“Vuestros corazones saben, en silencio, los secretos de los días y de las noches”.
(Khalil Gibran)
El sentido heroico de la vida es un tema que se puede encarar de muchas maneras, y debe haber miles de libros escritos sobre este asunto, sobre el héroe, sobre los mitos heroicos. Hay muchas formas de enfocarlo, pero hoy lo haremos desde un punto de vista filosófico, pues cada uno dirige los asuntos cotidianos con lo que tiene a mano, y nosotros lo que tenemos es la filosofía; por tanto, vamos a hablar de este tema tan atemporal, desde el punto de vista filosófico.
Antes que nada quiero aclarar que la filosofía que enseñamos no es académica, ni pretende competir con la filosofía que enseñan en las universidades, con el bagaje inmenso de conocimientos que poseen y atesoran.
Pero desde el punto de vista antiguo, la filosofía es algo mucho más cercano, si se me permite la expresión. Es una filosofía que circula por la calle, es una filosofía ciudadana; ha sido pensada, desarrollada y fomentada, teniendo en cuenta al ser humano y sus necesidades. Es una filosofía que trata de ser práctica, de no quedar solamente a un nivel teórico, muchas veces inalcanzable para los que no tienen un coeficiente intelectual elevado; por el contrario, lo que se pretende es que sea una filosofía para todo el mundo. Una filosofía para el ser humano, para el ciudadano, que nos ayude a desarrollarnos, que nos ayude a convivir y a seguir avanzando en este largo camino que llamamos civilizatorio, o sea, que la civilización vaya siendo una realidad para los seres humanos.
Sócrates lo que quería realmente era saber, buscaba por encima de todas las cosas saber. Y para nosotros, esto es la filosofía, es la búsqueda del saber. Siempre solemos decir que el saber es algo muy difícil de conseguir, por eso no hablamos de “sophos”, que es el sabio, sino que hablamos de filósofos, o sea, buscadores de ese saber que enriquece al ser humano.
Como hemos dicho que lo importante para un filósofo es preguntarse, vamos a comenzar con una pregunta. Ya que hemos puesto como título el sentido heroico de la vida, nos vamos a preguntar, en primer lugar: “¿Qué es la vida?” También podríamos escribir muchos libros acerca de esta cuestión, pero no es necesario, porque la respuesta es muy sencilla: no lo sabemos. Nadie lo sabe, aunque se han escrito muchos libros sobre el tema: tratados científicos, filosóficos y de toda índole. Pero estos hablan de las características de la vida, y no exactamente de lo que es la vida.
A los filósofos no nos importa confesar nuestra ignorancia, no hay ningún problema. Es bueno para el ser humano reconocer aquello que no sabe. Y nosotros reconocemos que no sabemos qué es la vida, y no lo sabemos porque evidentemente no sabemos manejarla, nadie puede alargar la vida, nadie puede parar la vida, nadie puede hacer que retroceda la vida a etapas anteriores, nadie puede activar o despertar la vida. Incluso cuando, aparentemente, la vida se ha parado, como sucede en aquellos seres humanos que por desgracia entran en un estado de coma, la vida continúa, la persona sigue envejeciendo, sigue cumpliendo años y, finalmente, la vida se los lleva también. No se puede parar, no se puede detener. No podemos insuflar vida cuando desaparece de algún ser, de cualquier ser de la naturaleza.
Lo que tiene la vida son características. Una de ellas, tal vez la más principal, es el movimiento. La vida se mueve y en esto estamos todos de acuerdo: científicos, filósofos, místicos, poetas, los hombres de a pie, los hombres que ocupan cargos de responsabilidad en las universidades, en los estados. Todos estamos de acuerdo: la principal característica de la vida es el movimiento. Los filósofos de oriente y de occidente dicen que el movimiento de la vida se llama evolución y que ahí están implicados todos los seres, no solo los seres humanos, sino todos los seres que participan de la vida. Todo aquello que se mueve no solo está vivo, está en evolución, de manera irremediable.
¿Quién ha montado esto?, ¿quién ha montado la vida?, ¿quién ha montado la evolución? Volvemos a lo mismo, podríamos escribir miles de libros, pero la respuesta sigue siendo la misma: no lo sabemos. Nadie lo sabe. No sabemos quién ha montado la vida, quién ha montado la evolución.
En definitiva, que nos vamos a encontrar con que es un misterio. Y esto es algo que también tenemos que tener en cuenta. El misterio, nos guste o no, nos rodea, el misterio nos envuelve, y no podemos llegar a saberlo todo, aunque estudiáramos las veinticuatro horas del día de todos los días de nuestra vida. Todo, todo, no podríamos saberlo nunca, porque hay cosas que son misteriosas, hay cosas que no sabemos y que difícilmente vamos a llegar a saber.
Según el concepto filosófico, ese Principio creador, ordenador, modelador, inspirador de la vida, llamémoslo como queramos, ese Principio es algo que está al alcance de todos los seres humanos. Es un tema muy interesante, porque aunque la filosofía nos enseña que hay cosas muy difíciles de llegar a saber o que no podemos llegar a alcanzar, sí nos enseña que nos podemos ir acercando hacia ese saber, que de momento puede ser inalcanzable. Es muy posible que los seres humanos no puedan llegar a conocer qué es Dios, pero según como encaren su vida, pueden ir acercándose a ese Misterio, pueden ir acercándose a ese Origen, que, según todos los místicos, sabios y maestros, pensó y montó la vida.
Es cierto que otros dicen que ha sido cosa del azar, la suerte, el acaso… pero hay que tener mucha fe para creer en esa afirmación. La fe que les niegan a unos se la ponen a otros: al final todo es cuestión de fe. Pero si usamos la filosofía vamos a preguntarnos, vamos a indagar. Porque si usamos la ley de analogía, ahora tendremos que pensar y darnos cuenta que el ser humano está dentro de la vida, por lo tanto, el ser humano también se mueve, porque hemos dicho que la principal característica de la vida es el movimiento. De hecho, cuando queremos comprobar si algo está vivo o muerto, lo tocamos a ver si se mueve o no se mueve. Incluso en algunos hospitales, aún hoy en día a pesar de tanta tecnología como tienen, hacen la prueba del espejo y el aliento para saber si todavía hay movimiento o no hay movimiento en ese cuerpo, para certificar la defunción. Entonces, podemos deducir que el ser humano, que está dentro de la vida, también se mueve, también evoluciona.
La cuestión ahora sería: ¿hacia dónde se mueve el ser humano?, ¿hacia dónde se dirige? Los filósofos antiguos, y algunos modernos, tanto de oriente como de occidente, coinciden en que el ser humano, a través de la evolución de su vida, se va acercando a un estado que llaman heroico. O sea, nos dicen que alcanzar el estado heroico está dentro de la evolución de la vida y del movimiento natural de la persona.
Dicen que es algo que todos los seres humanos podemos alcanzar, ese estado de conciencia heroico, ese prototipo que todos hemos conocido como “el héroe”, que de alguna manera está muy metido en nuestra conciencia, en nuestra vida, a veces desde los primeros años de existencia. Cuando los de mi generación éramos pequeños, ¿a qué jugábamos? Pues los niños “a indios y vaqueros” o a espadachines, y las niñas jugaban a cuidar de alguien, porque eso está dentro del camino heroico, como más adelante veremos, o sea, cuidar de alguien, preocuparse, atenderlo y velar por él. Todo esto de manera natural aparece en la infancia. Por eso nos gusta escuchar los cuentos heroicos de dragones y princesas, donde los príncipes o caballeros van a rescatar a la dama cautiva, donde siempre está el malo, naturalmente, siempre está el lobo y caperucita roja. Son cuentos de siempre, que precisamente están reflejando ese prototipo del héroe que todos llevamos dentro de alguna manera.
Luego crecemos, pero esta atracción por lo heroico no la abandonamos. Ya en la adolescencia empezamos a ver películas o a leer novelas de aventuras; lo que cambia es el prototipo, ahora nos motivan otras cosas. En la adolescencia tenemos nuestros ídolos, que normalmente son los cantantes de moda, incluso a veces hasta nos vestimos como ellos. Esos héroes que están encima del escenario con letras que nos llegan al alma, tal vez la música nos guste menos, pero decimos: “Fíjate lo que dice.” O los actores y actrices del momento, que la gente los toma como sus héroes o sus heroínas.
Y va pasando el tiempo, y cuando ya no podemos practicar deporte, nuestros héroes son los deportistas que consiguen aquello que nosotros nunca pudimos. Si hay algún deportista que sobresale y mete un gol histórico, hay millones de seres humanos que dicen cuando hablan: “¿Recuerdas cuando metimos el gol?” Lo cierto es que lo metió una sola persona, pero todo el mundo hace suyos los éxitos de otros, porque tenemos ese sentido heroico grabado a fuego. Una sola persona pisó la superficie de la Luna, y dejó su huella para que saliera en la foto. Pero nosotros hemos hecho su hazaña nuestra y decimos: “Hemos ido a la Luna”. ¿Cómo que hemos ido a la Luna? Una persona fue a la Luna, bueno, fueron más, pero solo uno es el que la pisó.
La filosofía enseña que podemos acercarnos a ese estado heroico. ¿Cómo podemos hacerlo? Me vais a permitir que haga una breve y rápida indagación acerca de la naturaleza humana, desde el punto de vista filosófico, y desde el punto de vista de que estamos hechos a imagen y semejanza de las leyes que existen en la naturaleza.
Estos filósofos, que son nuestro referente, nos dirían que el ser humano está formado por una serie de vehículos de expresión. Por ejemplo, según ellos, tenemos el cuerpo físico en común con los minerales. Es evidente que un mineral no tiene forma humana, pero en el fondo, estamos compuestos con el mismo tipo de materia, el mismo tipo de átomos, el mismo tipo de moléculas.
Luego aparecerían los vegetales, con vitalidad y movimiento. También los seres humanos tenemos una parte en nosotros que reflejaría ese vehículo vital del movimiento, como digo, en común con los vegetales.
Tenemos emociones, pasiones, deseos, sentimientos, al igual que los animales. Ellos no poseen una gama tan perfeccionada como la del ser humano, pero a su nivel, pueden sentir, pueden querer, pueden odiar, pueden tener miedo, pueden ser valientes. Tienen todo un vehículo emocional que se está manifestando.
Y además de todo eso, nosotros tenemos una mente, que es la que nos permite estar hablando y escuchando. Es esta mente la que nos permite comunicarnos, nos permite entendernos.
Según los alquimistas, estos vehículos de expresión están relacionados con el elemento Tierra, el elemento Agua, el elemento Aire y el elemento Fuego, y la forma de ir alcanzando el estado heroico, es ir desarrollando y dominando esos cuatro vehículos, esos cuatro elementos.
Esto es lo que significa el viejo simbolismo de San Jorge y el Dragón, que recuerdo que es el patrón de la caballería. San Jorge simboliza al ser humano que ha podido vencer al dragón, que representa los cuatro elementos de los que estamos hablando. Por un lado la tierra, porque el dragón se arrastra, es un reptil; pero también puede nadar, por eso tiene una cola que le permite navegar entre las aguas. Ese dragón tiene alas, con lo cual tenemos también ahí representado el elemento aire, el dragón puede volar. Ya solo nos queda lo que todos estamos pensando: “Es un dragón que echa fuego por la boca”. Porque también el elemento fuego está ahí representado. San Jorge es el prototipo de aquel ser humano que es capaz de luchar, vencer y dominar al dragón, a esos cuatro elementos que forman parte de la personalidad de todo ser humano.
¿Cómo podríamos dominar nuestra personalidad? Brevemente, podemos tener alguna pista, ya que hemos dicho que la filosofía trata de ser práctica y no solo teórica. Cuando hablamos del cuerpo etero-físico, lo que nos acercaría a ese estado heroico sería el saber resistir. En el mundo físico la mayor fuerza está en la resistencia, pero no es una resistencia ciega, sino que hay que saber resistir. ¿Cómo podríamos interpretarlo? Tendríamos que aprender a no quejarnos, por lo menos no quejarnos de lo que no merece la pena. A veces, es una expresión natural el poder gritar de dolor, pero yo me refiero a no quejarnos cuando no es necesario quejarnos. No quejarse es sinónimo de aprender a vivir en silencio y esto es muy bueno para, no solo resistir, sino saber resistir. Hay que saber usar el silencio, hay que saber vivir dentro del silencio. Y, obviamente, tiene que ser una resistencia activa, no pasiva. La mejor forma de resistir es estar siempre buscando la solución necesaria y no estar pasivamente esperando a que pase algo que nos solucione el problema. Normalmente cuando estamos en situación pasiva, lo único que pasa es el tiempo.
Tenemos que saber resistir, sin quejarnos. Pensemos por un instante que cuando nos estamos quejando estamos llamando al infortunio. La mala suerte no sabe dónde ir, pero cuando ve a alguien que se queja dice: “Allí voy, porque éste me está llamando”. Si todos estuviéramos en silencio y nadie se quejara, cierto tipo de desgracia no sabría dónde acudir. Pero cuando alguien se queja mucho, está llamando a la derrota, está llamando al fracaso, está llamando a la impotencia.
Luego hablamos del elemento agua, el cuerpo vital, energético. Su mayor virtud es la acción porque puede moverse. Para dominar ese plano hay que saber actuar. ¿Qué sería saber actuar? Si volvemos la vista hacia los filósofos antiguos, vuelvo a insistir, de oriente y occidente, todos van a decir que saber actuar es actuar de acuerdo a la naturaleza y no en contra de la naturaleza; y no hablo ahora solo de la naturaleza física. Estoy hablando de la naturaleza en todos los ámbitos, porque también hay una naturaleza mental, una naturaleza emocional. Y esa naturaleza tiene sus leyes, por ejemplo: ayudar a quien lo necesita, y atañe a todo ser humano. Si no la cumplimos, o la cumplimos mal, o a medias, o quejándonos como decíamos antes, estamos yendo en contra de la ley natural para los seres humanos, y significa que no sabemos actuar.
Entonces, hay que actuar de acuerdo a la naturaleza intrínseca de las cosas, y en el caso de los seres humanos, sin esperar nada a cambio por aquello que estamos haciendo. No ayudamos a una viejecita a cruzar la calle para llamar la atención de la persona que queremos que se interese por nosotros. No debemos ni podemos hacerlo por eso. No podemos ayudar a los seres humanos por fachada, como se dice hoy en día, porque queremos quedar bien o dar una buena imagen de nosotros mismos, porque en el fondo no lo hacemos de corazón.
Como nos dirían los viejos filósofos, tenemos que saber actuar de acuerdo a la recta acción. Esto es lo más parecido que existe al verdadero voluntariado, o sea, cuando se pone en marcha la voluntad y la libertad, eso es voluntariado. Hay que hacer las cosas porque queremos y también porque nos cuestan algo, y ahí necesitamos de la voluntad. Esto es lo que más hace avanzar a los seres humanos en el camino heroico de la vida: aquellas cosas que hacemos libremente, porque queremos hacerlas, y aquellas cosas en las que ponemos la energía más pura que tiene un ser humano: su voluntad. El voluntariado es algo que fomentamos mucho en esta Escuela de Filosofía. Todo está hecho por voluntarios. Cuando se realiza un acto público, alguien se encarga de arreglar el salón donde se desarrolla, de limpiarlo, de disponer las sillas. Aquellos que dan clases en los diferentes sectores y ramas de la cultura, el arte y la filosofía lo hacen de manera voluntaria. Porque creemos que eso es algo que nos ayuda a transitar por el camino de la vida, porque está dentro de lo que estamos llamando “el sentido heroico de la vida”.
Cuando hablamos del elemento aire, y por tanto del vehículo emocional, nos referimos a que tenemos la capacidad de amar, de querer, y esa es la principal virtud o fuerza de este elemento. Pero filosóficamente se añade: saber querer. No querer cualquier cosa, ni querer de cualquier manera. Si queremos empezar a dominar nuestro mundo emocional, hay que saber querer. “¿Dónde voy a depositar yo mi amor que tanto vale? ¿Qué quiero en esta vida? ¿Qué quiero conseguir? ¿Adónde quiero llegar? ¿Cómo quiero llegar?” Porque a veces tenemos claro adonde queremos ir, pero el camino que conduce ahí puede ser que no nos guste. A mucha gente le gustaría ser médico, pero hay que estudiar seis o siete años, y existen las prácticas, oler la sangre, tocar los huesos, examinar los órganos internos. Puede que eso no le guste tanto. Y es muy importante saber querer a los seres humanos, quererlos como son, no quererlos a nuestra imagen y semejanza, que es lo que de manera consciente o inconsciente todos tratamos de hacer. Queremos que se comporten como nosotros suponemos que deberían comportarse. Queremos que hablen como a nosotros nos parece bien y nos gusta. Queremos que nuestro hijo estudie para dentista porque a nosotros nos duelen las muelas. Cuando queremos cambiar a los demás para acoplarlos a nuestros gustos, estamos pensando en nosotros, no estamos pensando en los demás. Eso no es saber querer.
Saber querer es fijarse en lo bueno que tienen los demás, en lo mejor que tienen los otros. Porque lo peor que tienen, es lo mismo que tenemos nosotros, por eso nos damos cuenta y por eso no nos gusta, porque vemos en los demás lo que no somos capaces de ver en nosotros mismos. Los defectos que vemos en los demás son los defectos que también hay dentro nuestro. Lo que hay que aprender es a mirar lo bueno, lo elevado de los demás seres humanos, que lo tienen y mucho. Y realmente eso sí es valioso. Porque lo bueno que tenemos cada ser humano nos lo hemos ganado, lo hemos tenido que merecer. Sí, ya sé que podemos pensar: “Yo he nacido con esto”. Es una posibilidad. Pero otra posibilidad, si hacemos caso a los filósofos de todos los tiempos, es que uno se lo ha ganado de alguna manera, ha tenido que trabajárselo en algún momento de su largo recorrido por la vida.
Nos faltaría ahora el vehículo mental, la parte de fuego. ¿Qué podemos hacer para dominar ese vehículo? ¿Dónde está su fuerza? Su fuerza está en saber; concretamente en querer saber.
El incrédulo, porque es aquel que no quiere saber. Cuando a alguien le contamos cualquier cosa, le decimos cualquier cosa, y nos responde: “No me lo creo”, lo que nos está diciendo es: “No quiero saber”. Es como si yo os dijera: “Detrás de estas cortinas hay una barca”. Si adoptáramos la postura de: “No me lo creo”, nunca lo sabríamos, porque en realidad no queremos saber. Porque podemos hacer algo muy sencillo y muy fácil; podemos avanzar hacia las cortinas, descorrerlas y nos daremos cuenta si hay una barca o no hay una barca. No es cuestión de creer o no creer, es cuestión de querer saber o no querer saber. La incredulidad es una postura que nos aleja del conocimiento.
El ignorante ¿quién es, según el Bhagavad Gîta? Es el que cree que ya sabe. Ese es el mayor ignorante de todos. Porque el que cree que sabe, ¿qué va a aprender si ya lo sabe todo? ¿qué vamos a enseñarle a aquel que ya sabe? Por eso nos gusta tanto Sócrates, porque no solo era el filósofo del pueblo, también era aquel que decía que él no sabía nada, que lo único que sabía es que no sabía. El oráculo de Delfos dijo, en un momento, que era el hombre más sabio de su tiempo. Y Sócrates exclamó al enterarse: “¿Yo? Pero si yo no sé nada”.
Como se puede observar, estamos relacionando saber y poder continuamente. Estamos relacionando la palabra saber con la palabra poder, porque para poder dominar esas partes que están dentro de cada ser humano hay que saber: saber resistir, saber actuar, saber querer y querer saber. El camino heroico está fundamentado en una dualidad interna y externa: saber y poder. Si no sabemos adentro, si interiormente el ser humano no va teniendo algunas certezas y no va adquiriendo algunas seguridades en su vida, no va a poder actuar por fuera. No va a poder manejar su vida, controlar sus circunstancias. De ahí que saber es poder, porque lo interno se refleja en lo externo. No es por casualidad, que el arma favorita utilizada por todos los Héroes de la antigüedad, es el hacha. El hacha de doble filo, que está grabada ya en las cuevas prehistóricas, en los viejos dólmenes, en los antiguos menhires, en piedras antiquísimas reverenciadas por los humanos. Esas hachas están simbolizando saber y poder. Un filo corta adentro, corta nuestra ignorancia, corta nuestras debilidades, elimina aquello que nos sobra y que nos impide ver las cosas como realmente son. Y el otro filo corta hacia fuera. Porque no hay ningún ser humano que quiera transitar por el camino heroico, y no quiera mejorar el mundo en el que vive. O sea, el mundo tiene que beneficiarse de que existan seres humanos que vayan avanzando, evolucionando, acercándose a ese estado heroico, como hemos explicado. El héroe no se queda escondido en su casita. El héroe está en el mundo, y aquello que sabe y puede, tiene que ser usado en beneficio de los demás seres humanos. El héroe de todos los tiempos, atemporal, el de siempre, tiene que accionar en el mundo, y tiene que saber accionar. No puede dejar el mundo igual de mal, igual de oscuro, igual de sucio que lo ha encontrado.
¿Cómo podemos saber que estamos en el camino heroico? Al principio, hemos dicho que ese es el movimiento natural de la vida para los seres humanos, que está dentro de la evolución y que, queramos o no, la vida es como si nos fuera acercando hacia ese estado heroico. La vida nos hace ir superando una serie de situaciones de las que hemos ido hablando. Aquello que nos pasa, nos sirve para ir superando debilidades, miedos, para ir consiguiendo control y dominio sobre los diferentes elementos que conforman a un ser humano.
¿Cómo podemos nosotros saber que estamos en el buen camino? El héroe tiene una visión diferente de la vida. Y si nosotros, poco a poco nos damos cuenta de que nos vamos acercando a esa visión de la vida, pues tal vez ese sea un buen síntoma de que estamos recorriendo el camino adecuado, el camino heroico. Lo que para nosotros son problemas en la vida, para aquellos que desarrollan ese estado heroico, son pruebas. ¿Para qué existen los problemas? “Pues para molestarnos, para amargarnos la vida, para que no seamos felices, para romper nuestros planes”. Pero para los que tienen una visión heroica de la vida, los obstáculos, las trabas, son pruebas, pruebas a superar. Esta es la gran diferencia: los problemas se resuelven, pero las pruebas se superan. Aquello que seamos capaces de superar, ya lo hemos dejado atrás. Posiblemente nunca más se presente porque ya está superado.
Entonces, esta visión de la vida nos acerca al estado heroico y nos hace entender que todo problema o toda prueba tiene una energía, y si uno es capaz de salir victorioso de ese “enfrentamiento” se va volviendo cada vez más poderoso y más sabio, porque la fuerza de la prueba que ha superado ahora forma parte de él.
También podríamos preguntarnos: ¿De qué sirve tratar de llevar un camino heroico en la vida? ¿Esto tiene algún beneficio? Parece ser que sí. Voy a usar enseñanzas de grandes filósofos.
Uno de los beneficios es la conciencia de inmortalidad. Parece ser que todo ser humano, si recorre determinado camino y de determinada manera (esto es importante), puede llegar a adquirir la conciencia de inmortalidad. Pero, ¿qué es eso? La conciencia de inmortalidad consistiría en tener conciencia de la unidad de todas las cosas, más allá de las barreras aparentes de la vida y de la muerte. Los héroes adquieren ese conocimiento y son capaces de traspasar esos límites. Esto lo vemos reflejado en un mito muy famoso de Oriente, en la epopeya de Gilgamesh, el hombre que buscaba la inmortalidad. Y también lo vamos a encontrar en el héroe más famoso de Occidente, en Heracles, en cómo a través de sus trabajos y de sus pruebas, Heracles -que tiene parte humana y parte divina, porque es hijo de un Dios y de una mortal- es admitido en el Olimpo, en la residencia de los Dioses, se convierte en inmortal.
Nos están hablando de adquirir determinada conciencia, nos están hablando de poder vencer al tiempo. Porque vencer la muerte es tener conciencia de la Vida Una; vida de un lado y vida del otro lado; vida antes, vida ahora, vida después. Tener conciencia de eso no solo es vencer la muerte, también es vencer al tiempo. ¿No es curioso que en la antigüedad representen casi igual a la muerte que al tiempo? La muerte es esa vieja con su guadaña, que tarde o temprano todo lo corta, todo se lo lleva. Y ¿no hace lo mismo el tiempo? El tiempo tarde o temprano todo se lo lleva, y también es representado como un viejo que se arrastra, que se mueve lenta pero inexorablemente. Pero los Héroes pueden vencer al tiempo.
Y otro de los beneficios que produce el tener esa conciencia heroica, es la Gloria. También ahora tenemos que hablar de algo que no sabemos muy bien lo que es, pues solo lo conocen aquellos que han alcanzado un estado glorioso. Pero sí podemos decir que la gloria no es la gracia. La gloria es algo que se conquista, es algo a lo que se puede llegar, es algo que está en ese camino heroico de la vida, pero no al principio, está más bien al final, cuando ya hemos avanzado un buen trecho por ese camino. Según nos dicen, la gloria se puede conquistar, y una vez conquistada, es una especie de éxtasis continuo. Es un estado de conciencia de que tenemos fuerzas e inteligencia para superar lo que la vida nos traiga. Y aún en medio de los grandes sufrimientos, aquellos que han sido capaces de conocer y de alcanzar la gloria, aunque sea por un breve instante, empiezan a despertar una serie de fuerzas en ellos, una serie de poderes, que ni siquiera sospechaban que tenían.
Estamos hablando de estados de conciencia difíciles de entender para nosotros, porque aún nos movemos seguramente en el terreno de los problemas y no de las pruebas. Todavía nos movemos en unos estados de conciencia tal vez un poco bajos, en relación a aquel ser humano que ha despertado su vocación heroica. Pero como referencia podemos tener esa conciencia de inmortalidad, esa conciencia de saber lo que es la gloria, y lo más importante: todos los seres humanos tienen la capacidad y el derecho de poder alcanzarla. Como decía el profesor Livraga: “Todo ser humano tiene derecho a un pedazo de pan, pero también todos tenemos derecho a un pedazo de gloria”. Con una diferencia muy importante, el pedazo de pan va a durar lo que tardemos en hacer la digestión. Sin embargo, ese pedazo de gloria, si lo alcanzamos, va a ser para siempre; nos acordaremos toda la vida, permanecerá grabado a fuego en nosotros, porque es un estado de conciencia tan elevado, que es propio de los héroes, de aquellos seres humanos con vocación heroica.
Ya sé que a veces nos han hecho creer que el ser humano solo tiene derecho al pedazo de pan. Y esto ha derramado mucha sangre en el pasado. Porque nos han hecho creer que nuestros derechos están enfocados principalmente al mundo material y que nosotros lo que nos merecemos es poseer cosas, tener cantidad de cosas, cuantas más mejor. Nos hemos creído aquello de: “tanto tienes, tanto vales”. Pero nos han engañado vilmente, y ahora empezamos a darnos cuenta. Cuando el pedazo de pan, los bienes materiales, están empezando a escasear desde hace ya unos años, nos estamos dando cuenta que nos han engañado. ¿Alguna vez nos han enseñado que cualquier ser humano puede ser mucho mejor de lo que es, puede ser mucho más fuerte de lo que es, puede ser mucho más bello de lo que es, más justo, más noble? No, nunca nos han instruido.
¿Nos han enseñado que cualquier ser humano puede llegar a ser un héroe en su vida? ¿Alguien nos lo ha enseñado? ¿No? Pues nos han engañado, porque esto es una realidad; de no serlo, de ninguna manera podríamos tener un instinto de eternidad como tenemos. Todos tenemos un instinto de eternidad, y por eso buscamos cosas cada vez mejores, y encontremos lo que encontremos, no acaba de satisfacernos, porque queremos más. Queremos algo que sea mejor, con más calidad, que responda a nuestras expectativas. Ese instinto es del alma, no es del cuerpo, y pertenece a una parte inmortal en nosotros que también tiene anhelos y nos empuja hacia arriba. Ese instinto es el que nos hace ser inconformistas. Y no es porque seamos caprichosos o nos cansemos de todo, no, es porque todo lo que encontramos se desgasta con el tiempo y no acaba de satisfacernos. Ese instinto lo que quiere es que rompamos nuestras barreras, que caminemos hacia nuestras limitaciones para, una vez allí frente a ellas, tratar de atravesarlas.
Todos tenemos ese anhelo interno de llegar a no se sabe dónde, lo más alto que podamos, lo más lejos que podamos. Es un instinto de eternidad. A todos nos gustaría encontrar algo que fuera limpio, puro, verdadero y que durara siempre, y que no se corrompiera. No sé si lo encontraremos, pero no vamos a poder evitar buscarlo, porque nuestra alma inmortal lo desea fervientemente. Por eso existe el prototipo heroico en la vida de los seres humanos. Por eso existen los grandes Sueños, porque lo heroico es una realidad, y yo creo que la vida no es tan cruel. Si nosotros somos capaces de tener ese tipo de Sueños, es porque somos capaces de alcanzarlos y la vida nos va a proporcionar las herramientas necesarias. Tenemos que saber pasar a la acción.
Aquellos viejos filósofos de oriente y occidente que nos enseñaron estas cosas, no nos han mentido. He querido mostraros la convicción que tenían estos antiguos filósofos de que la vida tiene un sentido, de que todo nos pasa por algo, pensaban que todo tiene un por qué y un para qué, y que el camino heroico es una realidad a nuestro alcance. No dependemos de nadie para transitar por ese camino. Y es algo que tiene que ser hecho voluntariamente, es decir, con voluntad y con libertad.
Créditos de las imágenes: Ben White, Sting, Andres Nassar, NASA
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