«Cuando hay un sentido de la belleza, todo lo que uno hace siguiendo ese sentido será hermoso. De la misma forma puede haber un sentido de la virtud o de la rectitud, y cuando entra en acción, todo cuanto uno hace, piensa o siente, es correcto y hermoso».
N. Sri Ram («La belleza de la virtud»)
En primer lugar, es necesario aclarar que cuando nos referimos al «sentido» de la Belleza, no lo hacemos en relación con ninguno de los cinco sentidos habituales. Este es un «sentido interno», por darle una denominación, que está más relacionado con las percepciones interiores y con la intuición.
Esto nos lleva a plantearnos varias preguntas y considerar la Belleza desde varios ángulos tan sutiles, que las palabras siempre resultarán pobres.
¿Qué es la Belleza? ¿Podríamos definirla de tal manera que fuera válida para todas las personas?
No, es casi imposible definirla porque cada uno lo haría de forma diferente, de acuerdo a su propia personalidad, la variabilidad de sus estados de ánimo, sus experiencias, sus vivencias, sus hábitos, prejuicios… También lo haría de acuerdo a su madurez, cuando los años realmente nos permiten madurar con las experiencias.
¿Tendríamos que aceptar, entonces, que la Belleza es cuestión de opinión? Tampoco podemos admitir algo así, aunque por desgracia, la Belleza, como otras muchas percepciones internas, ha sido manipulada hasta acomodarla a las modas y las ganancias que se pueden obtener a partir de allí.
Hoy se comercia con lo feo o lo absurdo, porque nos han habituado a consentir lo que todos aprueban, sin importar las razones. En muchas oportunidades nos hemos preguntado: ¿por qué tenemos que aceptar lo feo, lo que nos produce rechazo, lo que nos obliga a reconocer que no comprendemos nada, pero sin embargo es lo que todos aprueban, lo que más se vende, lo que está en la vanguardia de la moda?
En vista de tal situación, hemos de buscar una Belleza verdadera que, aunque indefinible, al menos sea captada por todos y resulte perdurable a través de los tiempos. Una Belleza atemporal y arquetípica, un modelo que siempre cause admiración y deseos de unirse a la armonía que emana.
La idea arquetípica de la Belleza nos lleva a diferenciar la belleza exterior de la belleza interior.
La belleza exterior se fundamenta sobre todo en las formas que, nos guste o no, cambian y se destruyen. La belleza interior puede ser subjetiva, y lo es, pero es capaz de encontrar la esencia de todas las cosas cuando se buscan elementos permanentes más allá de las formas. Para ello tenemos que utilizar un estilo especial de ver, de oír, de percibir en general.
La Belleza se aprecia instantáneamente cuando la conciencia está serena y no condicionada a las circunstancias ni a las opiniones. Se capta como un impacto de proporciones armoniosas, que no siempre es consciente, pero que, sin embargo, despierta una parte no muy conocida de la propia conciencia.
Lo más importante es que, sin embargo, y a pesar de no poder definir la Belleza ni conocer la propia conciencia en profundidad, se produce un cambio benéfico, una tendencia tranquila a la concentración, a la reflexión, a la unidad, sin elaboraciones mentales que destruirían semejante estado de ánimo que está por encima de todo sentimiento.
Esta Belleza no resiste el pensamiento analítico; lo incluye sin pensarlo. La simple intelectualidad la destruye. En cambio, la Belleza profunda produce emanaciones de delicadeza, sensibilidad, refinamiento, equilibrio, eficacia en la expresión; nos acerca a la rectitud, a la comprensión, al amor.
La Belleza arquetípica se refleja de manera natural en formas bellas.
Podríamos afirmar que toda la Naturaleza es bella porque no busca los adornos artificiales, porque no «sabe» que es bella, pero lo es…; por eso impacta el alma. Porque todo en la Naturaleza tiende a la evolución, lo cual significa que tiende a su propia verdad esencial y, por consiguiente, a la Belleza.
También podemos afirmar que el Arte es Belleza, aunque entraríamos en una polémica similar a la de la definición de la Belleza, ya que habría que especificar qué entendemos por Arte. Hay muchas formas de verdadero Arte y son aquellas que conmocionan el alma y nos armonizan. Son aquellas que nos hacen olvidar por un momento de nosotros mismos y nos introducen en un mundo especial en el que nos sumergimos con verdadero placer interior.
El Arte con Belleza integra la conciencia, casi siempre dispersa en lo superficial, produciendo una concentración agradable, espontánea y armónica. No importa que no conozcamos las leyes de algún arte determinado; simplemente apreciamos el efecto artístico de esas leyes.
Por esas desdichas que distorsionan las sociedades humanas, hemos aceptado como arte cualquier expresión en la que prevalece la disgregación, la agrupación desordenada de partes sin relación entre sí. Así, hemos perdido el maravilloso valor de la unidad de la verdadera obra de arte.
Todo arte tiene sus reglas y sus técnicas: todos los artistas deben conocerlas, pero una vez que las dominan, entran en el mundo de la inspiración, donde las reglas no están a la vista, sino su efecto profundo que es la Belleza.
Repetimos palabras de Sri Ram: Se dice que todas las Artes aspiran hacia la música, hay en ellas un intento de aproximarse a la música, que es la más subjetiva de todas las artes, porque es etérea, sutil y muy semejante a los movimientos de la conciencia. Hay en ella y, por consiguiente en las Artes, una armonía en movimiento, como una línea melódica que incluye las combinaciones rítmicas y armónicas.
Por eso es nuestro deber poner a los niños en contacto con la Belleza lo antes posible para que, a medida que despierta su conciencia y se estabiliza, puedan verla donde quiera que esté. Y si no lo hemos hecho hasta ahora, siempre es buen momento para volver a sentirse niños, puros y sencillos como para descubrir mundos maravillosos de la mano de la imaginación.
Delia Steinberg
Créditos de las imágenes: Qr3rf76up
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Un artículo muy bello y profundo, reciba mis felicitaciones de un acropolitano de mi país Costa Rica