Historia

La fabulosa colección arqueológica de Beppe Salomone y la alienación espacial

En un piso de la ciudad italiana de Milán, existe una colección de diez mil piezas reunidas por el ímprobo esfuerzo del Sr. Beppe Salomone[1]. Proviene de Ecuador, Colombia y Perú septentrional. Este piamontés nacido en 1942, a través de excavaciones y adquisiciones ha concentrado una cantidad inaudita de piezas de cerámica, metal y cristal, provenientes de áreas marginales chibchas y de la llamada cultura manabí.

Se destacan 20 vasos silbadores, cuya antigüedad está calculada en 4.000 años, y sobre los cuales se reproducen extraños animales, algunos parecidos a las grandes iguanas de la selva, y otros recuerdan sospechosamente a animales prehistóricos que los especialistas señalan como desaparecidos hace decenas de milenios, aunque cabe la posibilidad de que aún sobrevivan en algunos lugares inexplorados de la jungla, o que por lo menos hayan existido hasta periodos relativamente cercanos de la Prehistoria. Cabe recordar que en la llamada “cultura de Esmeralda”, investigadores soviéticos y norteamericanos, con ayuda del “reloj atómico”, fijaron antigüedades de ceramios[2] que llegaron hasta los 18.000 años, en piezas coleccionadas originalmente por el Sr. Enrico Franco, en Ecuador.

Y aquí entra lo que llamamos “alienación espacial”, pues, por ejemplo, se encontraron en “Esmeralda[3]”, estatuillas de hombres confeccionadas en barro cocido, que aparecen vestidos con unas extrañas mallas o trajes acolchados con una suerte de casco, a los que la prensa sensacionalista no vacila en relacionar con cosmonautas prehistóricos. Una observación más atenta, o una cultura más amplia, les hubiese hecho ver la relación de forma con los “caballeros jaguares” de México que aparecen con la cabeza dentro de las fauces de un felino. Mas, aun descartando esta relación, por demás lógica, la similitud con un astronauta no es mayor que la que podríamos encontrar con la de un jugador de rugby, con un motociclista, o con un caballero blindado medieval. Se nos puede argumentar que tales comparaciones son ridículas, pues, ¿cómo concebir un jugador de rugby o un cruzado en el 4000 o 3000 a.C.? Pero, de la misma manera, haciendo uso del sentido común, podríamos interrogar: ¿cómo hallar parentesco con un cosmonauta de la segunda mitad del siglo XX, en el XXX a.C.?

Si le hubiesen mostrado una de esas estatuillas a Hernán Cortés, hubiese opinado que correspondían a imágenes de un cruzado, y en su concepción hubiese primado su propio preconcepto, o sea, que la alienación de la época hubiese pesado en él. Mas, si eso es cierto, no lo es menos que el preconcepto actual pesa en la interpretación actual. O las dos cosas son ciertas, o ambas son falsas. No olvidemos lo que pasó con el llamado “enigma de los Andes” de las piedras grabadas de Ica, Perú, tan publicitadas aún en Europa y que recientemente se constataron como obras contemporáneas de la familia Ochuyo, de Ocucaje, y que tales piedras ni tenían cientos de miles de años de antigüedad, ni habían sido grabadas por ningún astronauta prehistórico, sino que habían sido inspiradas a estos hábiles artesanos nativos por las historietas de “Los Picapiedra” y por revistas de divulgación médica. Así se explicaron las “misteriosas” relaciones entre hombres y bestias de la edad de los reptiles, mapas completos de la Tierra, y diagramas de trasplantes de corazón.

Debemos cuidarnos de esta suerte de “locura colectiva”, que hace que muchas personas aparentemente racionales vean astronautas en cuanta representación humanoide proveniente de la Antigüedad aparezca con casco o con halo sobre su cabeza. La seriedad científica nos exige esta prudencia.

No pensamos que sea absolutamente imposible que hace miles de años hayan llegado suertes de hombres desde el espacio exterior, como tampoco que en esas épocas hubiese “caballeros andantes” acorazados, pero mientras no se prueben tan remotas posibilidades, sería recomendable descartarlas como teorías y aceptarlas tan sólo como hipótesis —ya que como tales podemos aceptar cualquier cosa—, pero sin darles más crédito que lo que a la fantasía corresponde.

Admiremos y estudiemos la maravillosa colección del Sr. Salomone, pero de manera tan seria como merece, a la luz del conocimiento disponible en lo arqueológico, y tratando de hallar explicaciones científicas útiles para una prospección del pasado remoto humano, antes que elaborar “posibilidades” que a nada ni a nadie favorecen y que –y es lo más grave– pueden cerrar el paso al encuentro de una auténtica verdad.

Notas

[1] Nota del Editor: Giuseppe (Beppe) Salomone dio a conocer su fabulosa colección en un número de la revista italiana Epoca, de septiembre de 1974. Las fotografías mostraban hermosas vasijas y figurillas de cerámica junto a sofisticadas modelos que, simulando un desfile de modas, lucían máscaras, pendientes, brazaletes, pectorales y otras joyas de oro, que fueron usadas con fines ceremoniales por antiguas culturas que habitaron el actual territorio ecuatoriano. Este artículo generó un juicio en Italia con el fin de recuperar la colección. La mayoría de las piezas fueron recuperadas y Beppe terminó en la cárcel, confesando que su auténtico nombre era Giuseppe Danusso, pero que por otras problemas con las autoridades lo había cambiado. Confesó que guardaba una máscara de oro en una caja de seguridad de un banco de Nueva York, que nunca devolvió.
Información proveniente de Rodrigo Pallares Zaldumbide, director del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural de Ecuador, en un artículo de 1982, mencionando que pese a todos estos esfuerzos, aún no se habían devuelto las piezas a Ecuador.
Hemos conocido que, hace apenas un mes (mayo 2024), se ha reabierto el Museo y Centro Cultural Esmeraldas que posiblemente tenga algunas de las piezas que se llevó Beppe a Italia. Las fotos de este artículo corresponden a dicho museo.

[2] Americanismo: Objeto de arcilla procedente de las culturas precolombinas.

[3] Se refiere a la provincia de Esmeraldas (Ecuador) donde se estableció la cultura de los Tumaco que se extienden a lo largo de la costa Pacífica del departamento de Nariño, hasta la región de la Tolita.

Créditos de las imágenes: Museo y Centro Cultural Esmeraldas, Museo y Centro Cultural Esmeraldas

JC del Río

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