Es signo de la germinación y la regeneración. Destruye porque las formas están agotadas, pero le sucede siempre una nueva humanidad; evoca la idea de la reabsorción de ésta en el agua primordial y la institución de una nueva época.
Generalmente está unido a faltas de la humanidad, contra las leyes y las reglas. Purifica y regenera como un inmenso bautismo colectivo, decidido por una Conciencia superior.
El destino de todas las formas es disolverse para poder reaparecer; si no agotarían sus posibilidades creadoras y se extinguirían definitivamente.
Casi todas las civilizaciones han tenido la historia de su diluvio: el del Génesis bíblico, el de Deucalión y Pirra, el del Popol Vuh.
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