Cuando hablamos del encuentro de Oriente y Occidente debemos considerar que se remonta a los períodos más antiguos de la Humanidad. No podríamos fijar la fecha ni siquiera aproximada acerca de cuándo comenzó este contacto. Teorías dignas de crédito sostienen que lo que llamamos invasiones seculares que luego se llamaron indoeuropeas, habrían venido desde la lejana India, o desde Japón o China. También existen teorías sobre la población del continente americano, que sugieren contactos entre Oriente y las culturas preincaicas en Perú, o con las antiguas culturas de México y América Central. Es la teoría del paso por el estrecho de Bering, y otras más antiguas y esotéricas que nos hablan de un continente sumergido en el Océano Pacífico, y de que a través de los restos de ese continente, las islas de Polinesia, Malasia y Micronesia, habrían bajado grupos asiáticos hasta América.
Sea como sea, lo que hoy entendemos como mundo occidental está fuertemente impregnado desde los tiempos más remotos por corrientes de tipo oriental. Dentro de las altas culturas podemos encontrar el nexo oriental en el Arte y en la Filosofía. Por ejemplo, en las islas Cíclades y en Creta, la influencia oriental está muy marcada, y en Grecia los Misterios Dionisíacos se caracterizaban por un fuerte estilo oriental. Recordemos que una de las formas de Dionisos, Baco, aparece en un carro tirado por tigres de Bengala, lo que revela su origen hindú.
También en Egipto y Asia Menor la influencia es enorme: aun en las creencias comunes, en la religión expandida en Occidente como el Cristianismo, no podemos negar los orígenes orientales. Ya sea el Antiguo Testamento hebreo, que retoma elementos babilonios y sirios, ya sea el Nuevo Testamento, donde encontramos el Apocalipsis de San Juan como una de las formas o estudios del Libro de los Números, de las transmutaciones, vemos que el pensamiento y el arte de Oriente están presentes.
Los símbolos de la religión egipcia pasaron en gran parte al área occidental. Sabemos que en la época romana existían los misterios de Isis y Osiris, con sus respectivos templos, y el dios Hermanubis era una combinación de Hermes y Anubis. Sabemos que elementos mesopotámicos como el mito de Gilgamesh y Enkidu, pasaron en Europa a conformar el viejo mito de Herakles, el héroe solar inmortal que lucha contra todos los elementos del cosmos convertido en una forma de superhombre capaz de redimir a la Humanidad agobiada por múltiples males.
En Grecia encontramos también la teoría del gran Vacío Primordial en el cual va a completarse todo el Universo. Los orientales concebían que el origen de todos los universos se debía a un espacio vacío en la materia Primordial, (en sánscrito “Punto Laya”) donde se van a formar los mundos, los universos.
Séneca, cuando se refiere a la vida de Nerón en Neápolis, cuenta que recibía visitas de unos filósofos de Extremo Oriente a los que llamaban gimnósofos. Es obvio que estos gimnósofos no eran otros que los primeros budistas que habían logrado llegar hasta Europa. Séneca se quejaba de esta influencia oriental que según él afeminaba a los hombres.
Oriente es muy viejo, y todos los pueblos viejos pasan por etapas de reblandecimiento. El exceso de filosofía, de espiritualidad y de misticismo pueden despegarnos de la realidad circundante y quitarnos la capacidad de trabajo y de agresividad que necesitamos para sobrevivir en un mundo que jamás ha sido bueno ni justo. Este proceso alcanzó también a la India. En la India primitiva no existían las cuatro castas que hoy conocemos, sino que eran solo tres. La corona eran los llamados chatryas, monjes guerreros gobernantes. El libro llamado Mahabharata, con su parte fundamental, el Bhagavad-Gita y Uttara-Gita, se refiere a ellos, y el gran héroe de esta obra es un guerrero. De esa época primitiva de guerreros va a quedar una estampa mucho más suave, filosófica, contemplativa, que denota un cierto cansancio ante el esfuerzo constante de la vida. Y esto alcanza también a Occidente de la época clásica relacionado con la India.
Hoy tenemos la seguridad de que Oriente y el Imperio romano estaban comunicados por viajeros, por la Ruta de la Seda que desde China llega a Europa y que es mucho más antigua de lo que se creía hasta hace poco. Se han encontrado monedas de la época de Nerón y de Trajano en excavaciones en el sur de la India, Dravidia. También constatamos que ciertos tejidos y sedas habían llegado a Europa por la Ruta de la Seda.
Existía un tipo de pólvora o explosivo que usaban los chinos hace milenios para hacer cohetes en sus festejos religiosos, y que llevaron a Roma en la época de Augusto como un obsequio. Este fue rechazado por los romanos por considerar que se podría utilizar como arma de guerra y que sería incontrolable. Estas influencias en el Imperio romano se acentúan aún más con su caída. En la época de Constantino y Juliano aparecen corrientes dentro del Imperio, como los neoplatónicos, en Alejandría o Pérgamo, que citan fuentes orientales: del Universo como un Macrobios o ser vivo gigantesco, la teoría del vacío, o la de los hálitos de la nariz de Brahma, el gran Dios Universal que expira por los dos orificios nasales aire caliente y aire frío, y con eso forma todas las cosas.
Encontramos en la toponimia europea ríos y lugares que tienen nombres sánscritos e incluso directamente hindúes. Por ejemplo, el río que nace en la famosa cueva de Covadonga, considerada sagrada desde la época druídica, que describe una caída de cerca de 30 metros y cae dentro de un lago, se llama Deva. Deva en sánscrito significa luminoso, de la raíz dev. Se llaman devas a los que en occidente se llamarían ángeles.
Con la caída del Imperio romano, el advenimiento de la Edad Media y la división entre el Imperio del Este y el del Oeste, en el Medioevo se interrumpen esos contactos directos con el Extremo Oriente. La psicología de la Edad Media Europea retrasa la influencia oriental.
A su vez, en Oriente también concurren fenómenos extraordinarios: por ejemplo, la caída de los emperadores budistas, que habían comenzado con Asoka en la India. Aparece la invasión musulmana, y más tarde la infiltración nórdica dentro de China, que va a ser coronada con una dinastía de tipo manchú. O sea que la Edad Media occidental no coincide con una Edad Media oriental pero sí con gran conmoción cultural, un gran movimiento invasor que rompe las conexiones pacíficas entre Oriente y Occidente.
A partir del Renacimiento empiezan a restablecerse contactos con Oriente. Egipto permanece tan ignorado que volvió a tomar el nombre griego, que significa “la tierra desconocida, la tierra del misterio, la tierra del secreto”. En la época de las Cruzadas, todos los occidentales que ven las pirámides creen que son graneros de la época de Abraham. El Renacimiento tiene una fuerte impronta grecorromana y un fuerte mensaje de tipo cristiano, y rechaza todo lo que es ajeno. Por ejemplo, cuando el arte helénico llega a la India, en vez de asimilar elementos que le son ajenos, se va a reflejar en una serie de modelos, como el arte de Gandhara en la India, de época budista temprana, donde aparecen técnicas y formas occidentales para representar al Buda, a las apsaras y a toda una serie de deidades.
Pero el Renacimiento pasa y otra vez se advierte la necesidad de buscar en Oriente algo nuevo, algo que necesitamos, y parece establecerse una balanza isostática entre Oriente y Occidente. Oriente siempre necesita de la técnica y de la fuerza vital occidental, y Occidente necesita de la parte místico religiosa de Oriente. Occidente tiene una tendencia a perder elementos místicos, incluso su propia iconografía. Entonces debe recurrir a Oriente para poder renovarse. Si os preguntase qué es el yoga o que es Kundalini, mucha gente me lo podría decir, pero si os preguntase qué es la cruz de fuego de los celtas, tal vez muchos no supieran responder, ni me pudiesen hablar del dios Murciélago de los mochicas, a pesar de que estamos en Perú.
Paradójicamente hay mucha más influencia en lo espiritual, en los psicológico y en lo religioso de la cultura oriental que de aquella otra que nos es propia, bien por nacimiento o por educación. A medida que Occidente va perdiendo esa potencia que demostró en el Renacimiento, surge una nueva ola de penetración psicológico-espiritual por parte de Oriente. Ya había comenzado con los viajes de Marco Polo o en las Cruzadas. Un detalle que tal vez se ignora es que la mayor parte de las obras de Aristóteles y Platón son traducciones de las lenguas mozárabes. Estos recogieron los antiguos libros y guardaron algunos originales griegos y latinos. En la época de las Cruzadas reaparecen en Occidente libros y elementos culturales perdidos desde la época de los druidas.
En los últimos siglos, filósofos y artistas fueron influidos por Oriente, como Schopenhauer, que había leído los Upanishads, y rescata una serie de elementos orientales. Todo el idealismo alemán, en general, va a estar impregnado por lo oriental. Incluso símbolos como la svástica, que si bien figura en todas las culturas del mundo, está representada desde los vasos más antiguos hasta las culturas más tardías, pues es un símbolo fundamental hindú, tanto la que gira hacia la izquierda como la que gira a la derecha. El mismo nombre svástica es sánscrito y significa cruz.
Obviamente, nuestro mundo mecanizado, consumista, y demasiado veloz, corrompe muchas veces elementos orientales. No es lo mismo un santón del siglo pasado que venía caminando o a caballo, que un gurú actual que toma el avión en Benarés y baja en Nueva York. Ese hombre que en la India daba conferencias junto al Ganges de manera gratuita, va a cobrar ahora entradas a sus conferencias en San Francisco, Los Ángeles, Filadelfia, siguiendo un modelo claramente occidental, y en este caso negativo.
Desde hace un siglo, Oriente exporta algo que a Occidente le viene faltando. No es una novedad para ninguno de nosotros que Occidente está en crisis, en actitud de búsqueda. Hemos llegado a la alienación de hacer una apoteosis de nuestro propio desconcierto, pretendiendo que estemos buscando eternamente, eternamente en cambio y en desarrollo. Esto solo demuestra que no tenemos nada preciso en nuestras manos. Si estamos conduciendo un coche, no nos bajamos y tomamos otro porque sí, porque el que tiene algo útil y provechoso, lo utiliza y no lo cambia.
Occidente, en el momento actual, basa todo su desarrollo en lo material y económico, y está falto de fundamentos básicos espirituales, en lo referente a la vivencia de valores superiores. Hay idealistas, como en todas partes, sociedades espirituales y grupos minoritarios, pero en general la gente carece de fe, de finalidad, de sentido de la justicia. India, a excepción de las grandes ciudades, que son iguales en todo el mundo, es muy diferente: la gente tiene fe y sabe o cree saber de dónde viene y a dónde va. Son muy pobres materialmente, en general. Los mendigos forman multitudes delante de los templos. Sin embargo, tienen una gran seguridad interior, y actúan sin temer a la muerte, pues creen que, en cierto modo, la muerte no existe. Según su teoría del Karma, todas las cosas tienen su causa, y un efecto, y todos somos el resultado de nuestras encarnaciones anteriores.
La vigencia de Oriente en Occidente es grande y fuerte en la juventud, pero debemos tener la sabiduría de seleccionar los elementos que van llegando para adaptarlos a nuestra propia necesidad. No podemos darnos el lujo de asumir una actitud contemplativa y quedarnos sentados eternamente en meditación. Si bien hay elementos útiles dentro de todas estas corrientes filosóficas y religiosas orientales, hemos de hacer una selección natural que nos permita conservar las estructuras positivas de nuestro mundo occidental. El mensaje y la religiosidad de Oriente no son diferentes, en esencia, de todo lo que fue y es religiosidad en Occidente. Lo diferente son las características externas.
En Nueva Acrópolis hay una cátedra que es Fenomenología Teología o Religiones Comparadas, en la que se estudian las distintas religiones que ha habido en la historia de la Humanidad. A través de este estudio serio, no basado en un sistema de fe sino de investigación, podemos constatar que todas las religiones son idénticas en el fondo. Las religiones son adaptaciones históricas, geográficas y aún geopolíticas de un mismo tipo de conocimiento, de sentir, de necesidad mística y externa. Muchas veces vemos a un oriental en padmasana y pensamos: “¡Qué mantras estará pronunciando! ¡Qué fórmulas mágicas!”. Si conociésemos un poco el hindi, sabríamos que lo que está pronunciando no tiene por qué ser básicamente diferente del Padrenuestro, y que sus conceptos, si bien están más desarrollados, pues hace miles de años que trabajan con formas religiosas muy elaboradas, en su esencia no son diferentes de los conceptos de las demás religiones. Hay algunas religiones más agresivas, pero cuando se estudian a fondo, cuando se llega a interpretar sus textos, se ve el auténtico significado de la ciudad Celeste que promete Mahoma, y vemos que no hay gran diferencia con el Devakan oriental; ni entre el Krishna del Bhagavad Gita y el Cristo de los Evangelios. Las enseñanzas son prácticamente las mismas.
Más allá de toda relación formal, convendría un estudio profundo de todas estas creencias para una real interpretación y aprovechamiento de su mensaje. Porque hay una cosa que no podemos negar: en Occidente necesitamos esa influencia oriental, espiritual, sobre todo los más jóvenes. Hace falta algo que llene el aspecto místico, algo complejo y profundo que Oriente puede aportar. En India, por ejemplo, existen elaboraciones muy complejas, intelectuales, para explicar la constitución interna del hombre, así como de dónde venimos y a dónde vamos, y cómo es nuestra vida en lo invisible.
Curiosamente, en los últimos tiempos, las religiones occidentales ya casi no hablan de la vida después de la muerte. Generalmente los sermones hablan de problemas sociales y económicos. Sin embargo, todos necesitamos saber qué nos va a pasar tras la muerte.
Oriente llena esa necesidad mística. Abarca también la Parapsicología. Para los occidentales esta es una rama del saber muy nueva, reciente, basada en casos excepcionales. En cambio, para Oriente, esta parapsicología está dentro del concierto universal, como algo que todos los hombres tenemos en potencia, no como algo propio de un ser enfermo o loco. En Oriente los libros anuncian desde hace miles de años nuestros recientes descubrimientos sobre las bandas magnéticas alrededor de la Tierra, visibles desde las estaciones orbitales. Explican los cinturones que rodean el Ecuador y los Chakras terrestres, puntos de confluencia de energía. El concepto de átomo probablemente llegó a Grecia a través de la India. Las escuelas de tipo materialista –escuelas explicativas de la constitución de la materia- existían desde hace miles de años.
Podemos seguir bebiendo la sabiduría de Oriente. Lo fundamental es seleccionar los elementos para que no nos convirtamos en seres “contemplativos” en el peor sentido, sino que podamos “contemplar” en el verdadero sentido: entrar en el templo del Universo, buscar la causa de las cosas, bucear en nuestro interior para ver de dónde venimos y a dónde vamos. Tratar de ser en cada momento mejores. Vale más un solo acto de generosidad diaria que conocer los Vedas de memoria.
Créditos de las imágenes: Anshuman Abhishek
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