Un día el mulá Nasrudín fue a un baño turco, pero como estaba tan mal vestido, los asistentes no le prestaron mucha atención. Le dieron solo un poco de jabón, un trapo para cubrirse y una toalla vieja.
La semana siguiente, regresó. Esta vez, lo trataron como a la realeza y le entregaron toallas bordadas y un paño de seda. Después de ser masajeado y perfumado, salió del baño, entregando a cada asistente la moneda de cobre más pequeña posible.
“Esto”, dijo el mulá, “es por la última visita. Las monedas de oro son para hoy.”
Acceso a revistas digitales de descarga gratuita, promocionadas por la Organización Nueva Acrópolis en Costa…
«Cuando somos capaces de conocernos a nosotros mismos, rara vez nos equivocamos sobre nuestro destino»…
Es curioso y reconfortante comprobar cómo, a pesar de pequeñas diferencias superficiales, todas las creencias…
Voy a dejar de lado, muy respetuosamente, las definiciones platónicas de individuo, sociedad y estado…
Cierto día, el filósofo Demócrito, al no saber cómo consolar al Gran Darío por la…
El hielo es agua congelada que, en sentido general nos transmite –de manera casi obvia–…