El hombre pasa un tercio de su vida durmiendo y, alrededor de un 25% de este tercio está atravesado por sueños. Podríamos por tanto considerar que, aproximadamente, un 12% de nuestra existencia la ocupan los sueños nocturnos, lo que viene a durar al menos dos horas a lo largo de cada noche que dormimos normalmente.
En este primer aspecto, nuestros sueños son espontáneos e incontrolados, son símbolo de la aventura individual de cada uno, la expresión más secreta e íntima de nosotros mismos, que suele venir cargada de simbolismos. Según afirmaba Freud, la interpretación de los sueños es una vía para llegar al conocimiento del alma., y ya, desde la antigüedad más remota, se han venido interpretando de esta manera las claves que simbolizan los sueños.
Durante el sueño abrimos todas las puertas de la mente, desaparecen las barreras que la limitan durante la vigilia y accedemos a un mundo misterioso y fascinante, en el que no existen las reglas de la razón ni la lógica que manejamos habitualmente. De ahí la dificultad de su interpretación, que debe ser simbólica. Todas nuestras esperanzas, ambiciones, anhelos, miedos y experiencias, ya sean vividas o deseadas, aparecen durante el sueño como realidades “normales”, tanto que a veces nos despertamos por la fuerza de esa “realidad” que nos impacta profundamente. Aunque durante el sueño perdemos el control consciente de nuestro cuerpo físico, éste, aunque sea débilmente, sigue participando y percibiendo todas las sensaciones, ya sean del sueño como del estado de vigilia, lo cual nos permite despertarnos si sentimos algo extraño, si oímos un golpe u olemos a quemado por ejemplo, como si tuviéramos un “piloto automático” siempre alerta. En este sentido, el estado de sueño simboliza al guardián que, aun aparentemente dormido, siempre vigila.
El dios del sueño entre los griegos era Hipnos, hijo de Nix, la Noche, que le dio vida ella sola sin intervención masculina, aunque en otras versiones, su padre es Erebo. Según algunas fuentes, Hipnos vivía con su hermana Tánatos en una cueva bajo una isla griega a través de la cual fluía el Leteo, el río del olvido. Hera le prometió a Hipnos la mano de la ninfa Pasitea si le ayudaba a dormir a Zeus, y con ésta tuvo mil hijos, los Oniros, de los cuales el más célebre es Morfeo, que ha llegado incluso a superar en popularidad a su padre. Su equivalente romano es Somnus.
Hipnos se considera hermano gemelo de Tánatos, la muerte, pues tanto los griegos como los egipcios, consideraban que el sueño era una pequeña muerte, de la que al despertar se renacía a la vida, al igual que el día vuelve a nacer de la noche, simbolizando así. las sucesivas reencarnaciones del alma
En un sentido más elevado, sueño se identifica con anhelo, con un deseo de algo superior, de una especie de tesoro escondido que tenemos la esperanza de lograr. Según María Zambrano, en la vigilia, el sueño engendra un cierto olvido o bien un recuerdo ancestral que, si se transfiere a un plano adecuado de la conciencia, “al lugar donde ésta y el alma se encuentran en simbiosis, se convierte en una forma de creación, ya sea en el proceso de la vida o en una obra de arte”.
Créditos de las imágenes: Bruce Christianson
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