La rueda posee la perfección sugerida por el círculo, pero con cierta valencia de imperfección, pues se refiere al mundo del devenir, de la creación continua, y por tanto de la contingencia de lo perecedero. Simboliza los ciclos, las repeticiones y las renovaciones. La rueda, como el ala, es un símbolo de desplazamiento, de la superación de las condiciones del lugar y del estado mental que le acompaña.
El simbolismo solar de la rueda es el resultado de su disposición radiante y de su movimiento incesante. Está ligado a Apolo, al rayo y a la producción del fuego. En la iconografía de la India la rueda tiene a menudo doce rayos, el número zodiacal del ciclo solar. Se trata sobre todo de evocar el viaje de los astros, su movimiento cíclico. Los treinta rayos tradicionales de la rueda china son el signo de un ciclo lunar.
La rueda también es un símbolo del mundo, siendo el cubo el centro inmóvil, el principio, y la llanta la manifestación que emana de él por un efecto de radiación; los radios indican la relación de la circunferencia con el centro. La rueda más simple tiene cuatro radios: es la expansión según las cuatro direcciones del espacio, y también el ritmo cuaternario de la Luna y de las estaciones. La rueda de seis rayos remite de nuevo al simbolismo solar; también evoca el crismón, y puede considerarse como la proyección horizontal de la cruz de seis brazos. La rueda más frecuente tiene siempre ocho radios, que son las ocho direcciones del espacio, evocadas igualmente por los ocho pétalos del loto, con el cual la rueda se identifica. Es también la disposición de los ocho trigramas chinos.
La significación cósmica de la rueda se expresa en los textos védicos. Su rotación permanente simboliza la renovación. De ella nacen el espacio y todas las divisiones del tiempo. Es también la Rota Mundi de los rosacruces. Sólo el centro de la rueda cósmica está inmóvil: es el vacío del cubo -el ombligo- lo que la hace girar. Este cubo vacío es el punto de aplicación de la actividad celeste.
En el simbolismo chino el cubo es el cielo, la circunferencia la tierra y el radio el hombre, mediador entre ambos. La rueda de la noria de los chinos, o la rueda del alfarero de Chuang-tse, explican el remolino incesante de la manifestación; liberarse de éste sólo se puede conseguir por el paso de la circunferencia al centro, es decir por el retorno al centro del ser.
La rueda que el Buddha pone en movimiento es la “Rueda de la ley”. Esta ley es la del destino humano, y no hay ningún poder que sea capaz de invertir el sentido de su rotación. Guénon la compara muy juiciosamente con la Rueda de la fortuna occidental.
Por último, la rueda es el emblema de Santa Catalina, la sabia egipcia patrona de los filósofos.
Créditos de las imágenes: Jon Cartagena
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