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Poesía: La emoción del Ideal

LA EMOCIÓN DEL IDEAL

Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte misterioso de un Ideal.

Es ascua sagrada, capaz de templarte para grandes acciones. Custódiala; si la dejas apagar no se reenciende jamás.
Y si ella muere en ti, quedas inerte: fría bazofia humana.
Solo vives por esa partícula de ensueño que te sobrepone a lo real.
Ella es el lis de tu blasón, el penacho de tu temperamento.

Innumerables signos la revelan:
cuando se te anuda la garganta al recordar
la cicuta impuesta a Sócrates, la cruz izada para cristo y
la hoguera encendida a Bruno;
-cuando te abstraes en lo infinito leyendo un diálogo de Platón,
un ensayo de Montaigne o un discurso de Helvecio;
– cuando el corazón se te estremece pensando
en la desigual fortuna de esas pasiones en que fuiste, alternativamente, el Romeo de tal Julieta y el Werther de tal Carlota;
-cuando tus sienes se hielan de emoción al declamar
una estrofa de Musset que rima con tu sentir;
-y cuando en suma;  admiras la mente preclara de los genios,
la sublime virtud de los santos, la magna gesta de los héroes, inclinándote con igual veneración
ante los creadores de Verdad o de Belleza.

Todos no se extasían, como tú, ente un crepúsculo,
no sueñan frente a una aurora o cimbran en una tempestad;
ni gustan de pasear con Dante, reír con Moliere,
temblar con Shakespeare, crujir con Wagner;
ni enmudecer ente el David, la Cena o el Partenón.
Es de pocos esa inquietud de perseguir ávidamente alguna quimera, venerando a filósofos, artistas y pensadores que fundieron en síntesis supremas sus visiones del ser y de la eternidad,
volando mas allá de lo real.

Los seres de tu estirpe, cuya imaginación se puebla de ideales
y cuyo sentimiento polariza hacia ellos la personalidad entera,
forman raza aparte en la humanidad: son idealistas.

Definiendo su propia emoción, podría decir quien se sintiera poeta:
el Ideal es un gesto del espíritu hacia alguna perfección.

José Ingenieros

Créditos de las imágenes: Jason Rogers

JC del Río

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