Por las propias características que produce el advenimiento de la Era de Acuario y el derrumbe paulatino de la sociedad materialista, todo aquello que tenga relación real o ficticia con lo espiritual, y especialmente con lo “oculto”, se desarrolla de manera explosiva, sobre todo entre los más jóvenes.
Este “boom” de las llamadas “ciencias ocultas”, o mejor dicho, de cosas que se les parecen, ha atraído a los comerciantes de siempre que buscan aprovechar económica y psicológicamente todas las “modas”, promoviéndolas aún más en relación directa a las ganancias que ellas les reporten.
Así, con el correr del siglo XX en general, y luego de la 2ª Guerra Mundial en especial, han proliferado, a partir de la Europa Central, una gran cantidad de libros que tratan de convencernos de que todo es esotérico, mientras que, en nombre de la libertad, clavan dogmas en las manos y en los pies de unas generaciones castigadas ya por todo tipo de violencia e intoxicación.
A esta explosión intelectualoide se ha sumado, por otra parte, un aluvión de corrientes “espirituales” venidas del Oriente, especialmente de India, la que exporta “gurús”, por lo general personas que simplemente escapan del hambre y la miseria y son canalizadas por algún buen promotor de ventas occidental u oriental, y lanzadas al mercado con nombres exóticos y leyendas adosadas. Tampoco faltan chinos y japoneses, vietnamitas y coreanos que, en el más puro estilo de “Hollywood”, hacen demostraciones de artes marciales, llenan las vanidades de los incautos y los bolsillos de los atrevidos.
Evidentemente, entre tanta arena, el río trae también algunos granos de auténtico oro, pero desgraciadamente, este es poco y muchas veces se pierde, confundido entre los manotazos de las multitudes que tratan de coger a puñados las “cosas ocultas”.
Proliferan los “astrólogos”, los “quirománticos”, los “alquimistas”, los “curanderos” y toda una fauna que, como las ratas, se meten entre las grietas del mundo occidental que se derrumba. Explotan la esperanza y el miedo.
Los verdaderos esoteristas y filósofos vemos con horror esta peste y es nuestro deber intentar encaminarla de manera que cause el menor mal posible, empezando por nuestra propia asociación, pues al canalizar miles de jóvenes, no faltan los que se sienten atraídos por esa suerte de “esoterismo-ficción”, desde luego mucho más fácil de aprender y con más hojarascas terrenales y reflejos psíquicos que el verdadero.
Queremos dejar bien claro que, sin negar la existencia de líneas de investigación simbólica esotérica, estas suelen quedar sepultadas por lo que llamamos “esoterismo-ficción”, donde escritores, tal vez bien intencionados, pero impregnados de la fantasía fácil, de inscribir complicadas figuras geométricas y relaciones en cuanta ventana de templo medioeval o columna griega o egipcia encuentran, muestran cual nuevos dogmas de fe elementos inciertos que se eslabonan unos a otros basándose en una verdadera cadena de sofismas que, a la larga, promoverán nuevas formas de ateísmo y escepticismo. Y no descartamos la promoción inconsciente de deformaciones, sectarismos y verdaderas locuras colectivas que sobrecargan a un mundo ya muy tensionado, inclinándolo hacia demagogias intelectuales cuyos alcances son imprevisibles.
En lo estrictamente místico pasa algo parecido, y se presentan como fáciles logros de “liberación espiritual” lo que no es, en realidad, otra cosa que engaños y trucos psicológicos anclados en lo fenoménico, que promueven vanidades hipotéticas de un pseudo comunismo espiritual, donde se entremezclan las pasiones de la carne con fantasiosos vuelos espirituales, estériles y propensos a crear sectas fanáticas cuyos peligros ya se hacen sentir, desacreditando lo realmente bueno que puedan aportarnos las raíces tradicionales de Oriente y Occidente.
Ponemos así en estado de alerta a nuestros jóvenes lectores sobre estas tentaciones contrarias al verdadero espíritu filosófico que promovemos, que promueve lo justo, lo bueno y lo bello como elementos imprescindibles para una real renovación saludable de la Humanidad, recordando, una vez más, lo recomendado por Helena Petrovna Blavatsky: “NO HAY NADA SUPERIOR A LA VERDAD”.
“No hay nada tan sublime y puro en este mundo como el conocimiento trascendental. Tal conocimiento es el fruto maduro de todo el misticismo. Y aquel que lo ha alcanzado disfruta a su debido tiempo del yo que está dentro de sí mismo”.
(Bhagavad Gita)
Jorge Ángel Livraga Rizzi
Créditos de las imágenes: Jannes Jacobs
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