Simboliza la calma, el autodominio, el control de nuestra propia mente y psique tan cambiantes e inestables. Reduce lo múltiple que nos acosa desde el exterior a la unidad interna de la voluntad.
El auriga es el alma que despierta y se ve dividida, que entiende la lucha que ha de librar para que prevalezca su espíritu, sosteniendo fuertemente las riendas de su cuadriga. La mano que sostiene las riendas simboliza el nudo que ata espíritu y materia, los dos bandos de esta gran batalla. Platón trata de ello muy bellamente en el Fedro.
El más célebre y simbólico auriga o conductor de carros es Arjuna, el príncipe Pandava que, instruido y animado por su maestro Krishna, lucha contra sus enemigos-hermanos Kuravas para conquistar el reino de Hastinapura. Este episodio, titulado Baghavad Gita o “El Canto del Señor”, es uno de los más conocidos y simbólicos de toda la literatura oriental y pertenece a la gran epopeya del Mahabarata. Arjuna es el héroe por excelencia de esta guerra interior que los aztecas llamaron “la guerra florida”. Es el Discípulo que, siguiendo a su Maestro, trata cada día de conquistar su propio Ser venciendo y conquistándose a sí mismo.
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