Señor, dame un Ideal grande por el que luchar.
Un Ideal por el cual pueda yo, no solamente morir, sino vivir cotidianamente.
Señor, dame un nombre nuevo y yo lo llevaré para toda la vida.
Señor, dame una gota de tu comprensión y será para mí como un mar por el cual navegaré y llegaré a las costas que sueño.
Señor, dame una sola llama de tu fe…
Correré por el mundo con ella entre mis manos, y encenderé lo que esté a mi paso, para que la oscura materia se convierta en luz.
Enséñame que este es un mundo de paja y de madera.
No solo lo aprenderé, sino que lo tendré en cuenta en el momento del incendio.
Dame tu comprensión pero no soluciones mis dificultades, enséñame a vencerlas.
Enséñame tu fuerza, para que la que duerme en mí se levante y trate de acompañar a la tuya en el sendero ascendente.
Si un día estoy débil y te tiendo mi mano, no la rechaces, cógela; pero apriétala con tal fuerza que haga crujir los huesos de mi alma.
Seguiré adelante… Ya no estaré solo…
Señor, dame un poco de tu amor, que será para mí la levadura que haga crecer el pan de la bondad que siento en mi corazón.
¡Tengo tanta necesidad de ello…!
En estos momentos en que en el mundo no hay reyes iniciados, no me expliques demasiadas cosas… Yo no te he elegido…
Eres tú quien me eligió a mí. ¡Sé mi rey!, sin temor de que eso pueda humillarme, ¡yo necesito desesperadamente un rey!
Dame una oportunidad y me verás combatir denodadamente a tu lado.
Si alguna vez tropiezas en el camino, apóyate en mí, pero jamás, jamás te tiendas en la tierra.
Yo te sueño vertical y erguido… de cara a las estrellas… de cara al sol…
Haz que cuando yo muera pueda sentirme en la certeza de que la vida sigue.
Y si te toca a ti irte antes, déjame seguirte si no me crees digno de permanecer de pie, sacrificado en el sendero.
Cuenta conmigo, señor, para todo aquello que te parezca prudente.
No retrocederé.
No me espantaré ante los peligros.
Yo no desoiré tu voz.
No contaminaré tus enseñanzas.
Yo obedeceré de corazón.
Yo continuaré, señor, por ti, a través de la vida hacia la eternidad.
Yo, señor, no anhelo un cielo, no me lo prometas.
Lo único que yo quiero es la posibilidad de forjar un mundo nuevo y mejor.
No para mí, sino para mis hermanos que no saben por qué nacen, ni por qué sufren, ni por qué mueren.
Y que ellos, un día, hallen aquello que está en ti, como yo lo he hallado…
Créditos de las imágenes: Sam Moghadam Khamseh
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