El pensamiento actual, fuertemente influenciado por el materialismo, se inclina frecuentemente a un constante juego de contradicciones. Pero de la antigua fórmula de «tesis-antítesis-síntesis», en donde el último término englobaba lo mejor de los dos anteriores de la forma más ecléctica posible, se ha pasado a una irreductibilidad conceptual en donde el proceso queda a medias y el análisis ha reemplazado a la síntesis.
Así, el Hombre ha sido olvidado, sepultado por los intereses de partidos y clases, más o menos subjetivas e inconcretas. Una moderna mitología, plagada de fantasmas y paraísos, ha reemplazado en la mente del joven los senderos del recto pensar, recto actuar y recto obtener.
Todas las cosas parecen estar en constante contradicción; pero no la contradicción constructiva que lleva a la armonía por la oposición, sino la destructiva que excluye y pulveriza lo más débil y menos numeroso, sea o no lo más benéfico y necesario. La juventud, mediante una propaganda constante, ha sido forzada a pensar así; nadie le enseñó otra cosa. Angustia y progreso se le hacen hermanos, y la violencia salvaje, el único camino para cambiar el mundo. Sí, para «cambiar», pues de mejorar ya poco se habla. Se ha identificado «cambio» con «progreso», y «desarrollo» con «plenitud».
Así, el proceso queda a medias, eternamente sumido en un devenir que no llega a ninguna parte. Es que no puede llegarse a lugar seguro alguno cuando se excluyen términos necesarios de conjugación, de plasmación, de plenitud.
Por lo general, el idealista desprecia la candidez. Su eterno galopar, su marchar incesante sin mirar el camino ya no es un medio, sino un fin en sí. Y con pena y sin gloria nos precipitamos todos hacia un futuro incierto, quedándonos sin pasado y sin alcanzar a vivir el presente. La fugacidad y la inestabilidad lo han reemplazado todo. Las ideas candorosas, nobles, bondadosas, la ingénita ternura de los primeros pasos, se contemplan como mojones superados, y la hiperactividad estéril barre con todo sentimiento altruista, y en nombre del «ideal» se deja de ser idealista.
La lucha cruel y cotidiana por la supervivencia ha embotado los sentidos del alma. Nos hemos olvidado de sonreír, de vivir, de gozar de la vida. La ingenuidad ha sido machacada bajo las pezuñas de la manada enloquecida que corre y corre, sin saber ni sentir otras cosas que el trueno de sus propios pasos.
Debemos ser idealistas, sí, pero también debemos continuar siendo ingenuos, por lo menos en cierta medida. Los prejuicios y los resentimientos no deben secar nuestros corazones. La espiritualidad que propone Nueva Acrópolis es una espiritualidad de lucha, pero también lo es de bondad y de paz. De manos enlazadas. De hombros juntos.
Nosotros no hemos aparecido en el horizonte de la Historia tan solo para cambiar el mundo; hemos venido, fundamentalmente, a mejorarlo.
Créditos de las imágenes: Blue
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Las palabras del querido Livraga suenan como una bella canción en los oídos de los idealistas. Agradecido a todos por compartir este contenido aquí, que és un bueno canal de comunicacíon e ayuda a mantener nuestro fuego vivo e fuerte.
La mayoria de nosotros hemos cambiado el mundo sin quererlo con nuestros actos la mayoria de veces egoistas, inescrupulosos, llenos de envidia, de lujuria, pero lo hemos cambiado de forma negativa ahora el mundo es peor que en el pasado, incluso en los niños se nota sesgos de maldad intrinseca. Es de hora de cambiar el mundo para que sea mejor cada dia realizando actos altruistas, en beneficio de la humanidad, que importa hacer el bien sin mirar a quien, no haciendo a otro lo que no quisieramos que se haga con nosotros o en sentido contrario vivir haciendo el bien que nosotros quisieramos tambien recibir de vuelta por la ley de accion-reacciòn o ley de karma.....
Maravilloso artículo, como siempre de uno de los filósofos más grandes de la segunda mitad del siglo XX, el profesor Jorge Ángel Livraga.
La afirmación
"la hiperactividad estéril barre con todo sentimiento altruista, y en nombre del «ideal» se deja de ser idealista" es asombrosa y exacta. Recuerda a lo que enseñaba Nilakantha Sri Ram, que cuando el embanderado de la Verdad corre demasiado al frente de Ella, en loca cabalgada, Ésta retrocede. Armonía por oposición, o sea, hallar la medida cierta, bella y dinámica de todo.