La palabra “unificar” procede del latín unus y facere, “hacer uno”, es decir, reunir varias partes diferentes aunque coherentes y conjugarlas de modo que podamos lograr una unidad armónica y homogénea. Es un acto de acercamiento, de conexión que, de no existir, haría que cada una de las partes o de los seres siguieran caminos diversos –cosa que no está mal- pero divididos, desunidos y contrapuestos. Sin ese gesto de unificación, nos tocaría vivir en un perpetuo caos en el cual sería muy difícil encontrar sentido a la existencia y a sus circunstancias variables.
No hay convivencia posible cuando falta la generosidad del amor y cuando prevalece el sentimiento absorbente del que se considera único en el mundo. Para convivir hay que ensanchar la conciencia y dar cabida a todos los seres vivos, entender la vida en todas las cosas y concebir la infinitud del universo. Hay que conocer y valorar todo lo que es… Y tener el valor de compartir lo que somos con todos los que son. Nadie puede logar su realización si desprecia la realización de los otros.
Una buena dosis de unificación es lo que necesitamos todos en general y cada uno en particular. Volver a experimentar la realidad de esa gran familia que es la Humanidad, la felicidad de la amistad, de la mutua confianza, del deseo de colaborar y ayudar, de poderse mirar a los ojos otra vez y encontrar verdades luminosas en lugar de sombras temerosas.
Delia Steinberg Guzmán.
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Antes me gustaba los regalos (materiales), hoy me siento diferente, a pesar que la semana pasada tuve un accidente serio con mi familia, consiguientemente estaba leyendo el libro Los poderes Internos del Hombre, logré tener esa tranquilidad y el coraje de estar superándolo. Este libro fue el regalo más grande que haya tenido complementando con las clases del primer nivel; esto fortalece mi compromiso de seguir estudiando.
Gracias.