En la actualidad, el término “tensión” ha sido vaciado de su significado profundo y ha sido deshumanizado.
El tema de la tensión se ha convertido en uno de los “tabúes” de nuestro tiempo y a él se asocian artificialmente concomitancias de violencias y reivindicaciones de tipo clasista y revanchista. Se habla de la distensión como de un bien y de la tensión como de un mal. Se entiende como tensión toda forma de guerra más o menos fría. La distensión ha sido entronizada. Se entiende la distensión como sinónimo de paz y de convivencia.
Así, se promueve, especialmente en la juventud, una distensión y un escapismo. El abuso de las drogas, de los tranquilizantes, de la distracción, del abandono a los instintos, de la contemplación estéril, de la música atonal u otros estilos de ruptura, de todas las formas del esnobismo, inclinan a los jóvenes a la irresponsabilidad, a la no participación activa en la sociedad y a creer que “vivir la vida” es dejarla escapar sin pena ni gloria. Ya existen adolescentes que se sienten viejos y se preguntan: ¿cuándo me moriré?, no como tema de inquietud metafísica, sino de puro aburrimiento.
Barbas descuidadas, cabellos enmarañados, ropas que fingen harapos, sandalias que dejan ver pies ennegrecidos voluntariamente por un intencionado desaseo, son los nuevos uniformes de estos mercenarios de la distensión. Sus movimientos son lánguidos, y sus miradas apagadas, como si de zombis se tratase. Tan sólo gritan frases prefabricadas cuando están en conjunto, pero individualmente han perdido el valor de expresar serenamente sus opiniones. “Informados” sobre Angola o Sudáfrica, jamás se preocupan de conocer al compañero de trabajo o universidad de manera desinteresada. No se les ve nunca dar una limosna a un pobre o ayudar a cruzar una calle a un anciano. Insensibles y deshumanizados viven su “distensión” individual en el mayor egoísmo, y huelen a vejez aunque tengan veinte años.
Se burlan de todo, pero carecen de sentido del humor; hablan de temas sexuales pero no saben amar; se rodean de posters de guerrilleros pero detestan y temen las armas. Es la “distensión” la “vida-juego” importada de las heces de los sistemas materialistas, marxistas o capitalistas. Antes que estudiar, se hace el “anticurso” y, previo a saber levantar una pared, se la pintarrajea con frases acuñadas por los servicios de inteligencia extranjeros.
Pero, así como una cuerda de violín distensionada no suena y una cadena sin tensión no arrastra nada, estos jóvenes son condenados al anonimato histórico, carentes de protagonismo, sin sueños propios, sin hazañas y con muchos fracasos. Y al que no vive así se le tilda de fascista, aunque jamás haya actuado en política ni sepa qué hizo o dejó de hacer Benito Mussolini. Es la psicología de los blandos de cuerpo y alma, de los que no conocen otra forma de “lucha” que la huelga de hambre, como las que hacen los animales en el zoológico cuando se sienten enfermos. La distensión los ha deshumanizado.
Urge recrear la tensión, pero no aquella que es la psicosis de la agresión, sino la otra, que tiene ribetes de heroicidad, la que se emplea para emprender grandes trabajos y rematar hazañas.
Una sana tensión debe fluir de la presencia y actos del joven que pretenda ser un hombre nuevo, una mujer nueva. La heroicidad, o sea, la capacidad de sacrificar la personalidad egoísta en aras de grandes empresas y el verticalizar la voluntad, se impone como camino ascendente y positivo.
Nueva Acrópolis ofrece una educación que reaviva la capacidad heroica que ha hecho a nuestros próceres construir naciones, ayudar a los débiles, combatir por causas nobles hasta la última gota de sangre. Un filósofo acropolitano es un joven tensionado, con vocación heroica, que no da la espalda a las dificultades ni le hace ascos al esfuerzo. Cada cual debe velar interiormente, en estado de alerta, para preservar su tensión espiritual, mental y física que le permita ser alguien en la vida y manar fuerza moral como un inagotable manantial, alegre y poderoso, siempre presto a calmar la sed de los necesitados en un mundo más descontaminado, más feliz y más noble.
Créditos de las imágenes: Noah Buscher
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