El ojo es símbolo tanto de ver como del origen de la luz que permite ver, y esta doble significación es tanto exterior como, sobre todo, interior. El ojo es el órgano de la visión sensorial y es también el símbolo de la percepción intelectual y espiritual. “Aquel que tiene ojos” es el nombre que dan los esquimales y otras muchas culturas al chamán, al clarividente, o sea, al más sabio de la tribu.
Tradicionalmente el ojo derecho corresponde al Sol, a la actividad y al futuro, mientras que el ojo izquierdo corresponde a la Luna, a la pasividad y al pasado. La resolución de esta dualidad masculino-femenina hace pasar de la percepción distintiva a la percepción unitiva, a la visión sintética. Esta percepción unitiva sería la función del tercer ojo, el ojo frontal de Shiva. Si los dos ojos físicos corresponden al Sol y a la Luna, el tercer ojo corresponde al elemento Fuego.
El “Tercer ojo” es el órgano de la visión interior y por tanto una exteriorización del “Ojo del corazón”. Activar este tercer ojo significa haber alcanzado una condición superior, sobrehumana, aquella en que la clarividencia alcanza su perfección.
Decía Plotino que el ojo no podría ver el Sol si no fuese en cierto modo él mismo otro sol. Siendo el Sol un foco de luz y ésta el símbolo de la inteligencia y el espíritu, el acto de “ver” expresa una correspondencia con la acción espiritual que simboliza entender. Por eso el “Ojo divino”, llamado entre los egipcios Oudjat, simboliza “el que alimenta el fuego sagrado o la inteligencia en el hombre” y es además un símbolo protector. Ra, el Sol en Egipto, está dotado de un Ojo ardiente, símbolo de su naturaleza ígnea, y está representado por una cobra erguida con el ojo dilatado (el Oreus).
El “Ojo de Dios” representado en el centro de un triángulo es “el Ojo que todo lo ve”, llamado también “el Ojo de la Providencia”; está asociado con la masonería y vinculado a otros grupos y sociedades secretas como los Iluminati. Este “Ojo de Dios” aparece no solo en innumerables iglesias y edificios masónicos de todo el mundo, sino que también está en el billete de un dólar estadounidense y en el reverso del Gran Sello de los EE.UU. de América.
El “mal de ojo” simboliza que alguien ha tomado poder sobre una persona –o también sobre un animal o una cosa- por envidia y con mala intención, hasta el punto de poder causarles grandes daños e incluso la muerte. En el mundo islámico es frecuente decir que “el mal de ojo vacía las casas y llena las tumbas”.
Es importante también hablar del “ojo que ve en la oscuridad”, el que es receptor de la luz interior, el “ojo del corazón”. Se dice que quien pierde la vista exterior, gana la visión interior o el don de predecir el futuro, como le ocurrió al tebano Tiresias, el que había sido cegado la enojada Hera y que Zeus, para compensarle (pues ningún dios puede cambiar los designios de otro), le otorgó el don de la profecía.
Créditos de las imágenes: Shreyashka Maharjan
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