Cádiz, ciudad de España con sus importantes astilleros, que en los años 70 del siglo XX llegaron a ser los terceros en importancia en el mundo, es como lo decía su antiguo escudo, «Tan vieja como cualquier otra».
De esa manera, y en los solares en los cuales se alzó –extraño humor el de los Dioses– la casa de un antiguo director del Museo Arqueológico de Cádiz, en la calle Ruiz de Alda, donde se realizaban trabajos de cimentación para un gran edificio de viviendas, a las ocho de la mañana del 29 de septiembre de 1980, una poderosa máquina excavadora tropezó con un gran bloque de mármol que hizo detener su trabajo. Avisado el personal del museo local, un grupo de arqueólogos constató que se trataba de un gran sarcófago antropomorfo, desgraciadamente roto y arañado por las piezas metálicas de la excavadora. Su tapa había sido desplazada cerca de un metro. Pero los daños eran más espectaculares que reales y pronto se vio que se podría rescatar el todo y proceder a su investigación y futura restauración.
La pieza, rodeada de poderosos sillares de piedra, representaba a una dama, posiblemente una sacerdotisa de Istar del siglo V a.C. Guarda relación, en sus formas generales, con el muy famoso sarcófago masculino que en el siglo XIX se encontró en Punta Vaca y que se expone en el citado museo desde hace decenios, y que representa a un sacerdote barbado, con una manzana –el viejo símbolo del Jardín de las Hespérides– en una mano, sobre su pecho. La hallada ahora es de factura más pulimentada y conserva evidentes policromías en la representación del cabello y en su mano, en la que, puesta de manera similar a la del sacerdote, se distingue una redoma o un ungüentario de clara influencia egipcia, a la manera de un «alabastrón».
La constatación de policromías hizo que se cubriera rápidamente con tierra y un plástico negro para evitar que el sol le afectase.
El descubrimiento, además de correr a través de los teletipos de las agencias de información del mundo entero, conmovió a la propia ciudad de Cádiz, y una multitud de curiosos se reunió para observar los trabajos, bajo la protección de fuerzas policiales y de la Guardia Civil. Debemos recordar que solo se conoce la existencia de diez sarcófagos fenicios en todo el mundo, de ellos solo tres de mujer, conservados en los museos del Louvre, Beirut y Cartago. El hecho de que el Museo de Cádiz posea hoy dos es realmente excepcional.
El sarcófago se encontró a solo dos metros y medio de profundidad, y recogidos los trozos, se trasladó al laboratorio. En el terreno prosiguen excavaciones por si hubiese algún objeto o construcción asociada con el sarcófago, el que por sus características de perfección, es indudable que perteneció a una dama de templo o sacerdotisa muy importante, muerta entre los 25 y 40 años de edad.
El director del Museo de Cádiz, Dr. Ramón Corzo, al poco tiempo dio una conferencia pública en la sede de Nueva Acrópolis, en la calle Ancha de Cádiz.
Esta deferencia fue agradecida con la visita del Director Internacional de Nueva Acrópolis, abajo firmante, a las instalaciones del Museo de Cádiz, donde pudo admirar detenidamente la pieza, ya restaurada y limpiada por el grupo arqueológico local.
He podido comprobar personalmente la extraordinaria factura del sarcófago de la Dama de Cádiz. Su rostro emana gran belleza y serenidad, estando fuertemente influenciado su estilo por los cánones griegos, cosa que en el sarcófago del sacerdote no ocurre. El Dr. Ramón Corzo deduce de ello que este sarcófago femenino es más viejo. El autor no comparte esa idea, pues piensa que el sarcófago barbado y con la representación cordial de la «manzana de las Hespérides» reproduce formas propias de Sidón y es probablemente anterior al siglo V a.C.
Ambos sarcófagos están confeccionados, según los expertos, en mármol extraído de Alicante y la factura es propia de un desaparecido taller de la misma Cádiz, que habría sido, en época helenística, el más importante de Occidente en cuanto a la fabricación de estas cajas mortuorias en piedra.
El sarcófago conserva una fuerte coloración rojiza (funeraria) en la parte que corresponde a los cabellos, y trazas de pintura descubiertas con rayos ultravioletas en distintas partes del rostro, como ser párpados y pupilas y también en la redoma. En su interior se halló un esqueleto que se identificó como de mujer de la edad mencionada. Estaba intacto, pero el golpe de la excavadora dañó gravemente el cráneo y los huesos del hombro izquierdo.
El conjunto de mármol pesa más de 2000 kilos, mide 220 centímetros de largo por 82 de ancho. La altura de la caja es de 42 centímetros y la cabeza tallada en la tapa se alza otros 38. Dentro, se hallaron una diadema de laminillas de cobre para sujetar los cabellos, un colgante de hueso pequeño y cuatro clavos de bronce con los que se habría clavado una suerte de funda, a manera de cubrezapatos, para los pies. Cabe la posibilidad, dado el hallazgo de otros clavos, que también la cabeza estuviese protegida por una caja de madera. Se hallaron asimismo restos de tejido pigmentado en rojo. También, por un rebaje en la parte interior del mármol, se deduce que el cadáver fue sepultado con un grueso capuchón de tela que le cubría hasta la cintura y con un sudario general.
Tuve en mis manos la réplica del escarabajo que portaba la Dama de Cádiz en su cuello, hoy en estudio, pues se supone era su sello personal. Es de estilo, si no de proveniencia directa, egipcio. De jaspe verde, en su sello se ve una persona de rodillas, en adoración a la manera egipcia. Se encontraron otros dos colgantes muy similares representando grifones a la manera arcaica griega.
Como puede apreciarse en la fotografía, la Dama de Cádiz tiene un rostro enigmático y bello, iluminado por una sonrisa arcaica. Quedará expuesto junto al otro sarcófago hallado hace un siglo en una misma sala del Museo de Cádiz, para lo cual se efectuarán importantes reparaciones en la primitiva cámara de exposición de la caja del sacerdote, que imitaba una forma de cámara sepulcral.
La vieja ciudad, cuya fundación atribuye la tradición a Hércules, según figura en su actual escudo, se enorgullece ahora con este maravilloso hallazgo arqueológico rápidamente mostrado al mundo por el dinámico director de su museo. Es una satisfacción para Nueva Acrópolis el haber colaborado en la popularización de este descubrimiento y, a través de este artículo presentarlo a los lectores de nuestra revista en el Perú. Estamos seguros de que sabrán apreciar la buena voluntad que se esfuerza en destacar todo lo bello y lo bueno, puesta nuestra esperanza en un mundo no solo nuevo sino mejor.
Créditos de las imágenes: Ángel M. Felicísimo
Acceso a revistas digitales de descarga gratuita, promocionadas por la Organización Nueva Acrópolis en Costa…
Una de las reflexiones que podemos hacernos es de si sirve de algo la Filosofía…
Una vez más llegamos al mes de diciembre, tan cargado de contenido psicológico porque nos…
A veces, cuando uno profundiza en la Historia, parece como si hubiese un gran director…
Un día, un hombre analfabeto se acercó al Mulá Nasrudín con una carta que había…
El simbolismo de la llave es doble por su papel de apertura y de cierre.…
Ver comentarios
Excelente artículo, riguroso y preciso. En él se respira un amor a la antigüedad y al sentido transcendente de sus obras de arte que es asombroso. Como también es asombroso que el sarcófago que habría de madera (a juzgar por los clavos) fue simplemente "vaporizado" con los miles de años. En la Edad Media, cuando en los escenarios de batalla ya olvidados, encontraban puntas de flecha o de lanza en piedra, sin el asta de madera, creían que eran las puntas en que descendían los rayos cuando golpeaban la tierra. Simplemente porque la madera había desaparecido totalmente. Es pavoroso, y sin embargo lógico, dados los ciclos de la Historia, que vamos a pasar de nuevo por esos túneles oscuros llamados Edades Media, o peor, de Piedra. Ya hay millones de personas que se esfuerzan en convencerse que la Tierra es aún plana y que la biblio fue escrita directamente por Dios y es cierta en su totalidad y al pie de la letra.