Hoy vi a Calíope… Los antiguos la llamaban la musa de la poesía épica, y buena razón tenían para ello. Porque hasta su nombre conserva el ritmo oculto de los briosos corceles, portando a lomos notables caballeros.
He salido por las calles. He hablado con la gente. He abierto páginas y páginas de libros, y no encontré a Calíope por ninguna parte en el día de hoy. He pensado que, es posible, exista otra Calíope, desapercibida para mis ojos bajo modernos ropajes. Pero tampoco encontré ese viejo ritmo de corceles y caballeros bajo las formas actuales.
Fue entonces cuando levanté los ojos y, entre las nubes coloreadas de la imaginación, vi a Calíope. Su rostro sereno y firme lleva la expresión de la fuerza guerrera, la gallardía de la seguridad interior, la transparencia de un alma iluminada por el valor. Su voz… emite el sonido de broncíneas trompetas, cantando al paso de los héroes. Sus ojos son soles radiantes, donde fulgura el brillo de todas las espadas, de todos los escudos, de todos los cascos de quienes dieron su vida por un ideal.
Su túnica flota al viento, removida por los aires que producen las cabalgaduras de los paladines de la justicia, por los que recorren el mundo tratando de imponer la luz sobre la oscuridad.
Sus formas se hicieron del todo polifacéticas. De pronto, vi en ella a las mismas valquirias rescatando a los guerreros de entre los campos de batalla. La vi en forma de barquero, emitiendo suaves y mágicos sonidos al ritmo de sus remos, mientras transportaba las almas victoriosas a través de la Estigia. La vi como ángel poderoso llamando con sus sones poéticos a todos los seres dormidos en el marasmo de la materia.
Ah, los viejos caballeros… Tal vez es cierto que tuvieran también sus defectos; pero quedan tan a lo lejos en el tiempo… Tal vez es cierto que sentían y pensaban casi como los hombres de hoy… Pero había en aquellos algo diferente: un chispazo de belleza, una gota de armonía, una dosis de nobleza, un mucho de coraje y gallardía, un tanto de ambición y poderío y una infinita capacidad de sacrificio. Por eso, los viejos caballeros tuvieron una musa que cantaba para ellos desde el cielo, mientras que hoy solo crujen las piedras del camino al paso de un hombre triste y abúlico, consumidor y consumido, falto de imaginación, de poesía, de arrojo y de valentía.
Hoy vi a Calíope, pero más que verla, pude escucharla. Pude oír el ritmo vibrante de su poema hecho vida. Pude sentir su energía poderosa recorriéndome por entero, invitando a salir fuera de la triste cárcel del tiempo, para enfrentar caballerescamente los peligros de la vida.
Ya no fue triste para mí la falta de poesía; ya no me dolió la rima imbécil de las más feas palabras. Ya no me pareció cansado el cotidiano recorrido de la existencia. Calíope estaba allí, cantando voces de victoria, sublimes voces de impulso espiritual.
¡Cuán mal había visto en principio! Creí que era mi imaginación la que había dibujado los finos trazos de la musa; pero, sin embargo, ella estaba allí, más esplendorosa que mi pobre imagen, más fuerte que mis palabras, más augusta que todos los hombres juntos, rimando con su voz de clarines el triunfo divino de quienes, por honor, supieron cabalgar en alas del destino inexorable.
Oídla: sigue llamando a los hombres… Su rima es infinita como el tiempo… Canta a la virtud y a la belleza… ¿Quién hay que me quiera acompañar hasta su reino?
Créditos de las imágenes: The Athenaeum
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Excelente material , al cuál me gustaría tener acceso . Muchas gracias
¡¡Bellísimo texto y muy inspirador!! Yo, hoy también vi a Calíope, a través de tus palabras. Muchas gracias
...Yo también quisiera acompañarla hasta su reino. Mi Alma queda eternamente agradecida porque siente a Calíope a través de sus bellas y profundas palabras.
Hoy vi a Calíope!
Cierto, su rima es infinita...