Es la representación de la vida pastoril, invento de Pan para el solaz de los dioses, ninfas, hombres y animales. Pero también su sonido arrastra a la montaña a los hijos de sus solicitadores ingratos, mito que luego encontraremos en el cuento del Flautista de Hamelin. La montaña es la reintegración al estado edénico, porque los niños no son culpables del mal que existe en el mundo.
Es la música celestial, la voz de los ángeles.
Como instrumento taoísta, la flauta de hierro que corta la raíz de las nubes y hiende los peñascos, lo que la relaciona con el rayo y la lluvia y la presenta como símbolo de la fecundación.
El ney de caña que tocan los derviches simboliza el alma separada de su manantial divino y que quiere regresar a él.
Para los sufíes la flauta y el nombre de Dios son una y la misma cosa. Si alguien carece de pureza no puede oír los secretos en la melodía de la flauta.
Créditos de las imágenes: José-Manuel Benito Álvarez
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