Bajo el nombre do Mitología Turca se incluyen un considerable número de pueblos, tribus, dinastías y estados que tienen como denominador común una rica cultura mitológica cuyo origen se remonta varios miles de años atrás a las montañas del ALTAY, en Centro Asia, probable cuna de un gran foco cultural que irradió en todas direcciones sus formas culturales. Hoy encontramos su influencia prácticamente en toda Asia y Europa Oriental, así como entre los indios norteamericanos, a través de lo que hoy es el estrecho de Bering.
Los Anales de distintas dinastías chinas son las fuentes históricas escritas más abundantes y corroboran con su rigor y detalle las investigaciones efectuadas por los antropólogos y científicos actuales. La Mitología Turca inunda folclore, cuentos, leyendas y epopeyas, estando aun vivamente presente a través del arte y de las costumbres de numerosos pueblos.
Según las últimas investigaciones de los profesores rusos S.V. Kisselev y S.S. Cernikov se reconoce como origen o patria de los primeros proto-turcos la región del Altay, montañas centro asiáticas, quienes datan en el 2º milenio A.C. su comienzo.
Históricamente se reconoce al Gran Imperio de los Hunos (220 a.C.) cuyo soberano fue Teoman- Yabgu, y que alcanzó su época más brillante con su hijo Mete Yabgu. (Mete es identificado con el gran héroe mitológico Oguz Khan, fundador del pueblo turco), como el primer gran estado formado por pueblos turcos, en este caso habitantes del Norte de China. Fue el siglo V d.c. el de los Turcos Celestes “Göktürkler “, cuyo estado fue fundado por “Bumin Kagan” de la dinastía de los “Assina” (descendientes de la loba Asena) situado entre las faldas montañosas del Altay y el río Orhon, quienes utilizan por primera vez el nombre de Turcos. Anteriormente vivieron formando clanes y tribus, pero sin llegar a alcanzar gran relieve.
Los Hunos Occidentales, muy conocidos, por sus invasiones en Europa, caída del Imperio Romano, y por su famoso Emperador Attila. Después de la caída del gran Imperio Huno, se forman dos partes, una oriental y ésta establecida en la zona occidental, cerca de los Urales) quienes junto a los Avaros forman parte de este núcleo de pueblos turcos, que invadieron occidente. Les siguieron en importancia los Uygures, (744 d.C.), que aceptaron la religión de Mani. Posteriormente los Kirgises (840 d.C.), a los que pertenece la leyenda del héroe “Manas”, considerada la más larga del mundo. Los Pechenegos, (s. VIII d.C.). Los Hazar, (s. IX d.C.) en la zona del río Don. Los búlgaros del Volga (s. VII d.C.) en el sur de Rusia y Caucasia. Los búlgaros del Danubio (s.VII). Los Húngaros (s. IX), sur de Rusia. Los Kumanlar (s. XI) entre el Dinieper y el Don. Los Karluk (s. XII) en el río Blanco. Los Oguz (s. XIII) Sirderya, y entre los más cercanos a nosotros “los Mamelucos” instalados en Egipto. Los Seleucidas y los Otomanos, instalados en Anatolia a partir del siglo XII, se encuentran entre los más conocidos.
Desde los primeros grupos étnicos “turcos” que practicaron Chamanismo, hasta el último gran exponente Imperio Otomano Islámico, los diversos estados y monarquías adoptaron religiones tales como el budismo, Maniqueísmo y Nestorianismo. También se encuentran grupos cristianos como los Gagaouzes en Moldavia, y judíos como los Khazar -alrededores del Mar Caspio -, quedando presente, a pesar de ello, el sustrato mitológico de los primeros proto-turcos, que los identifica
En casi todas las mitologías y creencias religiosas, los animales han sido importantes vehículos de todo tipo de expresiones cósmico-zodiacales, religiosas, espirituales, etc. Su presencia como culto-símbolo, no solo la encontramos entre las antiguas creencias y religiones como la egipcia, donde se manifiestan de manera más evidente y conocida, sino que también en las más modernas como el cristianismo -el cordero como símbolo de Cristo-.
Es pues un error pensar que aun los pueblos considerados más primitivos establecieron el culto a los animales, en su condición de tales. En todos los casos, salvo en los pueblos donde el grado de degeneración llegue al nivel de reconocer solo la forma animal, son símbolos representantes de una fuerza superior. Así en la Mitología Turca tienen una destacada función, ya desde el Mito de la Creación, según los Altaicos: “…Antes de nada había agua; tierra, cielo, luna y sol no había, Con Kunday (Dios) había una persona; tomando la forma de ocas negras que volaban sobre el agua…” Además juega un papel muy importante dentro de las creencias religiosas del Chamanismo, siendo utilizados por el Chaman en las ceremonias. Es muy larga la lista de animales que ocupan lugar en la Mitología Turca, entre ellos ocupa un lugar destacado el lobo, y por eso mismo al ser más conocido no me ocuparé de él en este trabajo; sin embargo intentaré dar algunos datos interesantes de otros dignos representantes como son el Águila y el Caballo.
Tienen un lugar importante el Águila, y las aves en general, como en todas las mitologías; generalmente son símbolos celestes, que tienen la misión de relacionar el mundo celeste, o divino, con el humano.
Hay varios mitos, de diferentes grupos, que narran la génesis de seres humanos de padres águila o ave parecida; una tribu de kirguises proviene de la hija de uno de sus antepasados que quedó embarazada de un gavilán que entro en su tienda.
Es famosa la llamada Huma, veya Kuma, se le llama el ave del paraíso, que de vez en vez vuela y recorre los siete cielos entre las constelaciones, y puede llegar hasta la divinidad y volver. Al mismo tiempo fue un símbolo de belleza, cuyo nombre se daba a las niñas. Entre los pueblos Altaicos, es símbolo de protección de los cielos, y un guardián poderoso de la divinidad
Es probablemente el animal, después del lobo (entre otros aspectos, muchos mitos coinciden en su naturaleza celeste y consideran que los primeros turcos descendían de él) en su aspecto divino-simbólico, que más arraigado está entre los turcos, además de su carácter mágico-simbólico, dado que los turcos son fundamentalmente nómadas y guerreros, han encontrado en el caballo, más que un vehículo de transporte, una parte consustancial e inseparable de sus vidas.
Sobre su origen y posterior desarrollo existen varias leyendas y mitos; para los pueblos altaicos, el caballo tiene origen celeste; los Yakut dicen que los caballos de los héroes han llegado del mundo solar, También, como es sabido, los chamanes para sus viajes “místicos” y comunicaciones con planos “superiores”, sacrificaban un caballo, utilizando su “alma”, que llamaban Pura o Argamak, como vehículo.
Así el caballo es una criatura que trae las noticias de los mundos invisibles, que intuye los males que vendrán y que conoce al amigo y al enemigo. Es ayudante y protector de los héroes, es el compañero de armas. Posee poderes sobrenaturales, puede comunicarse con su dueño. Recordemos al famoso caballo del Héroe mítico Manas, de nombre Ak-Kula. Algunos de ellos una vez muertos se les hacía una tumba, o se les quemaba y las cenizas se enterraban con sus dueños.
Según una creencia mogol, el caballo lleva al héroe al inframundo y regresando de nuevo juntos; también hablan de unos caballos de nombre “apsati” cabalgados por dioses (es curiosa la semejanza con los de la mitología hindú, llamados Asvatis).
Ya desde los primeros mitos de los turcos del Altay, que narran como el Dios Creador Ulgen regala el Fuego a los hombres, el Fuego es sagrado. Entre los Yayut el fuego a utilizar en las ceremonias se conseguía frotando piedras. Como representante del Sol en la tierra se realizaban los juramentos ante él. Aún hoy está prohibido escupir al fuego, insultarlo y apagarlo con agua. También se cree que el fuego, expulsaba y anulaba las enfermedades y los males. Así mismo se encuentra la costumbre de saltar sobre el fuego, echar resinas e inciensos sobre él, sobre todo en la fiesta del Nevruz (fiesta del año nuevo, o primavera) con intención de limpieza y purificación.
El fuego también servía para fines adivinatorios; el chamán en determinados días hace ofrendas y reza al fuego, y de los colores que salen de las llamas hace predicciones: si las llamas son verdes, es señal de lluvias abundantes y de fecundidad, si blancas habrá escasez, si son rojas habrá guerra, si amarilla epidemias y si son negras la muerte de un gobernante o un largo viaje.
El hierro en la mitología es uno de los cuatro elementos- árbol, agua, fuego, y hierro- y tiene carácter sagrado.
Las fuentes más abundantes hacen referencia al mito de Ergenekon, según el cual los Turcos Celestes, cuya población había crecido tanto, que salir del estrecho espacio entre las montañas donde vivieron los primeros tiempos, se convirtió en la primera necesidad. Solo había un estrecho pasadizo de difícil acceso, siendo de mineral de hierro las rocas que lo conformaban; como única alternativa decidieron encender una gran hoguera para poder fundir el mineral de hierro y de esta manera abrir una puerta de salvación.
En su recuerdo, el monarca, cada año en un día señalado encendía una gran hoguera con mineral de hierro, festejándose posteriormente, coincidiendo con las Fiestas del Año Nuevo, Fuego o Nevruz, en el comienzo de la primavera.
Todavía queda la costumbre – aunque ahora más con plomo – de utilizar el hierro fundido para magias adivinatorias entre las mujeres.
Sin lugar a dudas se sabe que en los primeros estados turcos su arte era creado por los herreros y posteriormente bajo el dominio del Imperio de los Huan-Huan, eran ellos quienes fabricaban las armas.
Lo llamaban “hierro celeste”, y al ser sus espadas de este mineral y considerarlo sagrado juraban con su espada “Bu kök kirsün, kizil çiksun “, que viene a decir; si lo que has jurado no lo cumples, ¡que esta espada de color celeste, se vengue de ti y se vuelva roja con tu sangre!
Para los Yakut, los herreros eran los que cuidaban del Fuego del Hogar, considerado Fuego Sagrado, que no debía extinguirse y que estaba protegido por un espíritu. Las herramientas, tenazas, fuelles, martillos, yunques, etc., eran sagradas y también estaban a cargo de un espíritu, a quien llamaban Señor, dueño, curiosamente las herramientas más básicas utilizadas en este oficio tan viejo no han cambiado prácticamente nada.
Mircea Eliade, confirma en sus estudios, que los herreros-forjadores eran considerados de igual statu o incluso superior al del chaman y que según los Yakuz, el herrero recibía su oficio de una deidad malvada, llamada K`daai Maqsin, “el forjador principal del infierno, que habitaba en una casa de hierro rodeada por destellos del mismo metal. K`adaai es un maestro herrero de gran renombre: es el que repara los miembros rotos o amputados de los héroes. También le corresponde participar en la iniciación de los chamanes famosos del otro mundo y templa las almas del mismo modo que templa el hierro” Los herreros también se encargaban del forjado de las armas de los héroes, “…No se trata solamente de su fabricación material, sino de la “magia” de que están investidas; es el arte misterioso del forjador el que las transforma en armas mágicas. En las canciones épicas de las tribus turcas, el vocablo “herrero” (darkhan) significa igualmente “herrero” y “caballero franco” (es decir libre).”
En general la relación del hierro con Marte, como dios de la guerra, no hace sino confirmar también el carácter guerrero de la generalidad de los pueblos turcos.
La imagen del cielo está representada en sus tiendas esféricas; la cúpula celeste estaba sujeta por el mástil de la tienda como una especie de Pilar del Mundo, para los Yakuz el Pilar de Hierro donde quedaba fija la Estrella Polar, de alguna manera es el camino para entrar en el cielo. La abertura del techo para los hunos, era como la puerta del cielo, utilizada en los rituales chamánicos para entrar al cielo. Eliade dice “La Vía Láctea es la costura; las estrellas, los “agujeros para la luz “. La tienda era un pequeño “universo”.
En el Mito de Oguz Kan, de los Uygures, se lee “Que el Sol sea nuestra bandera, y el cielo nuestra tienda”
Acerca de la constitución del cielo, hay dos grupos, los que hablan de siete pisos y los que hablan de nueve; el primer grupo parece ser que recibió la influencia de las ideas mesopotámicas de las siete regiones planetarias, mientras que las zonas más orientales, coinciden en los nueve pisos, tres por tres, que estaría en relación con los tres mundos clásicos, unidos entre sí por los Pilares o columnas. Según estas tradiciones en el séptimo Cielo se encontraría un águila de dos cabezas, justo en el extremo más alto del Pilar del Mundo. Quizás en relación con esto los penachos y mástiles de las banderas eran coronados con este símbolo del águila (que se alternaba con el de cabezas de lobo). En algunas poblaciones en el centro de la plaza principal se colocaba un poste con el emblema del águila.
Es interesante como en algún mito se relaciona a la luna como “abuelo Luna”, es decir de género masculino, y se hace de la procedencia del ser humano de la Luna, en relatos donde la luz de la luna dejó embarazada a una mujer etc… Indudablemente estos conocimientos, guardados a través del lenguaje protector del mito, nos hablan de un pasado incluso planetario de donde vino la vida como seres humanos a nuestro planeta tierra, esto concuerda con la información que los viejos libros tibetanos de Dzyan guardan y que Madame Blavatsky sacó a la luz, y comentó en su Doctrina Secreta.
Radlov, se expresa de esta manera “Cosmológicamente, el Árbol del Mundo se yergue en el centro de la Tierra, el lugar de su “ombligo”, y sus ramas superiores llegan al palacio de Bay Ulgen.
Entre los Yakuz, dice Eliade “se cree que en ‘el ombligo de oro de la Tierra’ crece un árbol de nueve ramas: es una especie de Paraíso primordial, porque es allí donde nació el primer hombre, y fue nutrido por la leche de una mujer adherida aún al tronco del árbol”.
Uno Harva, nos dice que “entre los turcos Osman, el Árbol de la Vida, de nombre Tuba, tiene un millón de hojas, y en cada una de las cuales está inscrito el destino de un hombre, cada vez que un humano muere, cae una hoja”
En las mitologías de los pueblos de Altay, se dice que un pino se eleva hasta el cielo, y que atravesando el cielo en su cima se sentaba Bay Ulgen, la divinidad creadora; en los tambores que usan los chamanes se puede ver pintadas estos relatos. Estos árboles tenían por lo general nueve ramas, y la luna y el sol se encontraban a ambos lados.
Créditos de las imágenes: Maria Teneva
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