Lucio Anneo Séneca nació en la ciudad de Córdoba, en el año 4 d. C., en el seno de una rica familia del orden ecuestre.
Estudió filosofía y asistió a las lecciones del estoico Attalo y de Sotión, ecléctico muy influido por el pitagorismo y, con vistas a su futura carrera política, decidió centrarse en el estudio de la retórica, para ejercer después como abogado.
En el año 25, viajó a Egipto donde permaneció durante seis años. La cultura egipcia le enriqueció de modo singular y durante esta estancia escribió su primer libro, De situ et sacris Aegypti. En el año 31 regresó a Roma donde inició su carrera política al obtener la cuestura en el año 33, accediendo más tarde al Senado. La fama de brillante orador y escritor le acarreó la animadversión del emperador Calígula, el cual planeó su muerte que no llegó a materializarse, pues él mismo fue asesinado, situando a Claudio como nuevo emperador.
De nuevo la envidia hacia Séneca provocó la oposición de la emperatriz Mesalina que consiguió que sea acusado de adulterio con la princesa Julia Livila, hermana de Calígula. Como consecuencia de ello fue condenado en el año 41 por el emperador Claudio al exilio en Córcega, donde escribió su obra Ad matrem Heluiam de consolatione y Ad Polybium de consolatione.
Gracias a la mediación de la nueva emperatriz Agripina, segunda esposa de Claudio y madre de Nerón, es indultado y regresa a Roma. Allí es nombrado Pretor y se encarga de la educación del futuro emperador a quien, según Tácito, instruye en el arte de la Oratoria y en altos principios. Durante este período escribe De brevitate vitae y De tranquilitate animi.
Muerto Claudio, accede al trono Nerón en el año 54, convirtiéndose Séneca, junto con Sexto Afranio Burro, prefecto de la guardia pretoriana, en figura clave en el gobierno del imperio. Introducen importantes reformas fiscales y judiciales, constituyendo una de la épocas más justas de la historia de Roma y controlando los desmanes de Agripina y de Nerón. . En esta época escribe De constantia sapientis y De clementia.
Pero cuando Nerón comienza a acaparar más poder personal, la influencia de Séneca comienza a declinar, y la muerte de Burro lo sume en una situación aún más vulnerable. El asesinato de Agripina por su propio hijo y el estrecho cerco que se forma contra Séneca para acabar con su influencia, deciden al filósofo a solicitar su retiro de la vida pública al emperador, a quien le ofrece devolver toda su fortuna, petición que no es admitida, pues Nerón le asegura que su vida no corre peligro.
Durante este período escribe De beneficiis, dedicado a la ayuda y protección que los pobres esperaban recibir de los potentados, Naturales Quaestiones, Epistulae Morales ad Lucilium y De Providentia.
En el año 65, según los Anales de Tácito, Séneca se ve envuelto en la conjura de Pisón contra Nerón, siendo condenado al suicidio.
Mientras que Cicerón fue el mejor exponente del período ecléctico del estoicismo que abarca del siglo II al I a.C., Séneca lo fue del llamado estoicismo nuevo que surge a partir del siglo I d.C., siendo este el momento de mayor influencia de esta corriente filosófica en Roma, donde adoptó particulares características, dada su mentalidad eminentemente práctica, imponiéndose entre la intelectualidad romana, y especialmente entre los jurisconsultos.
Concibe al mundo como una gran comunidad donde todos los hombres son hermanos –los estoicos se denominaban cosmopolitas- , regida por la suprema providencia, la razón divina creadora, el espíritu universal, el dios personal o los dioses. Por tanto, la fraternidad universal y el amor al prójimo son preceptos básicos de esta doctrina.
La contribución y originalidad de Séneca es la del carácter profundamente humano de su doctrina: aporta un valor eminentemente práctico a la filosofía, mostrando una vía para conseguir la felicidad terrestre a través de mejorar moralmente al individuo. Para ello, elabora una serie de preceptos morales con los que impone lo concreto a la abstracción por medio del arte de la retórica.
Resalta la importancia del hombre en el universo, la esperanza en la inmortalidad, la virtud como recompensa y el pecado como castigo.
Séneca critica con severidad a los teóricos de su tiempo, porque se limitan a enseñar a los jóvenes a disputar, sin ningún interés por aprender a descubrir alguna verdad. Considera que es imprescindible enseñarles a vivir, a trabajar y a convivir y todo ello, honestamente, conforme a la virtud, es decir, conforme a la naturaleza del hombre, o sea, conforme a la razón que nos distingue de los animales (la razón como partícula divina de nuestro componente humano), mediante la cual se supera la superstición y el miedo a la muerte. Todo esto, unido al desapego de las cosas materiales que en cualquier momento podemos perder, es posible descubrir la verdadera paz y serenidad, supeditando el cuerpo a la mente y al alma. De este modo, se alcanzará el fin ultérrimo del hombre que es la felicidad, por medio de la conquista del ideal, de la virtud.
La sabiduría, el valor, el dominio de sí mismo y la justicia, es lo que hace al hombre inmune al sufrimiento de la vida.
Los medios que Séneca propone en la formación para la vida son: los buenos ejemplos, la austeridad, la costumbres ordenadas, las buenas lecturas, las buenas amistades y la formación del carácter.
Mientras que actualmente se tiende a considerar a la filosofía como algo inútil, Séneca sostiene su inmensa fe en que el objetivo de la filosofía es mejorar a la persona, curar las almas y aportarles paz cuando sufren por perseguir fines erróneos en la vida: “lo que nosotros decimos debe de ser útil al hombre y no un mero entretenimiento”. El filósofo y el sabio son la misma persona y este debe de hablar a la conciencia.
La obra que se conserva de Séneca se puede dividir en cuatro apartados: los diálogos morales, las cartas, las tragedias y los epigramas.
En De la brevedad de la vida, tratado probablemente dedicado a Paolino, padre de su segunda mujer, compuesto en el año 49 ó 50, Séneca niega que la vida sea breve, pues esta lo parece así a aquellos que no hacen un buen uso de ella, siendo al contrario bastante larga para aquellos que saben emplearla convenientemente; por lo cual somos nosotros mismos los que hacemos la vida breve, malgastando el tiempo en lugar de dedicarlo al conocimiento de nosotros mismos: “La naturaleza hace transcurrir rápidamente el tiempo de nuestra existencia, pero la razón puede prolongarla: es inevitable que la vida transcurra velozmente para quien no busca acapararla, retenerla o por lo menos, hacerla proceder más lentamente, si que la deja pasar así, a ella, la más rápida de todas las cosas, como un buen superfluo y recuperable”.
Solo quienes se consagran a la búsqueda de la sabiduría, hacen buen uso de su tiempo y viven verdaderamente. Zenón, Pitágoras y todos los maestros de sabiduría, decía, lejos de arrebatarnos nuestro tiempo, nos ayudarán con su compañía a hallar el verdadero sentido de la vida.
En De la tranquilidad del alma, Séneca sostiene la importancia de elegir bien a los hombres con quienes se comparte el propio tiempo, considerando si son dignos de ello y si les alcanza a ellos la pérdida de nuestro propio tiempo.
Lo avanzado de su pensamiento que se refleja en sus Cartas influye definitivamente, no sólo en su tiempo, en la mejora de la legislación respecto a la condición de los esclavos en base a su idea de la igualdad de los hombres, sino que esas ideas se proyectaron hacia el futuro, propugnando la necesidad de trascender las leyes nacionales y crear las bases de una ley internacional.
Mucho se ha hablado de la supuesta correspondencia entre Séneca y San Pablo, pero lo cierto es que siendo el estoicismo la forma filosófica predominante en la época en que el pensamiento cristiano se está formando, es lógico pensar que esta influencia fuese creciendo con el tiempo, haciendo que en el siglo IV fuese denominado por los cristianos como “nuestro Séneca”. San Agustín, Lactancio y Tertuliano, entre otros, se inspiraron en Séneca, así como lo hicieron Dante y Petrarca. Autores posteriores ensalzarían su importancia e influencia en procesos claves en la historia del pensamiento, como M. de Montaigne, Descartes, Diderot, Corneille, La Fontaine, Rousseau, Poussin, Balzac, o Erasmo de Rotterdam quien escribió como recomendación: “Leer a Platón y a Séneca”.
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Me parece muy interesante.gracias