Seguro que todos alguna vez nos hemos encontrado con algunas de las versiones del llamado “Triple Filtro de Sócrates”, extraído, creo, de alguna de las obras de Platón, y adaptado pedagógicamente. En él alguien va a decir al mejor filósofo de la Grecia de su tiempo algún comentario malicioso sobre algún ciudadano y… antes de que diga nada más, le pregunta Sócrates si lo que va a decir supera, en ese orden, la prueba o el filtro de:
La idea de filtro es muy adecuada, pues si pasa uno, ahora debe superar el siguiente y luego el último.
El texto que mencioné antes es del llamado Canon Pali, la primera recopilación de las enseñanzas del Buda y que forman el corpus doctrinario del budismo theravada. Más específicamente es del Majjhima Nikaya, uno de los 152 Discursos Medios dentro del Sutta Pitaka, donde hallamos también el más conocido y sublime Dhammapada.
El título de este Discurso Medio es el número 58, el Abhayarajakumara Sutta, o sea, el dedicado al príncipe Abhaya. Este, mal aconsejado por un brahmán celoso, intenta apañar al Bendito en un razonamiento cornudo, sea, en un dilema en que respondas sí o no, estás sentenciado. Evidentemente el Buda no cae en la trampa y advierte al príncipe, que rendido ante tanta sabiduría y bondad, se convierte en su discípulo.
El texto que es equivalente al “triple filtro de Sócrates” dice así:
“De este modo, un discurso que el Tathagata sabe que es falto de verdad, incorrecto y sin beneficio, y que no será oído y es desagradable a los otros: tal discurso el Tathagata no pronunciará. Un discurso que el Tathagata sabe que es veraz y correcto, pero que no trae ningún beneficio, y que además no es bienvenido y es desagradable a los otros, el Thatagata no pronunciará. Un discurso que el Tathagata sabe que es verdadero, apropiado y benéfico, pero que sin embargo no será bienvenido y es desagradable a los otros, el Tathagata sabe el momento de decir tales palabras. El discurso que el Tathagata sabe que no es verdad, que es inapropiado y que no es beneficioso, pero que es bienvenido y es agradable a los otros, tal discurso el Thatagata no dirá. Un discurso que el Tathagata sabe que dice la verdad y es correcto, pero sin beneficio, y que es bienvenido y agradable a los otros, tal discurso no dirá el Tathagata. Un discurso que el Tathagata sabe que es verdadero, correcto y beneficioso, y que será bienvenido y agradable a los otros: el Tathagata sabe el momento oportuno de pronunciar tal discurso. ¿Por qué esto es así? Porque el Tathagata siente compasión por todos los seres.”[1]
Si los budistas aprendieron durante dos mil años lógica y oratoria, dedicándoles una especial atención fue, no sólo para predicar sus doctrinas. Sino, ante todo, porque es una condición innata del alma humana abrirse como una flor a través del recto pensamiento y de la recta palabra. Saber pensar y saber hablar, y hacerlo según la bondad, la justicia y la utilidad común son los dos pilares de una buena educación, algo que tristemente hemos olvidado, inmersos en una cultura casi exclusivamente audiovisual y con gran poder de fragmentar la mente, de viciar el discurso y de mantener a las personas en naderías, o sea, sin capacidad de crear vínculos duraderos.
Es necesario invertir este camino, dar un esqueleto moral a nuestras vivencias y profundidad para llegar al sentido íntimo de la vida.
Notas
[1] En “The Middle Length Discourses of the Buddha-A translation of the Majjhima Nikaya” en la editorial Wisdom Publication 3º Edición, pag. 500.
Créditos de las imágenes: Jose Luis Sanchez Pereyra
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