Universalmente, el ocho es el número del equilibrio cósmico, de las cuatro direcciones cardinales a las que se añaden las cuatro intermedias. Frecuentemente, ocho son los radios de la rueda, desde la rodezuela céltica a la de la ley búdica (dharma chakra), ocho son los pasos del noble óctuple sendero, los pétalos del loto, los trigramas del I-Ching y ocho son también los ángeles portadores del trono celestial.
Este simbolismo del equilibrio y el poder del centro se ha comparado también con el fiel de la balanza, que la divide en dos sin que pierda su proporción ninguna de las partes, que permanecen iguales, por lo que el ocho se asocia a la equidad y la justicia.
En Japón, denominado por sus habitantes desde épocas lejanas las “Gran-Ocho-Islas” (a pesar de que este país está constituido por una cantidad innumerable de ellas), el ocho es una cifra que se encuentra muy a menudo en los grandes textos shintoistas, donde se considera una cifra sagrada como expresión de lo innumerable y de lo infinito. No hace mucho se construyó un centro nacional de educación espiritual en Yokohama, en 1932, dándole al edificio una base octogonal e incluyendo en su interior las estatuas de ocho grandes sabios, entre los que se encuentran el buda Säkyamuni, Confucio, Sócrates y Jesús junto a otros tantos maestros japoneses igualmente importantes. La forma del centro y el número de sabios simbolizan la sabiduría infinita que, manifestada de mil formas, se halla en el centro de toda educación, de toda búsqueda y esfuerzo espiritual.
En la Biblia, el octavo día sucede a los seis días de la creación y al sabbat, anunciando una nueva era. Según Carl Schmidt, el octavo día tiene origen cristiano, aunque se presente como tema gnóstico. Simboliza a la vez la resurrección de Cristo y la promesa de resurrección para el hombre transfigurado por su gracia.
El hombre, imagen del macrocosmos, tiene integrado el número ocho en su esqueleto, manifestado en las ocho articulaciones de sus miembros, de primordial importancia para todos sus movimientos.
Entre los dogon, el ocho es un número sagrado porque incluye la regeneración periódica de su antepasado más viejo, el Ancestro que se sacrifica para asegurar la regeneración de la humanidad. El mito quechua que relata el origen de la dinastía de los incas, menciona también ocho ancestros primordiales que son cuatro hermanos y cuatro hermanas.
Créditos de las imágenes: Wereldburger758
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