“Todo filósofo vive con la presencia constante de la muerte, pues ella forma parte de la Vida”.
Estas palabras fueron pronunciadas por un filósofo en los primeros días de agosto de este año, en el transcurso de un reportaje casi informal, ameno y sintético que reproducimos a continuación. Un filósofo, sí. Acostumbrado a ver la Vida de frente con sus dos caras, a un mes escaso de su muerte física, el 7 de octubre de 1991, el Prof. Jorge Ángel Livraga vierte en palabras sencillas una experiencia profunda y esencial: el Conocimiento es capaz de vencer todos los temores y penetrar en los mayores misterios.
–¿Cuál es, filosóficamente hablando, el significado de la muerte?
Tan atrás como recuerda la Historia –la parte suficientemente conocida del pasado humano–, la muerte y el nacimiento han nutrido el sentido metafísico de las costumbres y las religiones. De manera aún más lejana, en el curso de la Proto-historia e incluso de la Prehistoria, la muerte ha constituido una preocupación importante para la Humanidad, como se puede deducir de los numerosos vestigios que se han encontrado: vestimentas, exvotos, piedras conmemorativas, incensarios, etc.
Para la filosofía de Nueva Acrópolis, tanto la muerte como el nacimiento son un acto de pasaje, dentro de la gran Vida Una. Se puede ilustrar esto con el ejemplo del delfín, como se hacía en los antiguos Misterios en Grecia. Este animal marino aparece y desaparece de la vista de la gente. Se podría creer que cuando el delfín se zambulle, se muere. Pero nosotros sabemos que vive en otro medio y que reaparecerá. En cuanto a saber si se trata del mismo delfín o de otro, este es un tema abordado por numerosos metafísicos del pasado, desde Heráclito, llamado “el Oscuro” hasta Sidharta Gautama. Porque parece que cuando morimos, algo se muere en nosotros y algo perdura.
Según las antiguas enseñanzas esotéricas, lo que perdura se reencarna bajo nuevas vestimentas, en un nuevo cuerpo, una vez llegado el momento. Lo que muere definitivamente, la parte de la personalidad más externa, la más evidente para nosotros, quedaría reflejada en los “anales akáshicos[1]”, como semillas de experiencia para el “Ego” que se reencarna. El “Ego” es la chispa espiritual y “vital” (en el sentido egipcio de la palabra) que va de vida en vida atravesando el tiempo, hacia el Destino que los Dioses le han reservado.
–La muerte ¿es un fenómeno natural?
Es un fenómeno tan natural como el nacimiento. El uno y el otro continuarán existiendo aun cuando el mundo manifestado –tal y como lo conocemos– haya desaparecido, pues seguirá bajo otro aspecto; y mientras perdure la dualidad, una parte en él morirá y otra sobrevivirá. Todos los seres y todas las cosas poseen esas dos partes esenciales que se conjugan en una gran Finalidad.
–¿Por qué, siendo un fenómeno natural, el ser humano teme tanto a la muerte?
Porque se ata mucho a su cuerpo físico, es decir, a lo que muere. Si se atase un poco más a lo que no es estrictamente físico, a lo que es más espiritual y metafísico, perdería progresivamente su miedo a la muerte.
De todas maneras, según algunos, compartimos el miedo a la muerte con los animales, con las plantas y con todos los seres manifestados, pues todo cambio incluye, en cierta medida, un peligro real o imaginario, pero peligro al fin.
–¿Es posible que exista una educación que ayude a morir mejor y a vivir mejor?
Sí, es posible pero siempre hay un programa genético así como un programa psicológico y espiritual que nos conducirá inexorablemente a vivir las experiencias que necesitamos.
Se debe ser prudente en lo que concierne a esta educación. En efecto, se constata a menudo que las religiones exotéricas, con el deseo que tienen de liberar al Hombre del miedo a la muerte, lo sumergen en verdaderas mentiras. Proyectan simples realidades cotidianas en temas metafísicos. Así, ciertas religiones de Oriente, como el brahmanismo actual, consideran las vicisitudes de la existencia –la pobreza, la enfermedad, la peste– como medios metafísicos para alcanzar rápidamente la liberación final. Pero esto no está conforme con los antiguos textos orientales. Esto se agregó a medida que las antiguas religiones perdían su fuerza y vigor.
Otro ejemplo típico es el del cristianismo. Nacido en un pueblo pobre, desposeído, castigado y muy encerrado en sus creencias, afirmó que los que sufren en esta tierra conocerán la felicidad en el cielo. Y reemplazó las soluciones concretas, prácticas, económicas y sociales por la promesa de una vida mejor a la cual accederíamos en un fin del mundo que han creído siempre próximo y ligado con un Juicio Final que conducirá a los buenos a disfrutar de todo lo que no habían disfrutado sobre la tierra. Es, de alguna manera, una forma de hedonismo, una búsqueda del placer que quizás la escuela de Epicuro trató con mayor profundidad filosófica que el cristianismo.
–¿Usted ha vivido experiencias de contacto con la muerte?
Todo filósofo vive con la presencia constante de la muerte, pues ella forma parte de la Vida. Yo he tenido la suerte de practicar algunos ejercicios que me han permitido salir de mi cuerpo físico y constatar que continúo existiendo en un cuerpo que no es estrictamente físico, en un mundo que los esoteristas occidentales llaman “astral”. Es evidente para mí que el punto de vista que se tiene desde ese otro mundo es diferente del que se tiene desde este. Hay cosas que valoramos en este mundo y no en el otro y viceversa.
Este sería el gran cambio que nos espera a todos cuando morimos. Platón lo explica en el mito de Er, al final de la compilación actual de La República, cuando habla del pasaje de las Almas a través de las aguas del río Leteo, donde olvidan su última encarnación para enfrentar de manera fresca y dinámica su nueva encarnación, el nuevo “acto” a vivir. Lo encontramos igualmente en la tragedia griega, por ejemplo en las obras de Esquilo, que tratan de explicar esta renovación constante de la Vida a través de la vida y de la muerte, en este caso, a través de los Misterios de Eleusis.
Notas
[1] Registros de la memoria de la Naturaleza
Créditos de las imágenes: Amanda Flavell
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Muy bien el artículo, es bueno saber y reflexionar que la muerte la tenemos dictada y que no hay porque temerle, menos a evitar crecer en algunas ocasiones por miedo a la muerte, si ésta de todas maneras llegará.
Muerte y nacimiento son parte de un ciclo vital que no se si sea eterno o no. La muerte no me asusta porque creo en la reencarnación, si no fuera asi seguramente al igual que todos los mortales tendria mucho temor a la muerte por su incertidumbre. Las religiones poco o nada han hecho para retirar el velo de misterio sobre la muerte.