Este tema puede examinarse en sus dos vertientes: estar motivado o estar desmotivado. Ambas son expresiones que escuchamos a diario, en diferentes ocasiones y en relación con muchos aspectos de la vida.
La motivación o la desmotivación afectan a todas las personas, e incluso a aquellas que, disponiendo de las enseñanzas de un Ideal Filosófico, no mantienen el rumbo para convertir ese Ideal en un modo de vida feliz y duradera.
Es el motivo, la causa que nos lleva al movimiento en uno u otro plano.
El cuerpo tiene motivos bastante evidentes para moverse, pero las causas más interesantes de analizar son las que ponen en marcha las emociones y la mente. En general, las emociones y la mente buscan la satisfacción y evitan la inquietud: estas son las dos más grandes e ilusorias motivaciones psicológicas.
Se afirma estar motivado cuando hay cosas que nos gustan, nos animan a obtenerlas, nos producen bienestar, agrado y, especialmente, el aprecio de los demás. Haber conseguido aquello que nos propusimos nos motiva a continuar en la acción.
Al contrario, se dice estar desmotivado cuando no hay ningún aliciente que nos impulse a la acción, bien porque no vemos resultados inmediatos o porque estamos desmoralizados ante algún fracaso.
Motivación y desmotivación se convierten así en los factores que determinan nuestras conductas, nuestros gestos, nuestra forma de hablar y aún nuestro enfoque de la vida.
Se traduce en desánimo, impotencia ante las dificultades, falta de energía para tomar determinaciones, pérdida de entusiasmo, desesperanza ante el futuro.
Aunque al principio hubieran existido grandes expectativas, en la medida en que los sueños fantasiosos se van diluyendo y la propia voluntad se desarticula esperando que los triunfos lleguen desde afuera, desaparecen las causas de las motivaciones.
En parte, las sociedades en las que vivimos son desmotivadoras, precisamente porque abusan de los estímulos psicológicos falsos y superficiales, porque engañan proponiendo el éxito nada más que por comprar productos de marca, tomar un medicamento prodigioso o estar a la moda.
Esto trae como consecuencia la presencia de muchos “indignados” en todo el mundo, en parte irritados con la cantidad de mentiras con las que nos han envuelto, cual si fuese un hechizo difícil de esquivar, y en parte desencantados por falta de oportunidades, es decir, de causas válidas para afrontar la existencia.
Los falsos valores que predominan hacen que se reemplace el esfuerzo continuado por el éxito fácil; el trabajo por la diversión; la sana actividad por el estrés; la investigación por los rumores; el estudio por aprender lo justo y necesario para salir del paso.
Hoy impera lo inmediato sobre lo importante. Nos incitan a vivir el presente, pero no con la conciencia presente, sino refugiándose en la inconciencia para eludir responsabilidades y dificultades.
El pasado suele ser un conjunto de fracasos, y el futuro no se ve mucho mejor…
Esta actitud alienta a buscar culpables, no los verdaderos, sino los más próximos. Por eso culpamos a las personas que nos rodean, a la situación del mundo en general, a la falta de dinero, a la maldad de la gente… y tantos otros pretextos que conducen a la inacción destructiva y pesimista, con la que también se pretende convencer a los demás.
Es cierto que todos necesitamos una causa que le dé sentido a la vida.
La cuestión está en buscar buenas causas y raíces estables.
Si los motivos son ajenos y externos a nosotros, viviremos en una eterna dependencia. Nuestro mundo circundante se convertirá en un fenómeno atmosférico que establecerá nuestros días de sol y los de tormentas, nuestras alegrías y nuestras angustias. Eso, por no hablar de la dependencia de otras personas, consideradas como motivo y causa de nuestro proceder.
Las motivaciones externas son, por desgracia, pasajeras e inestables y no sirven como soporte para la Vida.
El fundador de Nueva Acrópolis, Prof. Jorge Ángel Livraga, decía:
“Los sueños mueren cuando se les deja morir, cuando se depende exclusivamente de las motivaciones exteriores para alimentarlos: si hay gente que nos anima, estamos animados, si falta esa gente, no tenemos más energías; si las circunstancias son favorables, nos sentimos alentados, pero si se desvían un tanto, nos desmoronamos. Así no se viven los sueños, así no se expresa el entusiasmo. Así, como mucho, un discípulo se convierte en la sombra o el reflejo del entusiasmo y los sueños de los demás, en el reflejo de las circunstancias y de la aprobación sonriente de cuantos nos rodean…”
Las motivaciones internas surgen de nuestras ideas y sentimientos elegidos y asumidos por aprendizaje y decisión, por experiencia y perspectivas de futuro.
Son estados de conciencia que no se fundamentan solamente en la satisfacción de necesidades primarias, sino que van más allá de los instintos, de los sentidos, de las emociones triviales o de las ideas de moda.
La mejor de las motivaciones es un Ideal de Vida que pone en juego todas nuestras capacidades, que ocupa todo nuestro ser y que nos ofrece finalidades a corto, medio y largo alcance, dando un sentido útil, poderoso y eficaz a nuestras acciones.
Las psicológicas son de corta duración porque dependen de la inestabilidad y la impermanencia de las emociones, sean las nuestras o las de otros.
Si ponemos el acento de la vida en las emociones, es muy fácil que tras un período de motivación, surja otro de desmotivación que, por su propio peso negativo, dejará huellas profundas en la personalidad.
Si, en cambio, asumimos valores filosóficos, podremos comprender las grandes ideas que movieron la Historia, las que alentaron a los personajes que siguen siendo señales luminosas en el sendero.
La Filosofía es una motivación permanente, porque la búsqueda de la Sabiduría es un camino que nunca termina y que, al contrario, presenta metas siempre renovadas, oportunidades constantes de corrección y renovación, de aprendizaje y experiencia, de afirmación y felicidad.
Vayamos de afuera hacia adentro y convirtamos las motivaciones en causas, las causas en raíces, las raíces en fundamentos, los fundamentos en finalidades, las finalidades en evolución. Este es un verdadero camino filosófico, un excelente motivo para Vivir.
Créditos de las imágenes: Unsplash
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Precioso artículo que nos invita a preguntarnos cuales son nuestros motores internos.
Este artículo de Delia, ayuda mucho a pensar y rectificar actitudes de vida sobre todo basadas en las emociones.
Personalmente me resulta difícil cambiar la forma de percibir el mundo y sobre todo en la etapa del ocaso de la vida, inclusive moviéndome en ella con valores trascendentales y superiores.
Con tendencia a la melancolía, se necesita un montón de energía mental, sin contar la física,
Gracias para trabajar muchísimo en estos cambios y no perder de vista “el rumbo”…. Aunque nada es imposible…solo lo inexorable.
Gracias por compartir el artículo ?