La más notable manifestación y presencia de la Vida, es la que podemos observar en el movimiento. Todo se mueve a nuestro alrededor, todo circula por caminos simples o complejos, todo parece dirigirse hacia alguna parte.
Pero no todos los seres humanos, en cambio, están de acuerdo en el sentido del movimiento. Para algunos el movimiento encierra siempre una finalidad: la evolución. Para otros, el movimiento es tan sólo casualidad sin dirección fija ninguna.
Desde nuestro punto de vista filosófico, que ve en la naturaleza un perpetuo juego de causas y efectos, descartamos el movimiento casual, el movimiento por el movimiento en sí, ya que aun la no definición es también una forma de definición. Y la no-finalidad es, más que otra cosa, una no responsabilidad, un no querer saber…
Pensamos que el movimiento es un estado intermedio que tiende a la armonía. Lo que se mueve busca la estabilidad; y cuanto más se mueve es porque más busca, más le falta la armonización final.
Revolución es movimiento. Es una re-volución, una re-vuelta, un retorno a unos principios que lo fueron antes, aunque ya no lo sean ahora. Y tampoco las revoluciones deberían ser movimientos azarosos ni casuales, sino que esta particular forma de movimiento representaría el modo de búsqueda reiterada de la estabilidad.
El ser humano, la unidad de la vida inteligente, también se mueve, también se revoluciona y con ello revoluciona todo su mundo circundante. Pero la carencia de principios y fines en que se ha llegado a vivir en los últimos tiempos, ha hecho que el movimiento humano y todas sus revoluciones, sean incoherentes y anárquicas. Lejos de promover armonía, logra precisamente lo contrario; en lugar de construir destruyen, y en lugar de restaurar los modelos ancestrales de la humanidad, buscan su parecido cada vez más peligroso con el reino animal…
Hoy revolución es simplemente protesta, violencia, exaltación de elementos indefinidos pero cómodos, odio a todo lo establecido sea malo o bueno, inútil o útil. El hombre revolucionario se asemeja a un niño enojado que, sin mayores motivos, rompe todos sus juguetes, y luego llora aún más fuertemente por haberlos destrozado. O tal vez sea como el adolescente que grita y vocifera, insulta y se queja, para avergonzarse dos minutos después de una actitud que no alcanza a explicar racionalmente.
Desear un mundo en perpetua revolución, o soñar con un estado de continua búsqueda, no es un galardón del que nadie pueda preciarse. La búsqueda ha de hallar finalmente su objetivo, si es que se trata de una búsqueda inteligente. Y las revoluciones han de mirar serenamente si las re-vueltas o los retornos tienen una proyección ascendente, o tan sólo operan como pasatiempo de hombres no adultos.
Creemos que existe una expresión más profunda que puede explicar la búsqueda humana, la necesidad de una vida con sentido, con principios, y con fines. Entonces dejaremos de lado al “hombre y la revolución” para implantar en su sitio al “hombre y la evolución”. Que evolución no deja de ser movimiento ni búsqueda, no deja de beber en las puras fuentes de los orígenes, pero tiene una idea del Destino que sobrepasa los límites animales, situando al ser humano en su real dimensión. “Dioses sois y lo habéis olvidado”… como dijera un antiguo filósofo, tornando verdaderamente revolucionario a quien hoy en día volviese a pensar así.
Créditos de las imágenes: Crisco 1492
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