Una de las principales características del ser humano, como ser pensante, es su capacidad de soñar, de tener visiones lejanas y hacer proyectos audaces para el futuro. El ser humano, al contrario que los animales, dispone de imaginación y de un fuego interior que le permiten adelantarse al tiempo, trasladarse al futuro y soñarlo.
Normalmente, utilizamos tal capacidad para soñar algo mejor: sueños y proyectos para un futuro mejor, algo que tiene relación directa con los ideales. Nuestros sueños son nuestros ideales, los que somos capaces de imaginar como mejores para nuestra evolución, la nuestra y la del mundo, y para nuestra felicidad.
Todos los filósofos han hablado de la felicidad como principal objetivo de la evolución del ser humano. Puede que cada uno tenga distintos objetivos, distintos deseos, distintos sueños, pero todos los queremos para ser felices. ¿Quién no quiere serlo? La cuestión es: ¿qué se considera felicidad para el ser humano como ser pensante, más allá de sus preferencias personales?
La felicidad es claramente un concepto filosófico: es una sensación atemporal de plenitud, una sensación que viene cuando se cumplen nuestros más elevados ideales. Los ideales elevados son siempre espirituales, puesto que también es espiritual la más elevada naturaleza del ser humano, que lo distingue de los animales.
Ponernos como objetivos más elevados los profesionales, económicos, sociales y otros por el estilo –por no hablar de otros más materiales y banales– y satisfacerlos, no nos hará más felices, porque inmediatamente después querremos otros más altos. Tales objetivos y visiones se mueven en el plano inferior de las expectativas humanas y, por consiguiente, no conducen a la felicidad verdadera, la espiritual, allí donde se encuentra el límite superior de la sustancia humana.
Estas pequeñas reflexiones nos conducen a la conclusión de que la búsqueda espiritual, aquella que se hace con verdadero amor a la sabiduría y al conocimiento superior y los hallazgos que esta búsqueda conlleva, de manera que nos conduzca al profundo conocimiento de nosotros mismos y de nuestro mundo, es el verdadero camino para la plena felicidad, que se ajusta al ser humano como ser pensante superior.
La búsqueda espiritual o filosófica es, por tanto, la esencia de la naturaleza humana. Si entendemos esto mejor, todos los problemas podrían solucionarse mucho antes y más correctamente. La historia de la filosofía de todas las épocas nos lo demuestra de manera real… El tema es que lo pruebes tú también. Y no olvides que nunca es tarde para empezar un hermoso intento.
Jorge Alvarado Planas
Créditos de las imágenes: Egor Gribanov
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Entendí que la felicidad no es todo lo material ni honores y riquezas lo que el hombre posee pero así lo entienden algunas personas. La felicidad según Aristóteles debe consistir en la práctica de una vida acorde con la naturaleza racional del hombre; según Sócrates la felicidad es el conocimiento de sí mismo (sabiduría); y según Platón la felicidad plena se alcanza en una realidad ininteligible llamada mundo de ideas.
No es tan fácil ni tan difícil comprender que la felicidad no depende de lo que tienes de manera material en relación a lo económico y/o profesional; porque lo espiritual es el ideal del filosofo que lo ha descubierto y que sabe que nunca es tarde para buscarlo.
Estoy en la búsqueda espiritual o filosófica porque se que es lo que realmente me puede hacer feliz.
Gracias por este artículo.