Los sentimientos no son fruto de la casualidad. Si hemos aprendido en el plano físico que todos los objetos requieren un mantenimiento para subsistir, ¿cómo no habían de requerir mantenimiento los sentimientos para perdurar? Si se aceita una máquina, si se engrasa un automóvil, si se limpian los muebles y las ropas, ¿cómo no habrían de limpiarse y “aceitarse” los sentimientos? Si se alimenta un cuerpo para que no decaiga y enferme, ¿cómo no habrían de alimentarse los sentimientos?
Apenas unas gotas de tolerancia… Saber que las cosas que amamos no son perfectas, como, así mismo, no lo somos nosotros. Aceptar estas imperfecciones no permitiéndoles que destrocen nuestros sentidos. Pero limar, poco a poco, estas imperfecciones empezando por nosotros mismos, y siguiendo luego por las cosas que amamos.
Los sentimientos se mantienen puros cuando, como en todos los órdenes de la vida, no admitimos mezclas en ellos. Así como nadie arrojaría un claro diamante en medio del barro, no podemos permitirnos el lujo de estropear nuestros sentimientos elevados, y más o menos duraderos, enfangándolos con las dudas, el rencor, la malicia, la ira, la desidia…
Cuando los sentimientos se desvían -cuando se mezclan, caen, se envilecen, se atrofian o se agigantan como un cáncer- estamos frente a peligrosos procesos de desnaturalización. Muchas veces lo que llamamos “locura”, no es otra cosa que un total desajuste con respecto a la riquísima Naturaleza donde todo cabe mientras no salgamos de sus leyes.
Aquí ya no podemos referirnos a sentimientos: Lo que fue fina planta en manos de cuidadoso jardinero, es ahora seca rama de espinas que daña a quien la toca; es flor carnicera que carcome cuanto a ella se acerca… Es pasión descontrolada, es deseo morboso, es obsesión fija y desmedida, es giro incontrolado que ya no encuentra su centro circular…
Ciertamente, como todas las cosas vivas, pero de nosotros depende su duración. Si nos aceptamos a nosotros mismos tal y como somos, pero exigimos de los demás -y de todas las cosas en general- una perfección absoluta, hemos decretado la muerte de nuestros sentimientos. Si los demás deben comprendernos, pero nosotros no a ellos, somos incapaces de sentir. Si sólo sabemos pedir, pero no entendemos de dar, no hay sentimiento posible.
No temas: nada muere. Todo se transforma. De tu aparente apatía, de tu tierra seca del invierno aparecerá un nuevo brote de amor o de odio, y volverás a jugar con las piedras preciosas de tus sentimientos, aunque no sepas reconocerlas como tales…
Delia Steinberg Guzmán.
Créditos de las imágenes: Golden-Surprise
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Me ayudara a ser mejor y hacer un mundo mejor.
Me conmueve la capacidad de expresar y compartir algo tan dificil por su invisibilidad y al mismo tiempo tan importante para la vida del ser humano. Solo puedo dar las gracias.
El egocentrismo es como el arma que auto destruye a la persona. Es necesario mirar las cosas con otros ojos, cambiar en constantemente de apoco orientar nuestro camino.
Muchas veces nos frustramos por no poder comprenderlo inmediatamente pero cómo podemos apresurar a nuestro instinto si nunca vio más aya de lo físico propio?