Filosofía

Las 7 leyes de la naturaleza. Consejos de la Madre Tierra

Es muy atractivo recibir consejos de la Madre Tierra en esta celebración, porque no hay nada más maravilloso que establecer un diálogo con esta Madre que nos protege y nos alberga a todos.

Dar consejos es algo muy fácil. De manera natural nosotros mismos damos consejos todos los días a quienes tenemos delante, bien sea con buena voluntad o porque creyendo que lo sabemos todo, damos nuestra opinión a todo el mundo.

Insisto en que dar consejos es fácil, pero es mucho más difícil escuchar consejos, porque cada cual tiene su propia dosis de vanidad, y está convencido de que lo conoce casi todo, que está al margen de la ignorancia, y que nada nos pueden decir que ya no sepamos.

Pero este es un caso muy especial: queremos escuchar los consejos de la Tierra, y estos no se pueden escuchar de cualquier manera, sino que hay que poner en juego unos sentidos interiores, unos sentidos muy especiales, que no usamos habitualmente. No es tan fácil escuchar la voz de la Tierra, lo que ella nos dice a través de sus movimientos, a través de sus acciones y de sus reacciones. Hay algo en la Tierra que incluye un lenguaje implícito, y ha de ser importante, porque si no fuera así, no se le hubiera dedicado especialmente este día. Lo cual quiere decir que todavía nos queda mucho por aprender de nuestro propio planeta.

Desde siempre, todos los seres humanos se han sentido muy atraídos por los fenómenos del Universo en general, y muy en especial por los que se refieren al mundo en el que vivimos.

Muchos sabios de la antigüedad y del presente toman en cuenta la exactitud matemática que manifiesta la Tierra en sus expresiones de todo tipo. Y aun cuando esa exactitud se ve alterada mínimamente, la seguimos considerando como parte de su exactitud. Más allá de toda creencia religiosa, hay quienes han reflejado esta precisión en leyes matemáticas, y otros lo han expresado en motivos filosóficos.

Quiero referirme de manera muy especial a los elementos filosóficos que atañen a la Tierra, a su vida, a sus movimientos, a su exactitud. Y recordar que estas leyes filosóficas o expresadas de manera filosófica, provienen desde el antiguo Egipto, luego pasaron a través de la sabiduría de Grecia y de otras muchas civilizaciones, hasta que han llegado hasta el momento presente, constituyendo uno de los tantos tesoros de sabiduría a los que siempre podemos recurrir.

Palabras más, palabras menos, voy a mencionar estas leyes de manera general y después hablaré individualmente, de cada una de ellas.

Estas son las leyes de Unidad, de Iluminación, de Diferenciación, de Organización, de Causalidad, de Vitalidad y de Periodicidad.

  • Comienzo por la ley de Unidad. Es una ley que encontramos en todos los textos antiguos y que se refiere a una condición esencial: la Tierra es Una. En la Tierra apreciamos una unidad, a pesar de las divisiones que nosotros establecemos sobre ella. ¿Por qué es una? Porque es un ser vivo y por lo tanto constituye un organismo. Un organismo, naturalmente, puede estar constituido por partes, pero funciona como una unidad, y de esta ley lo que nos importa es esto mismo, que la Tierra es una y que está viva.

Con este mismo criterio, todos los seres que habitamos en la Tierra, ya sea desde los minerales, los vegetales, los animales y los humanos, formamos parte de esta unidad, sencillamente porque la Tierra es nuestra casa, nuestro receptáculo.

Creo sinceramente que mantener la unidad de la Tierra, y de todos los que vivimos en la Tierra, es una responsabilidad que corresponde a los humanos en nombre de su inteligencia. Esto es difícil pedírselo a los minerales, aunque tal vez, ellos lo hagan a su manera.  Es difícil pedírselo a vegetales y animales, aunque posiblemente, también ellos lo hagan a su manera. Pero para los seres humanos, es una auténtica responsabilidad.

Ahora bien, ¿qué hacemos o no hacemos para conseguir la unidad? Unidad, desde el punto de vista humano, no significa juntar a la gente gracias a que podemos compartir una opinión, una creencia, a que podamos reunirnos en un congreso, en una asamblea, en una manifestación. Eso, en realidad, es agrupar a la gente, pero no significa que haya unidad.

¿Estamos unidos en verdad? ¿Y estamos unidos con nuestro planeta? ¿O más bien hacemos prevalecer nuestros intereses? Y en el caso como el de ahora, en que le dedicamos a la Tierra un día entero… –¡qué pena, un día!, habiendo tantos en el año–, en un caso como este, ¿cuánto duran nuestras uniones con la Tierra? Muy poco tiempo, duran hasta que aparecen otras prioridades.

Tengamos en cuenta, e insisto, en que no es lo mismo, juntar a la gente, que trabajar por la unidad de la gente, porque según esta ley de unidad, hay que fundamentarse en elementos esenciales y no superficiales. Las agrupaciones, en general, son superficiales. Y la unidad es esencial. Y algo más importante, que deberíamos preguntarnos continuamente: ¿hay unidad dentro de nosotros mismos?, ¿o también en nuestro interior hay partes, que ni conocemos o que son irreconciliables entre ellas?

Estas son unas pocas cosas que puedo decir respecto a ley de Unidad, y el resto considero que forma parte de nuestras propias reflexiones. En el día de la Tierra le debemos un tributo de unidad.

  • Continúo con la ley de Iluminación. De acuerdo con esta ley, deberíamos ver todos los acontecimientos relacionados con la Tierra y las causas de estos acontecimientos, cada vez con mayor claridad. Que conste que no utilizo la palabra “iluminación” como una extraña iniciación, que de pronto nos abre los ojos a verdades aparentemente ocultas. No, estoy empleando la palabra “iluminación” como inteligencia; es una inteligencia indispensable para comprender el ser del planeta, su vida, sus acciones, sus reacciones; todo esto nos permitirá apoyar sus leyes, en lugar de contrariarlas continuamente, que parece ser lo que más nos gusta.

Hay un detalle que deberíamos tomar en cuenta: la Tierra gira sobre sí misma y siempre hay una parte de ella que está iluminada por el sol, y así deberíamos aprender a actuar, aprender que las penumbras son relativas. La luz debe disipar las sombras, independientemente de las horas del día, independientemente de la rotación de la Tierra. Tenemos que aprender a eliminar la oscuridad que hay a nuestro alrededor, y tal vez, por qué no, dentro de nosotros mismos.

La iluminación es permitir que el sol, sea a la hora del día que sea, nos esté ofreciendo brillo a nosotros, a todos los que están a nuestro alrededor y a la Tierra.

  • Tras la iluminación, paso a otra ley, que no es sencilla de explicar, que es la ley de Diferenciación. Este concepto se puede entender de diferentes maneras, y algunas no del todo correctas. Diferenciar no significa establecer diferencias, sino reconocer una cosa de otra, diferenciar una cosa de otra. No hay que separar, hay que reconocer, y una vez que reconocemos, como sabemos qué es cada cosa o qué es cada persona o qué es cada ser, nuestro deber es conjugarlos.

Lo mismo podemos decir de los seres que nos rodean tanto como de la Tierra. Cada región, cada trozo, cada continente, cada río, cada mar tienen sus propias características que los diferencian, pero también se pueden conjugar. Este es nuestro deber respecto a la Tierra; si la Tierra es una, aunque reconozcamos sus diferentes partes, lo importante es conjugarlas y no separarlas.

Esa posibilidad de diferenciar y aunar al mismo tiempo es lo que llamamos discernimiento o, con palabras más sencillas, sentido común, sensatez. En fin, según las tres leyes que ya hemos mencionado, nos referimos a una Tierra Una, sabiamente iluminada y eficazmente relacionada.

Es muy importante utilizar la fuerza de las semejanzas, y aprovechar también los espacios que establecen las diferencias. Las fuerzas de las semejanzas: ¡cuántas veces no hemos dicho, este paisaje me recuerda a aquel otro, que he visto en una oportunidad en otro país! ¿Por qué hacemos a veces hermanamientos entre una ciudad y otra de la Tierra; entre un país y otro de la Tierra? Porque hay semejanzas, y estas semejanzas tienen una gran fuerza; son semejanzas de hermandad. Pero también hay diferencias, hay espacios. Las diferencias no son cosas absolutamente disímiles unas de otras, son espacios, todos necesitamos espacio para poder respirar.

Nos podríamos preguntar si los espacios son destructivos, si estas diferencias, que llamamos espacios, pueden llegar a hacer daño a la Tierra y a la gente, y afirmamos que no. En una estructura como la Tierra, y aun en una estructura como la de los seres humanos, debe haber paredes, techos, columnas, pero es indispensable que haya espacios para vivir y para convivir. Si no hubiera espacios, ¿qué sería de nosotros?

Valga el mismo ejemplo para los eslabones de una cadena. ¿Quién no ha utilizado alguna vez una cadena o no ha visto una cadena? Es un ejemplo muy sencillo, y es muy agradable ver cómo un eslabón está relacionado con el otro eslabón. Hay un punto de semejanza, de unión y de fuerza, y hay un espacio en medio del eslabón; si no hubiera un espacio en todos los eslabones, no podríamos construir una cadena. ¿Dónde está la fuerza? En la unión. ¿Dónde está la vida? En el espacio para respirar.

  • Una nueva ley es la ley de Organización. Es evidente, que la organización interna de la Tierra no podemos cambiarla, ella se rige por sus propios ciclos de vida, y por sus propios estilos de vida.

Está visto que cuando la Tierra reacciona de una manera especial, los humanos, según nos veamos más o menos afectados, solemos llamar catástrofes a estas reacciones, y nunca se nos ha ocurrido pensar que estas reacciones pueden obedecer al estilo de vida del planeta. Esto no lo podemos cambiar; parece que podemos hacerlo, pero no es tan fácil.

Los humanos intervenimos en otro tipo de organización. Intervenimos en la corteza de la Tierra visible, intervenimos en las aguas, y trazamos límites, que varían de año en año, por los cuales se entablan terribles luchas.

Realmente, si nos interesa la historia y hemos visto cuántas veces han cambiado los límites geográficos y las distribuciones marítimas, nos daríamos cuenta de que no hacemos más que marcar cicatrices en la corteza de la Tierra. Ella es una con sus paisajes y con sus características, pero nosotros la organizamos según nos conviene.

Esto que le hacemos a la Tierra, no es organizarla. Estas diferencias geopolíticas, que tanto daño nos hacen, no organizan la Tierra. Alguna vez, he leído una definición que se me ha grabado en la memoria y que dice, más o menos, que en toda organización, en todo organismo, los componentes deben estar conjugados armónicamente con ritmo, y que todos los componentes deben apoyarse unos a otros.

Humanamente hablando, si no hay apoyo entre unos y otros, si no hay una conjugación rítmica entre unos y otros, la organización no funciona.

No es momento de utilizar ejemplos que en los días actuales tanto nos duelen a todos. No hace falta usar nombres propios, pero nos damos cuenta de que falta una conjugación rítmica entre los seres humanos, y por eso no hay organización.

No nos apoyamos unos a otros, o sí, nos apoyamos en momentos de emergencia, y ese apoyo desaparece en cuanto desaparece la emergencia. En realidad, lo que hacemos es empujarnos unos a otros: “Déjame este trozo de tierra que es mío; déjame este río que es mío; déjame esta parte del mar, que es mía” … Y así, nos vamos empujando en lugar de apoyarnos. Y así rompemos todo equilibrio, toda armonía.

Por otra parte, una organización –si es que queremos organizar a la Tierra y a los seres humanos que en ella vivimos– no puede ser rígida, tiene que ser elástica; es como un edificio antisísmico. Si construimos un edificio demasiado rígido, cualquier movimiento hace que en cualquier punto débil se produzca una ruptura y todo el edificio se venga abajo. Esto es lo que nos pasa a nosotros respecto a la Tierra: estamos generando demasiados puntos débiles. Es lo que nos pasa respecto a la humanidad: estamos creando demasiados puntos débiles. Cualquier impacto rompe el equilibrio, rompe la armonía. Si, en cambio, nos apoyamos unos a otros, se mantienen y se armonizan las individualidades, pero si nos empujamos unos a otros, se rompe el equilibrio y podemos llegar a la agresión, porque empujamos tanto que llega un momento en el que ya no hay una cadena, sino un nudo. Esto que quedaba tan bonito cuando veíamos un eslabón detrás del otro, es nada más que un montón de eslabones enredados, difíciles de deshacer.

  • Paso a continuación a la ley de Causalidad. Esta ley nos indica que todos los seres reaccionamos de acuerdo a causas y efectos, que son los que mueven nuestro Karma. Y empleo esta palabra, Karma, dando por hecho que todos saben de qué se trata, ya que tanto se utiliza últimamente en todos los niveles.

¿Qué quiere decir esto? Que la vida entera está concebida según causas y efectos. Una causa produce un efecto; este efecto, a su vez, se convierte en una causa, que va a seguir produciendo sus propios efectos, y continuamos con el ejemplo de la cadena.

Es evidente, que esta ley de causa y efecto existe en todo el universo, aunque no la podemos apreciar en todo el universo, porque por muchas naves espaciales que enviemos a un sitio y a otro, no somos capaces de comprobar de manera fehaciente qué es lo que está pasando en uno u otro rincón, pero sí lo podemos ver en las reacciones de la Tierra, estas que, como decía antes, solemos denominar “catástrofes”.

Una catástrofe es una reacción y lo que habría que preguntarse es cuáles fueron las causas que provocaron tales efectos, tales reacciones. Nosotros vemos la catástrofe, nunca pensamos en la causa. Más allá de los movimientos propios de la Tierra, es evidente que entre todos los seres humanos le hacemos mucho daño al planeta. Convencidos de que lo primero es nuestro beneficio, y que las consecuencias ya se arreglarán o no –pero como el “o no” le corresponde al futuro y no a uno mismo–, dejamos esta pesada carga a los que vendrán después.

  • Nos corresponde dedicar unas palabras a la ley de Vitalidad. Esta maravillosa ley señala que todas las partes del universo están vivas y en evolución constante. Claro que, para poder comprender esta ley, tenemos que aceptar previamente que no sólo los animales, los vegetales y los humanos son los que estamos vivos; todo en el universo está vivo. Y está vivo, no porque sí, sino porque sigue un camino de evolución constante. Marcha hacia adelante de manera constante.

La Tierra está viva y sigue su propio curso evolutivo, aunque no sea el mismo que el de los humanos, aunque no sea el que los humanos querríamos que fuera. Porque nosotros querríamos que la Tierra evolucionara de tal manera que siempre nos fuera práctica y útil, pero la Tierra tiene su propio modo de vida y hay que aprender a respetarlo.

La Tierra está viva y su vitalidad es flexible. Si la vitalidad de la Tierra fuera rígida, ni ella podría evolucionar; ni los seres humanos podríamos evolucionar, si nos sometiéramos a un sistema rígido. Un sistema rígido impide el crecimiento. Aunque nosotros le imponemos a la Tierra nuestros criterios y exigencias, bastante rígidos, por cierto.

Insisto en que, por desgracia, no nos interesa tanto que la Tierra evolucione como que nos resulte utilitaria. Esto revela una gran dosis de egoísmo que hay que subsanar cuanto antes. Deberíamos considerar a la Madre Tierra como un hermano más. ¡Qué digo un hermano, una Madre! La estamos llamando Madre Tierra.

Y no podemos ser egoístas con la Madre que nos proporciona todos los elementos para la vida. Para la vida de todos los que estamos habitando en ella, con ella.

  • Y unas pocas palabras sobre la última ley, que he denominado de Periodicidad.

Me refiero a periodos, periodos en el tiempo, que hacen que en el mundo todo desaparezca aparentemente, para volver a aparecer. Este principio o esta ley, nos señala que la vida se rige por periodos o por ciclos, como una espiral. Imaginemos una espiral que asciende de manera inclinada, subiendo progresivamente, y a medida que asciende se acerca cada vez más a su eje central.

Al hablar de una espiral, si sólo la imagináramos en un plano horizontal, la vida sería repetitiva; más que espiral, sería un círculo, que terminaríamos por excavar a tal punto, que nos hundiríamos dentro de él. Pero no, es una espiral que sube, asciende. Hay momentos en que parece que estamos más arriba, y hay momentos que parece que venimos hacia abajo, pero venimos hacia abajo para tomar impulso y volver a subir.

Esto es lo mismo que sucede con la Tierra. Ella tiene sus ciclos periódicos como una espiral, que presenta momentos de ascenso y de evolución evidentes, y momentos que a nosotros nos parecen de descenso o de decrecimiento.

Esta ley de periodos o de ciclos, incluye también un concepto extraordinario, y es la capacidad de resistencia, porque la naturaleza demuestra una gran integridad ante los aparentes desastres, y vuelve a recrear lo que parecía definitivamente destruido.

¿Nos parece poco todo lo que le hemos hecho a la Tierra? Y sin embargo, ella responde en cada primavera, en cada verano, volviendo a resurgir. Tiene una enorme capacidad de resistencia. Y yo diría que tiene una enorme capacidad de resistencia a los humanos. Esto la hace más merecedora de nuestro respeto. Y lo que deberíamos hacer es ayudarla en su resistencia y en su reconstrucción, y tomar ejemplo de la sabiduría que nos proporciona. Ella no se deja caer, no se deja morir; cada año resucita.

Con estas sencillas leyes, que he mencionado brevemente, he tratado de escuchar las voces de la Tierra, los consejos de la Tierra. He descubierto que es muy hermoso dialogar con la Tierra, que es muy hermoso comprender las leyes que la sostienen y que le dan vida. Pero este es un diálogo que sólo podemos hacer a solas. A solas, entre nosotros y la Madre Tierra.

Una saludable generosidad hacia nuestro planeta nos hará más buenos, más fuertes, y más aptos para enfrentar todos los ciclos que han de venir, sabiendo que nosotros también formamos parte de ellos.

No hablemos nunca de la Tierra “y” nosotros, como si fuéramos cosas aparte. Hablemos de la Tierra “con” nosotros. Y aprenderemos que, juntos, vamos a establecer las más maravillosas de las conversaciones y aprenderemos a recibir los más extraordinarios de los consejos.

Tengamos todos, un feliz día de la Madre Tierra, y por qué no, un feliz año, y años, de la Madre Tierra.

Créditos de las imágenes: James Wheeler

JC del Río

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