El simbolismo del Sol es sumamente rico y también contradictorio. Para la mayoría de los pueblos antiguos, el Sol era la manifestación más perfecta de la divinidad, si no el propio Dios, simbolizado por la luz, el calor y la energía que generan la vida. Pero también podía significar la muerte por su aspecto destructor, principio de la sequía que se opone a la lluvia vivificante. El Sol engendra y devora a sus hijos, dicen los Upanishad, que le atribuyen el origen de toda manifestación sobre la Tierra como principio creador.
Sus rayos se representan en forma alternativamente rectilínea u ondulada, según se quiera hacer alusión a la luz o al calor y la lluvia, los aspectos yang y yin de sus radiaciones fecundadoras. Simbolizan también las influencias celestes o espirituales que estos rayos derraman sobre la Tierra.
Además de vivificar, las radiaciones del Sol manifiestan las cosas, no solamente en cuanto las hace perceptibles, sino en cuanto representan la extensión del punto principal, en cuanto miden el espacio. El Sol está en el centro del cielo, al igual que el corazón en el centro del hombre. El simbolismo védico lo representa inmóvil, en el cenit, como ojo del mundo. Su luz representa el conocimiento intelectivo, como símbolo de la inteligencia cósmica que todo lo ve.
El principio solar aparece representado en todo el mundo por un gran número de flores y animales (crisantemo, loto, girasol, águila, león, etc.), así como por un metal, el oro, designado alquímicamente como el sol de los metales por ser el más puro y brillante.
Con respecto a la Luna, principio yin, el Sol es siempre yang, pues éste irradia directamente su luz, mientras que la Luna solamente la refleja. Son los principios pasivo y activo respectivamente, femenino y masculino. Esto tiene una aplicación simbólica muy amplia: en cuanto la luz es conocimiento, el Sol representa el conocimiento intuitivo, inmediato, y la Luna el conocimiento por reflejo, racional y especulativo. En consecuencia sol y luna corresponden respectivamente al espíritu y al alma, así como a sus sedes: el corazón y el cerebro. Son la esencia y la substancia, la forma y la materia.
Esta dualidad activo-pasiva, macho-hembra, que es también la del fuego y el agua, no es una regla absoluta. En otros pueblos, como Japón, el Sol es femenino y la Luna masculina, por considerarse el aspecto femenino activo en cuanto que es fecundo y nutricio. Por esta razón, mientras que los ojos derecho e izquierdo de los héroes son por lo general y respectivamente el Sol y la Luna, el orden se invierte en el caso de Izanagi. Esta correspondencia con los ojos nos sugiere otra: el ojo derecho corresponde al devenir y el izquierdo al pasado, o sea, que el Sol correspondería a la intelección y la Luna a la memoria.
Entre los pueblos de mitología astral el Sol es el símbolo del Padre, como lo es también todavía en los dibujos de los niños y en los sueños de los adultos. También, desde siempre, simboliza el principio de autoridad, cuya primera representación es asimismo el padre, que comprende las funciones de adiestramiento, conciencia, disciplina y moral.
Créditos de las imágenes: JOHN TOWNER
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