“Quien quiera superar la Inteligencia sin querer pasar por ella, se arriesga a caer infinitamente más bajo”.
Plotino
Aún hoy en nuestro mundo es muy difícil tratar el tema de la fe, la creencia o la verdad sin vernos afectados, inconscientemente, por los filtros intelectuales que hemos heredado de las religiones del Libro.
Una investigación basada en las fuentes clásicas y contemporáneas sobre los conceptos de verdad, fe y creencia, nos puede permitir discernir con eficacia las diferencias y eventuales convergencias entre la Filosofía, la Mística y la Religión, sin confundirlas.
Si bien la Religión y la Filosofía tienen preocupaciones comunes como la ontología y la moral, “hay una diferencia fundamental entre la ética filosófica y la de las religiones, que es la referencia a una voluntad sagrada, a una voluntad divina.” Esta diferencia procede de la existencia en la Religión de un principio de autoridad exterior. Por el contrario, el filósofo trata de comprender la verdad que le es propuesta y de constatarla en sí mismo para integrarla a través de una progresión de pensamiento y acción.
Para las religiones, la verdad es dogmática y absoluta. No se la puede refutar. Una verdad absoluta puede existir en este plano de la existencia. Para las filosofías, por el contrario, ninguna verdad absoluta puede existir en este plano. En consecuencia, no se puede hablar más que de verdades relativas, y de un acceso a lo verdadero por una ascensión progresiva, a través de la toma de conciencia de nuestra propia ignorancia.
Los filósofos antiguos habían descubierto también que, aunque no se llegase a una verdad, esta ascensión indica una experiencia de orden individual intransmisible, pues la vivencia puede tan sólo vivirse pero no transmitirse. En cambio, el método para que cada cual pueda tener acceso a ella por sus propios esfuerzos sí es transmisible.
No se puede llegar a la verdad ni por la moral, ni por recetas de verdades prefabricadas, ni por ritos. Es el enfoque sobre la verdad el que diferencia a la religión de la filosofía.
El estudio de los conceptos “fe” y “creencia” permite aclarar en qué se diferencian estas vías y cómo se establecen las bases de la filosofía y de la religión, pues una y otra nacen de y maneras de creer disímiles.
La fe de los antiguos difiere del concepto de fe elaborado por las religiones actuales y fundamentalmente por el Cristianismo en Occidente. La fides romana o la pistis griega son una prueba de confianza, una marca de lealtad, un pacto que fundamenta las relaciones morales y sociales. Es una virtud que no debe confundirse con la creencia religiosa.
El Cristianismo transformó la idea de la fe en una creencia fundada, en la fe dada a un testimonio (profetas, apóstoles). Pero la credibilidad de un testimonio depende de las pruebas que puedan confirmarlo o invalidarlo. El testimonio no exime de la prueba. Inversamente, la prueba tampoco reemplaza la función propia del testimonio. Sin pruebas no habría ciencia. La complementariedad entre la prueba y el testimonio está en el corazón de nuestra civilización. La distinción entre prueba y testimonio, razón y fe, forma parte de nuestra herencia cultural.
Como consecuencia de una desviación de la noción antigua de fe hacia la noción de fe-creencia-testimonio del Cristianismo, la fides antigua puede asimilarse actualmente con la noción de prueba-demostración, más cerca de la razón que de una creencia religiosa.
Se debe distinguir la fe-lealtad-prueba, fundamento de todo vínculo social y de las virtudes morales y cívicas que permiten las relaciones entre los hombres, de la fe-creencia-testimonio, que es más bien una lealtad (fidelidad) religiosa, dependiente no de las pruebas, sino del peso de la palabra y de la autoridad.
Una creencia está sometida a dos tipos de condiciones: las condiciones de verdad (la oposición entre lo verdadero y lo falso no depende de nosotros, sino de lo que existe independientemente de nosotros), y las condiciones de aceptación (la elección del “sí” o del “no” de nuestra fe sí depende de nosotros).
Mientras que la creencia es un asunto individual que depende de un juicio personal, la fe-confianza implica un reconocimiento recíproco entre las personas, entre el que da su palabra (o inspira confianza) y el que la recibe (o da su confianza). En efecto, la confianza es una relación. Esta relación puede orientarse en dos sentidos complementarios, activo o pasivo (tener confianza, ser fiable). En este sentido puede interferir en las condiciones de aceptación de una creencia, por ejemplo, otorgar confianza a un testigo sin verificar los hechos en sí.
La fe orienta la confianza, pero la orienta sobre la base de creencias que pueden ser verdaderas o falsas. Su valor de verdad depende de lo que existe, que puede eventualmente contradecir o refutar lo que pensamos. La confianza en Dios tiene como fundamento la autoridad de la revelación. La fe religiosa no es solamente confianza, sino también obediencia a la autoridad divina. Se establece a través de las relaciones de confianza-testimonio, sin que sea considerada necesaria una verificación de las pruebas.
La búsqueda filosófica no se detiene ante el “yo le creo” (de la fe religiosa), sino ante la verificación del “yo creo que” (fe-opinión), independiente de toda relación de confianza, puesto que se puede tener confianza en alguien que se puede equivocar con toda buena fe.
Creencia filosófica: creer que… Creencia religiosa: creer en…
“Creer en” significa “poner la confianza en”. Se refiere en general a una persona, una cualidad humana, una divinidad, una entidad genérica. “Tú crees en la ciencia, tú crees en ¿?, él cree en Dios”.
“Creer que” significa considerar real algo cuya existencia no ha sido aún demostrada.
Se comprende así que “creer en (la existencia de) algo” es quedarse en el exterior de la cosa, mientras que “creer que” es situarse en el interior, acceder al corazón, allí donde la confianza encuentra su alimento.
“No es la noción de Dios ni de sabiduría, ni de conocimiento, ni de lo verdadero, lo que permite distinguir la Filosofía de la Religión. El origen de la diferencia está en relación con el criterio de fe y de creencia. En efecto, el filósofo “cree que…”, es decir, supone, opina y busca pruebas de su fe a través de la experiencia y los hechos, y la religión “cree en…”, sin necesidad de comprobar la verdad de su creencia, puesto que tiene fe en los testimonios de aquellos que han recibido la revelación o a quienes se les ha transmitido una revelación o un dogma, y en su propia vivencia.
Por eso para los filósofos existe la fe-opinión-prueba, que lleva de la creencia al conocimiento-convicción, y en la religión se tiene la fe-creencia, que lleva conocimiento basado en el principio de una autoridad exterior.
Créditos de las imágenes: Pablo Rebolledo
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