En la Grecia antigua, el perro – como el lobo -, figura como animal consagrado a Ares. En ciertos aspectos, dentro del marco simbólico, se considera que el perro es la faz luminosa del lobo. Este posee connotaciones de fuerza y fiereza caóticas, de una energía no elaborada, mientras que el perro asume esa misma interpretación ya más evolucionada al ser un animal dócil y domesticado, más cerca de los hombres, es decir, de los que para estos animales son como los dioses para nosotros.
En toda la simbología universal vemos mitos que representan al hombre luchando con la bestia para ser él mismo. Apolo, el radiante Señor Solar, tiene como compañero al lobo, mientras que su hermana Artemisa, la nocturna, al perro; ambos animales resaltan y equilibran aspectos del simbolismo solar y lunar de los dos dioses. Se dice que fue Apolo el que domesticó al perro.
Como guardián, el perro es fiel y guerrero, dispuesto siempre a atacar para defender más que para defenderse. Al igual que Ares, se sitúa en el centro del enigma entre la vida y la muerte, representando la custodia del umbral entre los dos mundos.
En la simbología medieval, el perro se representaba a los pies de la dama como su fiel guardián, mientras que el león se ponía junto al caballero como símbolo de valentía.
En la antigua tradición germánica, el perro Garm es el que vela la entrada al Hifhelm, el país de los hielos y las tinieblas, el lugar donde residen los muertos. Su simbolismo se asocia así a la resurrección, tras el viaje al más allá, acompañando al difunto.
Entre los aztecas era Xolotl, el perro que, como Anubis en Egipto, se representaba con cuerpo de hombre y cabeza de perro para acompañar a los muertos. Es la parte oscura de Quetzalcoatl, de claras referencias solares como Apolo.
En Egipto, Anubis es el guía que acompaña al difunto, para conducirlo ante el Tribunal de Osiris. Es también Anubis el que dirige la momificación y está presente en la Asamblea de los Dioses que presiden el Peso del Corazón del candidato a entrar en el Amenti, si su corazón es más ligero que la pluma de Maat.
Así pues, desde una perspectiva simbólica y psicológica, el perro, ya sea como símbolo de la parte animal del ser humano con toda su energía y demanda, o como intermediario entre dos lugares del espacio simbólico; ya sea como guía y compañero en el camino o como guardián y cancerbero de la puerta de entrada y salida al “más allá”, es un símbolo que, permanentemente, nos habla a través de los mitos, de la eterna dualidad de todo lo manifestado y de la guerra interior del hombre por alcanzar su verdadera condición heroica.
Créditos de las imágenes: pxhere
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Buenos días respetados acropolitanos
Muy profundo artículo. Os recomiendo leer, "Moasy el Perro" obra cuyo autor es José Ángel Livraga Rizi. Creo que deben conocerlo.