Título original |
Samsara |
Año |
2001 |
Duración |
136 min. |
Director |
Pan Nalin |
Guión |
Pan Nalin |
Fotografía |
Rali Ralchev |
Reparto |
Shawn Ku, Christy Chung, Neelesha BaVora, Tenzin Tashi, Jamayang Jinpa |
Productora |
Coproducción India-Francia-Italia-Alemania; Pandora Films |
El Budha es el modelo de un hombre encarnado que alcanzó la divinidad, ya que se liberó de las ataduras del Samsara. A fin de lograrlo, primero tuvo que abandonar sus riquezas y fama (ya que era príncipe de un pequeño reino), y luego dejó a su esposa e hijo para buscar su Dharma. Sometió a su cuerpo a terribles privaciones y penurias, pero no pudo encontrar así la paz que su corazón deseaba. Hasta que un día, sentado bajo el árbol Bodhi (el árbol de la sabiduría), oyó la canción de la mujer que lo había salvado, y que le ofreció humilde alimento:
“… cuando las cuerdas de la vina están demasiado tensas, se rompen. Cuando las cuerdas de la vina están demasiado flojas, no se puede tocar….”
Él se iluminó y descubrió las Cuatro Nobles Verdades que conducen al Camino del Justo Medio, que está en concordancia con la Vía de la Ley, el Dharman.
La película trata sobre el dolor y el placer. El amor y la lujuria vacilan entre estas dos condiciones. Además, es por el amor que un alma del cielo se inclina a caer sobre la tierra, el reino de Maya. El dolor y el placer son, en muchas ocasiones, las dos caras de una misma moneda. ¿Puede haber una sola, sin la otra?
El protagonista es un monje que se une a un monasterio a la edad de cinco años y logra aislarse en una celda por tres años, tres meses, tres semanas y tres días. El número 3 es sagrado en el Budismo. Representa la esencia de la más alta Entidad Espiritual, el Triple Logos Solar. La Tríada es la expresión de la Unidad como Voluntad, Amor e Inteligencia. Así que, después de tres años, es visitado por su maestro y otros monjes que le ayudarán a regresar. Lo encuentran en un pésimo estado físico; pesa un poco más que un esqueleto. Sin embargo, ha prevalecido por encima de su cuerpo prohibiéndole molestarlo durante sus ejercicios de meditación. No obstante, las funciones de su cuerpo continúan a pesar de la ausencia de conciencia. Por lo tanto, su cabello ha crecido mucho y es grasiento, y sus uñas son largas y curvadas como garras. El resto de los sacerdotes limpian su cuerpo sucio con el fin de purificarlo para que el espíritu pueda regresar a él desde las esferas de la búsqueda y la paz. Los otros monjes lo honran y respetan por sus esfuerzos.
Sin embargo repentinamente nada de esto le importa, debido a la visión del pecho de una mujer mientras amamanta a su bebé. La lujuria dentro de él se desborda y no importa lo mucho que quiera ahogarla, se aparece en sus sueños y poco a poco va proyectando sobre él la sombra de la duda.
Para los budistas, el cuerpo que inhibe la manifestación del espíritu no está constituido solamente por el cuerpo físico. Existen también el cuerpo astral de las emociones (linga sharira) y el cuerpo mental, la mente de los deseos (Kama Manas). El monje pudo haber domado las funciones del cuerpo físico por un tiempo, pero esto no significa que haya vencido a la materia, puesto que hay otras formas más sutiles que enjaulan al espíritu. Él siente las necesidades que nacen de estos cuerpos de una forma tan intensa que no puede combatirlas.
“¡Incluso Él (el Budha) le fue permitido una existencia mundana hasta los 29 años! Pero desde los cinco años he sido… disciplinado para vivir como el Budha después que renunció al mundo. ¿Por qué? ¿Cómo sabemos que su Iluminación… no fue el resultado directo de su existencia mundana también?” – pregunta a su maestro.
“… ¿dónde está esa libertad que se me prometió, después de una estricta disciplina monástica? ¿Dónde está la satisfacción prometida de nuestro voto de castidad?”
Así habla el alma prisionera, llena de mil deseos. Quiere vivir, sentir, amar, ser herida. El maestro le recuerda las palabras del Budha:
“No debes aceptar mis enseñanzas por rumores, a menos que y solamente que las entiendas desde tu propio punto de vista”.
Decide entonces abandonar la vida monástica diciendo: “Hay cosas que debemos desaprender para aprenderlas. Y hay cosas que debemos poseer para poder renunciar a ellas”.
Es posible que todo el significado de la evolución, tal como lo entiende el budismo, se oculte en esta misma frase. El alma se olvida de su origen divino a fin de aprender, de experimentar. Cuando se sumerge en la materia y posee las cosas, que se convertirán en su prisión, sólo entonces debe renunciar a ellas y liberarse, por lo tanto, lo sabe. Conscientemente conoce su origen divino. Ha conquistado su objetivo.
Así, el protagonista abandona su monasterio en la noche, pasando inadvertido, tal como el Budha dejó una vez su palacio. Pero a diferencia del Budha, no abandona el monasterio para salvar su alma, sino para conocerla. Se casa, tiene un hijo, se convierte en campesino, lucha por el sustento, se enfrenta a los explotadores que tratan de engañarle, experimenta cada momento bueno y malo de la vida de una persona ordinaria. Y luego, cae en un “pecado” común: adulterio.
Este acto lo lleva a una segunda crisis. Está decepcionado de sí mismo, de sus decisiones. Siente que no está progresando y que ha olvidado la lucha contra las sensaciones y que es un error. Luego, una vez más, decide marcharse. Abandona a su esposa y su hijo, marchándose una noche para regresar al monasterio en busca de la paz de su mente, bajo la protección de los espíritus y la guía de su maestro. Ahora ha ganado experiencia; ahora él conoce.
Sin embargo, en un recodo del camino se encuentra su esposa esperándolo. Él ha creado un karma, ha creado lazos y esas cosas no se pueden romper en una noche.
“Yashodhara… ¿Conoces ese nombre? Príncipe Siddhartha, Gautama, Shayamuni, Budha. Todo el mundo conoce estos nombres. ¿Excepto “Yashodhara”?
“Yashodhara estaba casada con Siddhartha. Lo amaba profundamente. Una noche, Siddhartha la abandonó a ella y a su hijo, Rahul, por ir en busca de la Iluminación y convertirse en Budha. Ni siquiera dijo una palabra cuando se fue. ¡Yashodhara había mostrado compasión por los enfermos y afligidos mucho antes de que Siddhartha siquiera fuera consciente del dolor! ¿Quién puede decir si él le debía su Iluminación a ella?…”
Estas palabras desgarraron su alma, haciendo su elección mucho más difícil. Él no había reparado el karma que había creado y lo reclamaba. Lamenta y entiende su deuda, pero su esposa lo libera de ella. Ella se retira diciendo una gran verdad.
“Si tus pensamientos hacia el Dharma fueran tan intensos como el amor y la pasión que me has demostrado, te habrías convertido en un Budha en este mismo cuerpo, en esta misma vida”.
Ella ya no es su esposa, sino el símbolo de la sabiduría de su alma. Nadie puede ocultarle nada. Por lo tanto, ¿cuál es el único deseo que uno debe controlar? Tal vez es el deseo de satisfacer mil deseos…
De esta forma la película termina, pero la búsqueda real del protagonista solamente ha comenzado.
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