Una vez más llegamos al mes de diciembre, tan cargado de contenido psicológico porque nos lleva indefectiblemente al final de un año y al principio de otro.
Diciembre tiene algo de gozne de esquina en la vida, de meta temporal en que se desechan horas viejas para enfrentar unos días nuevos, a veces con esperanza, a veces con la dura sensación de que, a pesar del cambio de fecha, todo seguirá igual…
En general, el Tiempo impone respeto, tanto en quienes no se atreven a mirar hacia el futuro, como en quienes creen que basta con variar de año para que las cosas resulten mejores. El Tiempo encierra algo mágico y oscuro, enigmático, en sus entrañas, un poder ante el cual todos se rinden, una fuerza que no respeta a nadie y es la misma para todo el Universo.
El que es joven goza de esa magia abriendo la caja del Tiempo en búsqueda de los más grandes tesoros. Su confianza en el porvenir le hace amar la vida aunque sus experiencias sean a veces amargas: hay tiempo por delante y con tiempo todo puede modificarse.
El que ha sumado años sobre sí y solo tiene el recuerdo de la juventud, recibe el paso del Tiempo con el temor reverencial que se dedica a un mensajero indescifrable. ¿Será hoy, será mañana…? ¿Cuándo y cómo dejaré este mundo? ¿Qué secretos me reserva el Tiempo para el futuro?
¡Cuánta inteligencia hay en el símbolo de Cronos devorando a sus hijos! Cronos es el Tiempo que todo lo trae y todo lo lleva, es el que da la vida y da la muerte, es el que remueve cimientos mientras asienta otros, forja nueva glorias y oscurece el triunfo de pasados triunfos. Pero sin embargo, él, el Tiempo, perdura… Él es eterno a pesar de los cambios que introduce de la idas y venidas a que nos somete.
Si en verdad amamos la Vida –no la pequeña vida de las minucias cotidianas con su innegable encanto y su aburrida rutina– no podemos por menos que amar el Tiempo. La Una se expresa a través del Otro; el Tiempo se manifiesta a través de la Vida.
Recibamos entonces un año nuevo: es un poco más de Tiempo, de sabiduría, de experiencia, de desgaste y de dolor, de alegría y esperanza, de nostalgia y de ensueño de un pasado unido al futuro, es una forma de abrir las puertas a la eternidad caminando a su lado mientras vamos numerando sus pasos…
Créditos de las imágenes: Abilash S
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