El hombre, Saint-Exupéry cree en ello con toda la fuerza de su alma. Cree en ello como el jardinero cree en el grano que confía a la tierra. Como un alquimista cree en su plomo. La vida es esta inmensa fragua en la cual el hombre debe formarse a la imagen de sus sueños. Es el Hombre, aquel que se hace, cesa de ser aquel que renuncia, que se somete. Es hombre aquel que permite el devenir, no lo es, aquel que encarcela.
Si el humano debe nacer a si mismo, el debe también nacer a los otros. Allí está su deber. Para Saint-Exupéry, vivir es unir, es crear lazos, es juntar los hombres despertándolos a su común destino. Es formar una sociedad justa donde el sentido de la humanidad se une con solidaridad.
Pero también, vivir es saber hundir sus raíces en la gran memoria y sentir el aliento de vida que proyecta la Humanidad hacia en el futuro. Es necesario unirse al ser y a los otros, pero más aún unir la Humanidad a su destino evolutivo. Pues eso es lo que da vida a una civilización.
Animado del aliento del espíritu, el hombre se construye y construye la Historia.
En 1926, Antonio de Saint-Exupéry se siente un poco estrecho en su vida de corredor o de empleado. El sabe que estos horizontes limitados no le permitirán expresar el potencial del cual se siente depositario. Su destino lo llama. Le responderá por la selección de una vida peligrosa y rica de descubrimiento. El humanismo de Saint-Exupéry reside probablemente en primer lugar en el reconocimiento que el humano encierra una esencia espiritual que el debe alcanzar. El humano no nace “completo”. Se construye cada día, mientras emprende la ascensión hacia el mismo. El hombre debe descubrirse, revelarse a sí mismo, “Ninguna circunstancia despierta en nosotros algo extraño del cual no tendríamos nada que sospechar. Vivir es nacer lentamente sería demasiado fácil adoptar almas ya realizadas”1 para Saint-Exupéry, la experiencia, cualquiera que ella sea, no es nunca una finalidad. Ella es un medio; es la herramienta que martilla al humano para hacer brotar lo mejor de lo humano mismo.
Es por esto que ninguna vía no es buena ni mala en si. Lo importante, es de partir a la conquista de la verdad, esencia pura con perfume de virtud. “Si esta religión, si esta cultura, si esta escala de valores, si esta forma de actividades y no otras, favorecen en él un gran señor que se ignoraba, es que esta escala de valores, esta cultura, esta forma de actividad, son la verdad del hombre.”2 La verdad es entonces esto que activa las cualidades latentes de lo humano, lo que permite nacer a la esencia.
Ahora bien lo que califica lo humano, es la nobleza, el corazón, la dignidad, el honor, la generosidad… El humanismo de Saint-Exupéry se expresa entonces por esta constante invitación, hasta la exhortación, a la elevación hacia la virtud, es decir la perfección. “La verdad, es el hombre que nacía en él cuando pasaba por los Andes… La verdad para el hombre es, lo que hace de él un hombre”3.
Nuestro autor sabe dialogar con la interioridad, y nos invita a ello como si fuera el reino de nuestra libertad. Pues la esencia no hay que buscarla en el “bosque de los sentidos” es decir en el zumbido de movimientos sin conciencia. “Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos” le dice el zorro al Principito. “El imperio del hombre es interior” nos confiesa otra vez Saint-Exupéry en Terre des Hommes.
La ascensión hacia si mismo es lo que hace de la vida una aventura. Ahora bien nadie ha escalado una montaña sin sentir, más allá del llamado del cielo inundante la cima, el grito de una tierra que quiere volver a tomarnos. Cualquiera que quiere emprender la ascensión hacia si mismo escoge la vía del desafío, de la dificultad y de la superación de si mismo.
El obstáculo es así entonces una gracia, porque es el fermento de la transmutación. “El hombre se descubre cuando se mide con el obstáculo”4. Saint-Exupéry sabe restituir al esfuerzo su corazón de nobleza.
Saint-Exupéry, en su estilo lleno de verdad, denuncia todo lo que aprisiona al ser humano. Si la vida es nacer a si mismo, lo contrario, es el no hacerlo, la inercia, lo pequeño, la bajeza, el renunciar, la resignación, el olvido, el adormecimiento, la sumisión al miedo…
Nuestro autor no se adhiere a una visión idealizante y positivista del progreso. Él constata el efecto devastador y paralizante de la mecanización del hombre y por eso se rebela ante ello. “Hoy día estoy profundamente triste- en profundidad. Estoy triste por mi generación que está vacía de toda substancia humana. Quien […] se encuentra hoy día en una acción estrictamente gregaria que no tiene más color. Odio mi época con todas mis fuerzas. El hombre muere de sed. ¡Ah! General hay sólo un problema, uno solo para el mundo. Devolver a los hombres una significación espiritual, inquietudes espirituales. Hacer llover sobre ellos alguna cosa que se parezca a un canto gregoriano”5 en Terre des Hommes, es la misma mirada penetrante que lleva Saint-Exupéry sobre sus contemporáneos: “Viejos burócratas, mi camarada aquí presente, nadie te ha hecho evadir y tu no eres responsable. Tú has construido tu paz a fuerza de cegar con cemento […] todas las salidas hacia la luz.
Tú enrollado en tu seguridad burguesa tus rutinas, tus ritos asfixiantes de tu vida provincial, tú has elevado esta humilde muralla contra viento y marea y las estrellas. […] y nuestro autor continua de ponernos en guardia contra el efecto anestesiante del confort, ya sea material o psicológico: “Trabajando solo para los bienes materiales, nosotros mismos construimos nuestra prisión” 6. Y nuestro tierno poeta se entristece imaginando el pálido futuro de esta joven muchacha vivaz, atrapada en las redes engañosas del pretendiente: “Le da su corazón que es un jardín salvaje, él que sólo le gusta los jardines cuidados. Y el imbécil lleva a la princesa a la esclavitud.”7.
El humanismo de Saint-Exupéry se expresa en la importancia que el confiere a la educación, en su verdadero sentido socrático. Educar es elevar al hombre a la cima de su potencial interior, es favorecer la emergencia del héroe del ser a las cualidades remarcables que se eleva por encima del instinto. Noble, es entonces el acto educador puesto que el participa de la creación. Saint-Exupéry se entristece entonces ante el fracaso de una sociedad que renuncia a educar, es decir que no suministra más el terreno favorable a la emergencia de la grandeza del hombre. Cuando el evoca a los hombres que han respondido a una vocación, sea a la llamada de su destino, Saint-Exupéry nos dice: “Esto que es admirable al inicio, es el terreno que los han fundado.”8 a veces, la chispa penetra la caparazón, después muere asfixiada y olvidada. “Pero falto de nuevas ocasiones, falto de terreno favorable, […] se volvieron a dormir sin haber creído en su propio grandor. Por cierto las vocaciones ayudan al hombre a liberarse: pero es igualmente necesario de liberar las vocaciones.”
Esta preocupación sincera hacia la educación se ve aún en estas palabras de Saint-Exupéry: “se aísla la rosa, se cultiva la rosa, se la favorece. Pero no hay ningún jardinero para los hombres. […] Lo que me atormenta, […] es un poco, en cada uno de los hombres. Mozart asesinado.”9 El humanista es aquel que se rebela ante todo el potencial mal gastado, abandonado como una semilla entregado a ella misma, sobre el altar de una visión materialista y desecante. “Es urgente que el hombre subsista y encuentre alrededor del él los medios de crecer.”10 hace falta pedagogos dignos de ese nombre, hace falta también un medio fértil que ofrezca una trascendencia. La grandeza del hombre solo puede ser activada por la flama del espíritu. Así concluye Terre des Hommes: “solo el espíritu, si sopla sobre la arcilla, puede crear al hombre.”
Si el humanismo de Saint-Exupéry se expresa por la búsqueda de la esencia, es decir por la unión del hombre con el mismo, no le es suficiente. Su amor por el ser humano sobrepasa al individuo y abraza a la especie humana entera. Nuestro autor sueña unir los hombres, de verlos colaborar, apoyarse, sufrir y maravillarse juntos. La aventura humana no merece de ser vivida si ella no es compartida. Esta visión hace eco al del genial Platón que veía en el ser humano un ser social, pudiendo cumplir su destino sólo en sociedad.
Esta prioridad acordada al ser humano es lo que da el relieve a todo lo que toca Saint-Exupéry. Así el trabajo no es una ocupación banal. Es un oficio.” La grandeza de un oficio es quizás ante todo unir los hombres. No es más que un lujo verdadero, que es aquel de las relaciones humanas.”11 Este enamorado de lo humano se deleita de toda relación intensa, profunda, autentica. Él exalta los valores como la solidaridad, el compartir y la amistad. Estos valores sagrados empapan toda la obra y la vida de nuestro autor, como testimonian los extractos siguientes de Terre des Hommes: “No se compra la amistad de Mermoz”, o aún “Viene la hora del peligro: nos apoyamos el uno al otro. Se descubre que se pertenece a la misma comunidad. Se crece por el descubrimiento de otras conciencias.”12
Pero para construir una colectividad armoniosa, es necesario reconocer nuestra esencia común. Lo que nos une pertenece a lo invisible, tensión hacia lo sagrado, búsqueda de la unidad. Saint-Exupéry lamenta la perdida de vista de este destino común, lo que desgarra a la humanidad en los estériles afrontamientos. “Ligados a nuestros hermanos por un objetivo común que se sitúa fuera de nosotros, entonces solamente respiramos y la experiencia nos muestra que amar no es contemplarse el uno al otro, pero contemplar en conjunto en la misma dirección. […] Todos, bajo las palabras contradictorias, expresamos los mismos alientos. Nos dividimos sobre los métodos que son los frutos de nuestros racionamientos, no sobre los objetivos: ellos son los mismos. […] El presidio reside ahí donde los golpes de pico son dados y no tienen ningún sentido, y no ligan a aquel que les da a la comunidad de hombres. Y nosotros queremos evadirnos del presidio”13.
Animado por la preocupación del prójimo y de objetivo común que da sentido y armonía a la comunidad, Saint-Exupéry hace un llamado a la responsabilidad de cada uno. “Su grandeza es de sentirse responsable. Él hace parte de esos grandes seres que aceptan cubrir los grandes horizontes de su follaje. […] Ser hombre, es precisamente ser responsable.”14, el dice de su amigo Guillaumet. Es responsable aquel que comprende la finalidad de la existencia y su rol en el universo. La responsabilidad es también condición esencial de la felicidad. Es imposible de abrirse sin ver donde nos dirigimos y como uno se integra en el más grande que si mismo.
Esta faceta del humanismo habita toda la obra de Saint-Exupéry. Así nos dice él en Terre des Hommes “Aquel que vigila modestamente algunas ovejas bajo las estrellas, si toma conciencia de su rol, se descubre más que un servidor. Es un centinela. Y cada centinela es responsable de todo el Imperio” Saint-Exupéry tendrá su testimonio de esta verdad por su propia vida, por el ejemplo de un ser conducido por el deber y no por la búsqueda de placeres egoístas. Nuestro autor coloca la responsabilidad por encima de todo, expresión suprema del amor.
El espíritu de don, la generosidad, el sentido de servicio han siempre animado a nuestro gran humanista. Saint-Exupéry sabía entregarse, sin medida, totalmente, en el nombre de ese amor sin fronteras que le habitaba. “Solo es fértil la gran colaboración del uno a través del otro… Dar es tirar un puente sobre el abismo de tu soledad… cuando tú das, tú recibes más de lo que das. Pues no eras nada y te haces.”15 No puede existir sociedad armoniosa sin este espíritu de sacrificio que el hombre de acción exaltaba sin cesar. Se encuentra rasgo en este mensaje impresionante de verdad que se dirige en diciembre 1941 a los jóvenes americanos: “Y bien esta construcción de un ser más basto que vosotros, que a su turno os enriquecerá de lo que existe, no hay más que un solo medio de fundarlo. Uno solo. Las más viejas religiones lo han descubierto mucho tiempo antes que nosotros. Es la base misma de todo espíritu religioso. De todo espíritu social. El es, si así lo desean, “la cosa” esencial. Y esa cosa la habíamos olvidado un poco desde el progreso material. Esta cosa es el sacrificio. Y por sacrificio yo no entiendo al renunciamiento a los bienes de la vida, ni la desesperación en la penitencia. Por sacrificio, yo entiendo el dar gratuito. El dar que no exige nada a cambio. No es lo que vosotros recibís lo que os funda. Es lo que vosotros dais, lo que vosotros dais a la comunidad funda la comunidad. Y la existencia de una comunidad enriquece vuestra propia sustancia.”
El humanismo de Saint-Exupéry sobrepasa al individuo y la colectividad. Se inscribe en una visión más vasta y trascendente que justifica estas dos primeras facetas. Visionario, nuestro filósofo sabe beber de la grande memoria de la humanidad y sentir el aliento de vida que nos proyecta en el futuro.
El humanista es como el árbol, símbolo que Saint-Exupéry amaba tanto, hundiendo sus raíces en el pasado, proyectando su tronco en el presente y desplegando sus ramas en un futuro fértil que tiende hacia el cielo. Para nuestro autor, es importante vivir cumpliendo el sentido del universo, de ahí la importancia de encontrar el SENTIDO. La humanidad es portadora del futuro solamente si sabe unirse a su destino evolutivo, solamente si se cuida de disolverse en el instante amnésico y ciego, solamente sabe inyectar lo durable y lo eterno en el presente. Esto es lo que funda una civilización. La consciencia que los hombres comparten el mismo destino –“¿Por qué odiarnos? Somos solidarios, llevados por el mismo planeta, equipaje de un mismo navío. Y si es bueno que civilizaciones se opongan para favorecer nuevas síntesis, es monstruoso que entre ellas se entre devoren.”16 – doblado de la conciencia de una dirección ascensional – Mi civilización, heredera de Dios, ha hecho de cada uno responsable de todos los hombres, y todos los hombres responsables de cada uno. Un individuo debe sacrificarse en la salvación de una colectividad, pero en este punto no se trata de una aritmética imbécil. Se trata del respecto del hombre a través del individuo… La libertad… es el clima de la ascensión del hombre. Es parecida a un viento favorable.”17
Aquí está la última responsabilidad del Humanismo. Perseguir el impulso de la evolución creadora. Mantener el orden del universo por actos heroicos.
Saint-Exupéry puso su existencia al servicio de esta visión profundamente humanista. Su vida y su obra son un himno permanente a lo humano en lo más noble que encierra: su capacidad de elevación hacia el espíritu. Como lo afirma el filósofo Jorge Ángel Livraga, “El valor de las palabras reside no en lo que contienen si no en lo que liberan.”
Aquí está el gran poder de las palabras de Saint-Exupéry chispas iluminadoras que brotan del fuego de la experiencia. Saint-Exupéry libera nuestra sed de superación, de grandeza moral y de verticalidad; nuestra sed de justicia y de armonía entre los hombres y nuestra sed de sentido y de trascendencia.
Ejemplo de humanismo integral, Saint-Exupéry tiende un puente hacia el futuro ofreciéndonos la imagen de un hombre nuevo y mejor. Un camino practicable por todos. Ahí está la grande generosidad de nuestro filósofo.
Por el aliento del espíritu que él propaga, Saint-Exupéry está aún vivo, y lo será eternamente.
Françoise Soria es directora de Nueva Acrópolis en Toronto – Canadá
1 Piloto de guerra
2 Tierra de hombres
3 Tierra de hombres
4 Tierra de hombres, introducción
5 Cartas al General X
6 Tierra de hombres
7 Tierra de hombres
8 Tierra de hombres
9 Tierra de hombres
10 Ciudadela
11 Tierra de hombres, pág. 35
12 Tierra de hombres, pág. 37
13 Tierra de hombres, pág. 170
14 Tierra de hombres, pág. 47
15 Ciudadela, pág. 60, 181 y 349
16 Tierra de hombres, pág. 175
17 Piloto de guerra, pág. 204.
Créditos de las imágenes: Ville Siliämaa
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