La montaña simboliza en todos los pueblos la proximidad con el mundo espiritual o divino, pues domina el mundo de los hombres y se eleva hasta el cielo. Es un punto de encuentro entre el cielo y la tierra, hace las veces del centro del mundo, tal como aparece reflejado en numerosas tradiciones.
Las peregrinaciones en dirección a las montañas sagradas simbolizan el despegue progresivo del hombre de la esfera cotidiana y su elevación espiritual. La ascensión de la montaña simboliza una elevación hacia el cielo, un medio para entrar en contacto con la divinidad, así como un retorno a los principios, al origen.
Los volcanes son considerados lugares particulares de paso misterioso hacia el mundo sobrenatural.
La montaña está unida al ombligo del mundo y, en este caso, evoca la fecundidad de la Madre Tierra.
La montaña encierra también la noción de estabilidad, de permanencia, y a veces incluso la de pureza. En la tradición china, la montaña se opone al agua tal como el yang al ying, como la inmutabilidad a la impermanencia de las cosas.
En ocasiones también es una imagen del cosmos entero; así, una montaña con terrazas, es concretamente representada por pirámides en escalera, como la de Borobudur en Java. Los ziggurats de Mesopotamia eran la expresión arquitectónica de las montañas divinas. Las pirámides escalonadas precolombinas simbolizaban también el universo, constituido por 9 mundos subterráneos y 13 cielos.
La montaña puede hacer referencia a la masa de materia primordial no diferenciada, en estado caótico, anterior a la manifestación actual, y aún al Huevo del Mundo. También se encuentra la noción de montaña-madre, madre de todas las montañas del mundo, unida a la noción de fecundidad y de fertilidad.
El simbolismo de la montaña en la historia de las religiones
Las montañas sagradas o aquellas en las que Dios se ha revelado a los hombres (los montes Fujiyama, Elbrouz, Sinaí, Tabor, Carmelo, Kailasa, Olimpo…), son a menudo símbolos del poder divino y como tales son representadas en las artes plásticas. Son consideradas axiales. Las más conocidas en el mundo son el Monte Meru en la India, el Kuen Lun en China, el Fuji Yama en Japón, el Olimpo griego, el Potala tibetano, el monte Tabor en Palestina, la montaña de Kaf del Islam, la colina de Occidente de Tebas en Egipto.
Estas montañas son el asiento de los dioses.
En la Biblia, el Monte Sinaí es la montaña sagrada por excelencia porque Dios se le apareció allí a Moisés. Además, Moisés recibe las Tablas de la Ley en la cumbre de ese monte.
En la imagen del mundo de los chinos de tiempos antiguos, figuran cinco montañas sagradas, correspondientes a los cinco puntos cardinales y al centro. El monte Kuen Lun, de 9 pisos, era particularmente venerado. Los emperadores chinos hacían sus sacrificios en la cima de las montañas. Los Inmortales de la religión taoísta, se elevaban al cielo desde la cumbre de una montaña y los mensajes destinados al cielo se ofrecían en esa cumbre.
Las peregrinaciones a las montañas se organizan en el mundo entero. En Japón, casi 200.000 peregrinos escalan cada año el monte Fuji Yama o realizan sacrificios en uno de los innumerables santuarios shinto que se encuentran al pie de la montaña. La tradición islámica considera que el punto más alto de la tierra es la Kaaba de La Meca porque la estrella Polar se encuentre exactamente encima, en el centro del cielo.
En el Méjico precolombino, las montañas sobre las que se erigían los templos eran como montañas artificiales que unían el cielo y la tierra, perfectamente orientadas según los puntos cardinales.
La cima de la montaña simboliza las cualidades espirituales del alma, así como el destino del hombre, una vez unidos su propio cielo y su tierra. Esta es la meta de la evolución humana, una vez el hombre llega a la cima de su desarrollo.
Esta es la idea que se encuentra en la palabra Acrópolis, que designa la ciudad alta, el lugar donde están construidos los templos o moradas del espíritu, ascensión a la cual está destinado cada ser humano a lo largo de su vida.
Construir la propia morada interior es conciliar los principios opuestos que luchan dentro de uno, es llegar a lo que el historiador de las religiones Mircea Eliade llama la coincidencia de los opuestos, saber hacer de los principios opuestos (como el fuego y el agua, el blanco y el negro, la vida y la muerte), realidades complementarias con el fin de obtener la unión suprema consigo mismo, con los demás y con el universo.
Otros símbolos asociados son la gruta, el ombligo, la torre, la pirámide, la acrópolis.
Créditos de las imágenes: 名古屋太郎
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Agradezco la información y en breve crearé un blog en el que incluiré con su permiso la conclusión o el final. del texto, el blog versa sobre artes plásticas.
Saludos.
M.M
Muchas gracias, Mikel.Por supuesto, puedes citar este artículo y todos los de este sitio web. Te agradecería que citaras al autor original y si es posible pusieras un enlace a nuestro sitio web.
JC
Que buena reflexión. Tal lo que estaba buscando luego de descender una montaña sagrada de un de nuestros pueblos originarios aquí en Colombia Ascender una montaña es entrar en contacto con la divinidad, donde verdades son develadas, donde se descarga y recarga. Gran post!
Gracias por la descripción después de oír una cátedra espiritual en mi templo el señor me dijo que estaba parado ya frente a la montaña y tenía que empezar el camino pero qiw montaña me preguntaba yo o a que se refería con eso me queda claro ya que es el camino de las virtudes para llegar de lo pagano a lo divino !!! Gracias en verdad !!! Desde cuernavaca morelos !!! México!!!