La fuente –el agua que fluye continuamente y nunca se agota– es el símbolo de la fuerza vital que, según Gustav Jung, simboliza también la vida interior y la energía espiritual. Se refiere con ello a la “fuente de agua viva”, la llamada “fuente de la inmortalidad” o “fuente de Juvencia”, el manantial que surge al pie del árbol de la vida en el centro del paraíso terrenal y que se divide luego en cuatro ríos que corren hacia las cuatro direcciones del espacio.
Las construcciones que, sobre todo en los países árabes, se establecen alrededor de un patio cuadrado, y cuyo centro está ocupado por una fuente de la que parten cuatro ríos, son también la imagen del paraíso islámico. Esto lo podemos ver claramente en el “Patio de los Leones” de la Alhambra de Granada y en muchos otros patios y palacios de las capitales andaluzas.
Por sus aguas siempre cambiantes, la fuente simboliza no solo la inmortalidad, sino el perpetuo renacimiento. Quien bebe de un manantial puro se libera de los límites de la condición temporal y obtiene la eterna juventud, la “Afrodita de oro”. Se compara a veces la fuente de la vida con la sangre y el agua que brotaron de la llaga de Cristo crucificado y que recogió José de Arimatea en el famoso cáliz del grial.
Los primeros habitantes de nuestro planeta sentían especial predilección y reverencia por las fuentes y los manantiales que veían surgir de la tierra de forma natural. Creían, según cuentan todas las mitologías, que estos estaban siempre protegidos por ninfas y genios, con quienes se les identificaba para darles nombre. La sacralización de los manantiales era una costumbre que vemos en todas las tradiciones de los pueblos antiguos.
Entre los galos, los manantiales eran manifestaciones de divinidades, y sus aguas purísimas tenían la propiedad de curar las heridas y de reanimar a los guerreros muertos. Para los germanos, la fuente de Mimir contenía las aguas del conocimiento: “Su agua era tan preciosa que, para que le permitieran beberla, el propio Odín aceptó perder un ojo, adquiriendo también con ello, además del conocimiento, el don de la profecía y la poesía”.
En las “Tablillas órficas”, en una especie de poema corto de rica e inagotable interpretación simbólica, se habla de un manantial cuyas frescas aguas conducen a quienes las beben al reino de los héroes; pero hay que guardarse bien de no confundirlo con cualquier otra fuente: “En la casa de Hades encontrarás, a la izquierda, un manantial, y a su vera se yergue un ciprés blanco; a esta fuente no te acerques. Encontrarás otra, con un agua fresca que viene de la fuente de la memoria (Mnemosine) y custodian unos guardianes. Diles: Soy el hijo de la Tierra (Gea) y el cielo estrellado (Urano), y por esta razón mi linaje es celeste, vosotros ya lo sabéis. Estoy seco por la sed y me muero: dadme pues, inmediatamente, del agua fresca que mana de la laguna de la memoria. Y entonces te darán a beber del manantial divino y ascenderás luego con los demás héroes.”
Para resumir, diremos que la fuente simboliza los orígenes de la vida y el manantial del conocimiento, el principio de toda la energía física y espiritual del universo.
Créditos de las imágenes: Zane Lee
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