sólo como el que arde visiblemente y quema nuestras manos, sino también en otras “densidades”, desde las más espirituales hasta los inmediatos elementos energéticos que rigen la forma de los cuerpos, como la ciencia actual ha podido comprobar con la cámara Kirlian y con otros instrumentos aún más actualizados.

Luego de un largo ciclo, hemos redescubierto lo que el hombre menos dotado, el de la Edad de Piedra, ya sabía cuando frotaba una piedra sobre otra y hacía saltar una chispa: el Fuego está en todas las cosas. Basta restregarse una mano con otra para sentir cómo aparece.

A este Fuego, en su forma más sutil y diamantina, le llamaron los indos “Kundalini”.

En el Macrocosmos o Universo, forma tríada con Prana y con Fohat; otras dos formas de la misma cosa. En el Microcosmos u Hombre, forma tríada con Ida y con Pingala, llamándose su camino o “caña de bambú”, Sushumna, que es a su vez otra forma del Fuego. Ida y Pingala se levantan desde el cóccix hasta ambos orificios nasales, y Sushumna llega hasta el occipucio, tal como se ha querido representar en la figura adjunta. Estas energías entrecruzadas fueron representadas desde siempre en varas y bastones de mando, y caduceos mágicos como el de Hermes, que reproducimos, coronado por una esfera y con alas a los costados.

Según estas antiguas tradiciones, el ser humano no tiene sólo órganos físicos, sino también otros constituidos por materia sutil y estructuras energéticas. Estas últimas son los llamados “chakras” o ruedas, de las cuales el lector aficionado al esoterismo suele conocer nada más que las 7 del Cuerpo pránico o energético. Siempre en este plano de vitalidad, el existente en la zona coxígea, recibe en sánscrito el nombre de Muladhara y en él duerme Kundalini, bajo forma serpentina. Su mansión es una pirámide triangular aunque vulgarmente y para mayor didáctica se habla de un “triángulo”.

Este triángulo está normalmente invertido con uno de sus vértices hacia abajo y una cara o lado hacia arriba. Es el doble simbolismo de la misma serpiente, que puede ser terrestre o celeste; ondulante túnel en el submundo o zigzagueante relámpago en el Cielo.

Esta serpiente hecha de Kundalini es una fuerza de la Naturaleza. No es buena ni mala en sí. Duerme a la espera de que las condiciones del hombre permitan, a través de su purificación, orientar el triángulo con su vértice hacia lo alto, para poder canalizarse a través de Sushumna y remontar, poco a poco, hasta la parte superior de la cabeza. Este fenómeno de ascesis interior ha sido representado con el peinado en forma de stupa del Buda, o con el disco dorado del Cristo y con la aureola que los pintores y escultores han representado en las cabezas de todos los santos y santas.

Desgraciadamente, la mala popularización de estas ideas en una humanidad aún no preparada, llena de ignorantes irreverentes y carcomida por los vicios y las pasiones, ha causado desastres en miles de jóvenes buscadores de la verdad. Estos desgraciados hacen esfuerzos verdaderamente diabólicos por “levantar kundalini” antes de haberse purificado y evolucionado lo suficiente, con lo cual la “serpiente dormida” suele proyectarse hacia abajo, llevándolos a la depravación sexual, a las drogas y a la violencia simulada de la llamada “no violencia”.

Para colmo de males, se han lanzado en los últimos años publicaciones que, recortando laminillas tibetanas de las que se venden en los aeropuertos de Asia, han inventado una serie de posiciones pseudo-mágicas para realizar el acto sexual como si fuese un acto sagrado y una herramienta eficaz para despertar Kundalini.

Infames intereses antiespiritualistas tampoco han dudado en la publicación masiva del Kama-Sutra, libro que ya no guarda más que ligeras semejanzas con su original hindú y al que se han agregado láminas que nunca tuvo. Kama, dios indo equivalente a nuestro Eros, fue muy sagrado para los antiguos, y como el Kami de los japoneses es la parte brillante y bella de la vida, pero desprovisto de toda pornografía y rebuscadas maneras de hacer el amor, que nada más que por lo incómodas, hacen reír a cualquier persona. “Sutra” significa “hilo” o “cordón” y también “aforismo y sentencia”. Obviamente, tal publicación ha llenado arcas de dinero.

Es asimismo grotesca la interpretación que estos aficionados a las ciencias ocultas, verdaderos aprendices de brujos, han dado a los muy sagrados mandalas tibetanos, en donde “Yab-Yum[1]” de algunas deidades y sus contrapartes femeninas, no son entendidos como símbolos, sino como modelos para aberraciones sexuales de todo tipo.

Sacrilegio e ignorancia se juntan como vampiros sobre los muchas veces bienintencionados lectores y practicantes de las ciencias ocultas que, en vez de conseguir la guía de un maestro de verdad y pureza, han tropezado con un librejo o un “gurú” de moda, que suele tener tanto de “gurú” (maestro) como tiene de rosas un cardo.

Es que esta querida España gusta marchar “a contrapelo” del resto del mundo; cuando las sectas hinduistas desaparecen de California o se hunden en procesos policiales; cuando los “Niños de Dios”, en Francia, abandonan sus arcaicos conceptos del amor libre para constituir familias y encauzar positivamente sus vidas; cuando los “Hare Krishna” de Londres se han convertido en un atractivo turístico más a la manera de “tunas” sin capotes de España, cunde y flagela a la juventud una tendencia morbosa de confundir el esoterismo (de cuya propia etimología se desprende la búsqueda recóndita y seria de una profundización y ahondamiento de la mística), con una mezcolanza de anarquismo y pornografía en la cual se trata de aprender en libros lo que cualquier perro sabe hacer con su pareja.

Este es un error peligroso.

Muchos terminan locos. No pocos se suicidan o parecen viejos desesperanzados a los 20 años de edad. Los más quedan de por vida desangelados y sin otra ilusión que sus desconciertos.

Habiendo leído libros y más libros sin calidad, la duda los corroe, la confusión obnubila sus mentes y acaban por no saber ya nada de nada. Y la felicidad no puede obtenerse contra natura. Una cosa es la investigación y vivencia de las grandes normas morales de la espiritualidad y muy otra el envilecimiento y la farsa.

Si no poseéis maestro verdadero que guíe vuestros pasos y pueda daros la flauta mágica, no pretendáis encantar serpientes. Y mucho menos la serpiente de Kundalini, pues quien intente manipularla sin CONOCER y sin VIVIR, será víctima de su veneno. Si ni siquiera conocéis las características de su cesta, no pongáis la mano dentro. Las leyes inexorables que rigen el universo no perdonan a los tontos, y ni siquiera a los audaces. Entendiendo que para ser médico o abogado en este mundo hacen falta veinte años de estudios y dedicación… ¿cómo pretendéis levantar la Piedra Azul[2] que recubre el secreto con cuatro lecturas de malos libros y conversaciones que acumulan ignorancia?

Tal vez pensáis que el esoterismo no es “elitista”… Os equivocáis: lo es, y mucho. Lo de “pocos serán los elegidos” del Evangelio cristiano, no fue dicho en vano. Y si aceptáis como cosa natural el que sean unos pocos “iniciados” en la ciencia del vuelo los que conducen un Jumbo 747, ¿por qué no aceptáis humildemente que pocos serán también los que manejen estas otras cosas misteriosas y plenas de peligros?

La filosofía os ofrece un camino seguro para el acercamiento a la causa de los seres y las cosas, un largo, disciplinado, pero seguro sendero de ascensión y no de derrumbe. Platón, que había sido iniciado en Egipto, afirmaba que para que un hombre se parezca a los dioses, tenía que dejar de parecerse a los animales. Todos los maestros de sabiduría recomiendan santidad y bondad como elementos previos a todo otro ejercicio espiritual. Orden en lo interior y en lo exterior. Un diamante no es más que un trozo de carbono armónicamente estratificado. Sin disciplina moral y material no hay luz que pase a través de nosotros.

¿No os gusta la receta? Entonces debéis preferir ser buenos trabajadores, buenos profesionales, buenos padres de familia, que más vale hacer bien las cosas normales que lanzarse a lo loco por la empinada senda que lleva al Secreto. Y si un día decidís ser algo más que personas corrientes, empezad por VIVIR un Ideal, CONOCIÉNDOLO previamente. El SER y EXISTIR como filósofos es la única puerta de vuestros sueños. Tenéis que percibir a Dios en la blanda nieve que cae y leer en los peplos de la Venus de Milo; en el canto simple de las aves y en los truenos sonoros de un Wagner; debéis llenar la mano del mendigo y detener la del criminal; saber besar las frentes antes que las bocas; llenar vuestras vidas con estudio, trabajo y reflexión, pues no hay drogas que reemplacen sus benéficos efectos.

Sed buenos; sed puros; sed fuertes… Buscad a Dios por encima de todas las cosas, de todas sus manifestaciones públicas y secretas; así, como lo sabéis desde niños… Lo demás se os dará por añadidura.

Jorge Ángel Livraga

 

Glosario:

Agni: El más antiguo de los dioses de India. Dícese que es anterior a los Vedas y que en su nombre se escribió el primero o Rig-Veda. Vâyu y Sûria son sus reflejos, como Rayo y como Sol. También llamado Tejas Tatva, es elemento fundamental de la Naturaleza. Se corresponde con la visión certera. Su color es el rojo. Como Agni-bahû es el “nacido de sí mismo”.

Fylfot: Arma mágica e ígnea. Svastika. Tenía el poder de golpear y volver a la mano de quien le arrojaba, como un boomerang. Es la planta o base de la pirámide cuadrangular, cuyas aristas forman sus brazos extendidos en la tercera dimensión.

Thor: Deidad escandinava cuyo nombre deriva de “tronar”. Hijo de Odín y Freya. Equivalente al Júpiter romano, se le consagraba el quinto día de la semana.

Ptah: Dios egipcio del fuego, en su más alta acepción. Su nombre significa “el que abre”; ya sea las puertas de la vida o de la muerte. Originalmente fue una deidad psicopómpica y reinaba en el Fuego Negro de la Oscuridad primordial. Es equivalente, en este aspecto, al Shiva hindú. Sus representaciones más tardías semejan un hombrecillo de grande y rapada cabeza, con las piernas torcidas como lenguas de fuego. Es asimismo la fuerza espiritual de las almas que las arranca de un cuerpo de carne y las hace resucitar en lo invisible antes de cumplir un nuevo ciclo de reencarnación; ciclo mecánico que los iniciados egipcios trataban de evitar para vivir en el Amen-ti, Tierra de Amén o Amón.

Hue-hue-teotl: Literalmente, “viejo-viejo dios”. Deidad antiquísima entre las civilizaciones precolombinas de México. En Teotihuacán (la “Ciudad en la cual los hombres se vuelven dioses”, más vulgarmente traducida como “la Ciudad de Dios”) se le representaba, hace dos milenios, como un viejecito arrugado, sentado con las piernas cruzadas o dobladas y con un gran brasero en la cabeza, que llevaba inscrito el “jeroglífico” del “cruce de caminos” o “nudo” que significaba la toma de una quinta forma de conciencia o “quinto Sol”.

Ida: Energía “pasiva”.

Pingala: Energía “activa”.

Sushumna: Energía regida por la voluntad que posee en sí ambas polaridades y ninguna. Sube desde el cóccix, rectamente hasta el occipucio o cisura interparietal, desde donde se derrama.

Stupa: Templo budista o jainista, generalmente coronado por una o más bóvedas.

Mandala: Diseño con intención mágica efectuado por los tibetanos. Cuando son pinturas sobre tela reciben también los nombres de Ku-t’ang y T’ang-ku. El nombre antiguo de las mismas es Ras-ri-mo o Ras-bris (diseño sobre algodón). Las cuadradas, que vulgarmente se ven en los museos de Occidente, están sobre brocado chino llamado T’ang-sgó (puerta o raíz de lo superior). Las varitas de arriba y abajo se llaman T’ang-shing. Originalmente se los protegía con un velo llamado Zal-k’eb.

 

NOTAS:

[1] Algunas deidades tibetanas son representadas con sus contrapartes femeninas y cuando la unión se hace íntima, se llaman Yab-yum o «Dios-Diosa». No son imágenes pornográficas, sino que representan el sacrificio de la unidad personal en bien de la Unidad Total.

[2] El lapislázuli, que en Egipto se relacionaba con el cielo nocturno estrellado.

Créditos de las imágenes: Reiki Nepal

JC del Río

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