Cine

Cine: Harry Potter y la piedra filosofal

Título original

Harry Potter and the Sorcerer’s Stone

Año

2001

Duración

152 min.

Director

Chris Columbus

Guión

Steve Kloves (Novela: J.K. Rowling)

Música

John Williams

Fotografía

John Seale

Reparto

Daniel Radcliffe, Rupert Grint, Emma Watson, Robbie Coltrane, Richard Harris, Maggie Smith, Alan Rickman, Richard Griffiths, Tom Felton, Ian Hart, John Hurt, Harry Melling, John Cleese, Matthew Lewis, Warwick Davis, David Bradley, Fiona Shaw, Sean Biggerstaff, Devon Murray, Alfie Enoch, Zoë Wanamaker, James Phelps, Oliver Phelps, Julie Walters

Productora

Coproducción GB-USA; Warner Bros. Pictures / Heyday Films / 1492 Films / Duncan Hendersonn

 

Hablar sobre Harry Potter es adentrarnos, más que en el mundo del cine, en un auténtico fenómeno literario infantil. Probablemente no se ha visto nada parecido desde las aventuras de Guillermo o las andanzas detectivescas de Los Siete Secretos, ambas británicas también, por cierto. Harry Potter y la piedra filosofal, adaptación cinematográfica del famoso primer libro de J.K. Rowling, ha concentrado todos sus esfuerzos en reproducir visualmente el universo literario del personaje con toda fidelidad. Un mundo mágico donde niños especialmente dotados asisten a clases muy especiales en Hogwarts, un internado al más puro estilo victoriano, para aprender a ser magos y desarrollar adecuadamente sus poderes.

Todo es imaginación, imaginación y mucha más imaginación para recrear de nuevo el eterno enfrentamiento entre los poderes del bien y del mal. Y en la que los nobles sentimientos y los valores tradicionales, como la amistad, la valentía, la honradez y el sacrificio, vencerán a las fuerzas tenebrosas que han desviado su formación en la magia y hacen mal uso de sus poderes, buscando únicamente la satisfacción de sus propios intereses egoístas. Magos blancos y magos negros, en una lucha sin cuartel, una vez más.

Si al fantástico entorno de Hogwarts descrito por Rowling en sus libros no les falta un solo detalle, la reproducción que hace Chris Columbus en su película no se queda atrás. Una exquisita escenografía, arropada por la breve intervención de actores de primera magnitud, te introduce de lleno en un mundo imposible donde todo es posible: una calle comercial de magos, donde cualquier cosa está al alcance del bolsillo; una estación de ferrocarril en un universo paralelo; un castillo sobre un lago, con los techos transparentes para ver las estrellas; y una violenta competición deportiva, sólo apta para magos, a lomos de escobas voladoras.

Algunos autores, críticos literarios y cinematográficos, arremeten contra el éxito arrollador de la saga aduciendo que puede haber sido inesperado, pero en ningún caso el inocente y casual triunfo de una pobre desempleada que, ante la falta de perspectivas laborales, decidió escribir los cuentos que se inventaba para sus hijos, alcanzando así la fama y la fortuna, tal y como pretenden contarlo sus editores. Ni que decir tiene que J.K. Rowling ha pasado de estar desempleada a ser una de las mujeres más ricas del Reino Unido. Por el contrario, estos autores imaginan “una hábil destilación de mitologías pretéritas y futuras, combinadas al gusto contemporáneo”. “Un monstruo de Frankenstein cuyos jirones de carne han sido cosidos para gustar, sin que se noten demasiado las costuras”. Una operación de marketing, en suma, destinada no a explotar el éxito momentáneo de una moda pasajera, sino a algo mucho más ambicioso: el nacimiento de un nuevo mito que sin duda alcanzará en la pantalla la misma notoriedad que ha conseguido en los libros. En definitiva, una máquina de hacer dinero que nos va a garantizar Harry Potter para rato.

Algo de verdad hay en estas afirmaciones, yo no voy a negarlo. Pero puestos a manipular los gustos infantiles, prefiero mil veces que sea a base de imaginativas aventuras basadas en los valores tradicionales y las “mitologías pretéritas” que la humanidad viene repitiendo una y otra vez desde el comienzo de los tiempos, y no a costa de la explotación descarada de la fealdad, el morbo y la violencia que, excepción hecha de los acaramelamientos de Walt Disney, son la nota dominante en todas las producciones infantiles actuales: literarias, cinematográficas o televisivas. Es una cuestión de gustos… O de valores. Sembrar en los niños la esperanza de que en la vida hay algo más y de que deben de ser valientes para enfrentarse a sus propios miedos, puede ser algo muy positivo.

En cuanto a la realización, el empeño de la autora por sacar a Steven Spielberg del proyecto, para que este fuese un producto genuinamente británico, no sé si es de agradecer o no. El producto, de hecho, es genuinamente británico, no cabe duda, aunque tal vez no hubiera estado mal del todo darle un toquecillo americano a tanta flema inexpresiva, ideal para realizar películas históricas, pero poco adecuado para interpretar escenas de acción como las que esta película requiere. Pero, en fin, así son ellos.

En definitiva, se puede ver. Especialmente si uno tiene menos de doce años. Aunque no deja de ser cierto tampoco el famoso tópico de película para niños que no aburrirá a los mayores. Disfrútenla.

JC del Río

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