¿No es evidente que existe, o mejor dicho, tiene que existir, una «Inteligencia Cósmica», que… actúa en todas las cosas, aun en las para nosotros invisibles e inconcebibles? Existe, entonces, un Plan de Acción que se traduce en una Ley Universal… Esta Ley o conjunto de leyes es también llamada «sentido de la vida»; es la dirección del sendero de la evolución.
Jorge Ángel Livraga
Nuestro universo es una unidad coherente y correlacionada. Lo desconocido puede ser mayor, más amplio, más elevado, más maravilloso, más fuerte, más luminoso que lo que conocemos, pero nunca será absolutamente diferente. Debemos ir hacia lo desconocido, es decir, hacia lo que nos falta por saber, no con miedo, sino con la alegría espiritual del que va descubriendo las leyes inexploradas de la Naturaleza y los poderes latentes en el hombre. Aprendiendo de la Naturaleza Necesitamos entender que la Naturaleza encierra todos los conocimientos a los que podemos aspirar. En el «Libro de la Naturaleza» se encierran todas las leyes, las que ya creemos conocer y siguen desconcertándonos, y las que todavía permanecen inexploradas.
La repetición es la ley con que se maneja el cosmos entero. Basta con analizar, por ejemplo, la ley del eterno retorno; basta con advertir los ciclos de manifestación que hacen que las cosas aparezcan y desaparezcan. La Naturaleza repite insistentemente sus estaciones, sus días y noches; millones de veces la semilla germina en la tierra de la misma manera. Como parte que somos de la Naturaleza, ¿no seguiremos acaso el mismo ritmo? Repetir, repetir, repetir… no por aburrimiento, sino por la imperiosa necesidad de la perfección. El que repite no hace siempre lo mismo: lo hace cada vez mejor, se siente crecer en cada nuevo acto de aprendizaje.
El orden no es un invento humano; toda la Naturaleza se mueve según un ritmo visible que es reflejo de un orden, de una Ley. El hombre que se ordena no hace más que seguir los dictados de la Naturaleza. Si el ser humano evoluciona con orden, sus progresos serán más notables y sus problemas serán menores. No porque no existan los problemas, sino porque sabrá encontrar soluciones factibles dentro del orden en que se mueve.
Ordenar no es rellenar los espacios: ordenar es poner cada cosa en su lugar y saber encontrar el lugar adecuado para cada cosa.
Así como entendemos lo que es blanco porque lo comparamos con lo que es negro, entendemos la Ley por los efectos que ella produce en nosotros, en nuestras existencias. Cada vez que nos alejamos del camino, nos golpeamos contra sus muros laterales, los que, en su elasticidad, nos devuelven a la senda correcta. Esos golpes pueden ser más o menos fuertes, más o menos dolorosos, tanto como nuestro alejamiento de la Ley. Pero si no fuera por esos efectos dolorosos, no volveríamos los ojos del alma al porqué de nuestro dolor, no nos interesaríamos por la causa de nuestros errores, no trataríamos de evitar equivocaciones ni de analizarlas para encontrar su defecto.
Una cosa es vivir el Karma pasivamente, soportando sus correcciones con espíritu resignado, y otra muy diferente es interpretarlo para impulsarnos en la corriente de la vida, en su sentido. En lugar de detenernos en las quejas y el egoísmo que nos lleva a considerar nuestro dolor como el único dolor, en lugar de gozar con la debilidad del «por qué a mí, precisamente», hay que ir tras las causas. Los efectos son una consecuencia; ¿consecuencia de qué? Recordemos una vez más que el verdadero filósofo no se conforma con las preguntas. El por qué es una primera reacción de la personalidad. Lo más importante es la respuesta a las preguntas, llegar a entender la raíz de cuanto nos sucede y dejar de considerarnos los eternos perseguidos por la vida para asumir la naturaleza del que aprende de todo cuanto le sobreviene.
Del mismo modo que la energía del cosmos ha generado infinitas formas para dar cabida a sus infinitas modulaciones, así nosotros hemos de encontrar las formas que respondan a nuestros principios morales, a nuestra inteligencia, a nuestros deseos tamizados por la experiencia y a las acciones moderadas por la razón.
Créditos de las imágenes: Markus Spiske
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Q buena invitación a develar esas leyes q gobiernan nuestras vidas...a dejar de pelear con molinos de viento... y acompasar con los sabios ritmos del universo