Hoy vi un castillo, y… ¿quién dijo que las piedras no hablan? Las vetustas piedras de este castillo que vi me contaron una larga historia, llena de horas variadas que hoy son apenas tibio recuerdo.
Si supieseis… Siempre hemos imaginado los castillos como escenarios de luchas y contiendas, de guerra y muerte. Pero yo escuché también dulces cuentos de lánguidos atardeceres, de paz y serenidad bajo la luz de las estrellas, de cariño compartido, de anhelos y esperanzas tantas…
Hoy es difícil vivir en un castillo; hay en el hombre una timidez mal entendida que se transforma en chatura espiritual y pobreza de carácter, que le hace preferir las viviendas bajas e igualadas, que le hace temer los amplios templos, los espacios abiertos y la grandiosidad lanzada hacia el cielo de las torres enhiestas. Hay en el hombre un cansancio tal de mirar siempre hacia sus pies, de calcular siempre a la altura de sus ojos, que ya no tiene sensibilidad para volverse hacia las alturas… ni siquiera hacia las alturas de piedra de los viejos castillos.
Hoy es difícil ser caballero, es difícil ser dama, es difícil ser señor en general; tan difícil como saber ordenar con prudencia y obedecer con devoción. Los papeles de la vida están cambiados, y en medio de la enorme confusión, los castillos esperan silenciosos el retorno cíclico de la historia, para albergar nuevamente a sus dueños.
Como siempre, miramos hacia atrás con nostalgia, no solo por los tiempos pasados, no solo por la vida en los castillos, no solo por la investidura de los caballeros y las damas. Lo que buscamos con ansias es una vieja forma de pensar, de creer, de obrar; lo que nos emociona es un claro sentido del deber, una nobleza a prueba de dificultades, y una valentía capaz de luchar siempre de frente con los considerados enemigos. Anhelamos limpieza y verdad, y huimos un poco de las casas chatas, para soñar con las altas torres que nos hablan de vigilancia continua, de ojos abiertos en la noche, de sacrificio y orgullo. Extrañamos la sobriedad de la piedra y su dureza ante los embates del tiempo: queremos otra vez cosas sólidas y estables, castillos que no se derrumben ante el primer soplo de los vientos. Esperamos los nuevos caballeros, los de la nueva historia, revestidos de armaduras de honor y virtud; los soñamos aún mucho mejores que lo que fueron porque sabemos que de nada vale repetir los hechos, si con esa repetición no caminamos un paso adelante en la vida. Nos ponemos de rodillas ante esos callados templos de caballería que son los castillos, y ofrecemos el calor de nuestros sueños y de nuestras acciones, para volver a entibiar esos nidos, para que vuelvan a ellos los señores del mañana. Seguimos con la mirada la inexorabilidad de esas naves de piedra enclavadas en la tierra, para las que los siglos son apenas minutos, para las que alegrías y dolores son apenas circunstancias en el largo tiempo de la evolución. Y pedimos con todo el corazón poder viajar junto a estos castillos, penetrar el secreto del pasado, y lanzarnos raudos hacia delante con los remos de la noble acción.
“Dios, qué buen pueblo si hubiese buen señor…”
Créditos de las imágenes: Angel Luciano
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Belleza en estado puro esta síntesis de los castillos. Mas, nosotros somos hijos de los Tiempos o del Tiempo .Los Seres muy sensibles perciben en esas seculares paredes más dolor que felicidad de las pasadas épocas. Luego, las piedras poseen una vida en si mismas que la mayoría de las personas ignoran. Igual que la vida de las plantas. Ellas son criaturas de gran sensibilidad. Detectan el Amor que les brindamos. Y esto lo puedo decir, porque tenemos un Pomelero de unos 60 años. que ha estado muy atacado por pestes diversas, al punto que ha sobrevivido la mitad de lo que fue. Hace unos años, tratando de librarlo de su enfermedad, iba y le hablaba, a la vez que le pulverizaba sus zonas enfermas. Al llegar la Primavera se llenó de flores y luego de frutos. Cordiales saludos.