Cuenta la leyenda urbana que en cierta ocasión toreaba en la plaza de las Ventas Rafael Gómez Ortega, el Gallo. Estando en el callejón, entre toro y toro, alguien se le acercó y guiándole hacia unos de los tendidos le presentó a un señor encorbatado que se sentaba en los barrera. Dicen que la conversación se mantuvo en los siguientes términos:
-Buenas tardes.
-Buenas tardes, maestro. Me alegro mucho de poder conocerle. Soy gran admirador suyo.
-Don José es un gran filósofo- volvió a interrumpir el guía.
El Gallo quedó pensativo durante unos instantes, y dirigiendo una mirada fija a Ortega le preguntó:
-Perdone, ¿a qué ha dicho usted que se dedica?
-Soy filósofo. Me dedico a pensar.
Los ojos de el Gallo se abrieron de par en par y, sin pensárselo dos veces, mientras se daba la vuelta para volver a concentrarse en su próximo toro, le espetó:
-¡Hay gente pa to!
Créditos de las imágenes: ABC
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