Un día, el mulá Nasrudín vio una multitud reunida alrededor de un estanque. Un sacerdote con un enorme turbante en la cabeza se había caído al agua y pedía ayuda.
La gente se inclinaba y decía: “¡Dame la mano, reverendo! ¡Dame tu mano!” Pero el sacerdote no hacía caso al ofrecimiento de rescatarlo, y seguía luchando con el agua y pidiendo ayuda.
Finalmente, Nasrudín dio un paso al frente: “Déjenme encargarme de esto”. Extendió su mano hacia el sacerdote y le gritó: “¡Toma mi mano!, venerable”.
El sacerdote agarró la mano de Nasrudín y este lo sacó del estanque.
La gente, muy sorprendida, le preguntó a Nasrudín el secreto de su estrategia.
“Es muy sencillo”, respondió. “Sé que este avaro no le daría nada a nadie. Entonces, en lugar de decir ‘dame tu mano’, le dije ‘toma mi mano’ y, efectivamente, él la tomó”.
Créditos de las imágenes: Ludo Kuipers
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