Ciencia

Sobre los ovnis

En el idioma en que escribo se les llama OVNIS –objetos voladores no identificados–, en inglés UFO, en francés MOC. No sabemos de qué se trata, pero millones de personas hablan y escriben sobre ello y existen asociaciones privadas y departamentos especiales de diferentes Fuerzas Aéreas que se dedican, con mayor o menor actividad, a este inquietante y a la vez paradójico tema.

Como aparte de nuestra propia inquietud, solemos tener que enfrentarnos a la de los otros, he considerado prudente dar una pauta que pueda guiar las respuestas sin faltar a la verdad y respetando, a la vez, la información disponible y nuestro espíritu filosófico de tendencia hacia la verdad.

Desafortunadamente, el tema no ha sido encarado con ecuanimidad ni verdadero espíritu de investigación. Desde la popularización de los fenómenos, en la década de los años 50, se destacaron los detractores a ultranza y los defensores fanáticos, algunos de ellos haciendo verdaderas sectas con concomitancias religiosas y fantásticas versiones sobre la función que estos objetos tendrían en relación con Cristo, Buda o la Jerarquía Blanca o Negra. No faltaron los que afirmaron que eran armas secretas del Tercer Reich, almacenadas en la Antártida o en cualquier otro lugar remoto y difícilmente accesible. Primó, finalmente, la opinión de que se trata de naves extraplanetarias, objetos mecánicos al fin, tripulados por humanoides de terroríficos poderes psicológicos o de una avanzadísima tecnología que, como los ángeles del Apocalipsis, nos vienen a advertir que estamos en el mal camino.

A pesar de tales y tantas inquietudes populares y también científicas, en el momento en que escribo no se ha publicado nada firme sobre los ovnis y no tenemos pruebas seguras de su existencia, como podemos tenerlas de los mamuts, cuyos huesos reposan en museos de ciencias naturales, o de los microbios, visibles, detectables y caracterizados bajo una observación que está a disposición de cualquier interesado. Sé que hay miles de relatos… pero los relatos no terminan de probar la existencia de los ovnis, así como los relatos de los místicos no acaban de probar la existencia de las apariciones de los santos, y la de los espiritistas no acaban de disipar todas las dudas sobre la capacidad de los muertos de seguir viviendo y comunicarse a través de un “médium” con los seres vivos. Lo que nosotros, personalmente, opinemos de estos temas no viene al caso, si es que queremos poder dar una información en el mejor sentido de lo que esto representa, y que a la vez pueda ser entendida por las gentes y dé un poco de claridad y sana información a su pensamiento.

Si bien es cierto que muy antiguos libros citan apariciones en el cielo, el tomar a todas ellas por platillos volantes, o sea, por máquinas espaciales, es una arbitrariedad. Debemos recordar que cada momento histórico tiene su alienación –incluso el nuestro– y que estas alienaciones deforman las observaciones suponiéndolas como ciertas e indudables. Así como en nuestro siglo cualquier trazo luminoso en el cielo se interpreta a priori como proveniente de un aparato volador humano o extrahumano, en otras épocas de la Historia, el mismo fenómeno habría disparado una ola de comentarios referentes al carro de algún dios, a la aureola de una virgen o al alma errante de un pecador. Si en una época tan científica como la nuestra se ha llegado a retocar la fotografía del sarcófago de Palenque y, en contra del sentido de las inscripciones, presentarlo en su visión lateral para que coincida más o menos con un tipo de motocicleta espacial en manos de un prehistórico astronauta… ¿qué no habrán hecho nuestros antepasados en beneficio de sus respectivas creencias?

Los pilotos de la Segunda Guerra Mundial registraron algunas apariciones de objetos voladores de comportamiento diferente y superior al de un avión, pero dada también la alienación del momento, se atribuyeron estas visiones a fugaces registros de armas secretas del adversario. De hecho, sabemos que los alemanes, en una de sus bases ultrasecretas, experimentaron con un tipo de avión de forma lenticular, cosa que preocupó a los británicos al extremo de que, en 1943, se crea un departamento confidencial para investigar las posibles peligros que podrían esconderse bajo esas extrañas características.

En los años de la “guerra fría” que siguieron al final de la Segunda Guerra Mundial, la idea de que se trataba de armas secretas de los nuevos adversarios movilizó a la CIA y a la KGB.

La preocupación por lanzar un tipo de máquina en forma de plato volador perduró algunos años, tal vez basados sus diseños en aquellos que pudieron caer en manos de los aliados, como en otro orden de cosas, la V. 3 de Von Braun se convertiría en el Apolo 11 que llevó a dos hombres a pisar la Luna. Así se diseñaron numerosos platillos volantes y algunos llegaron a realizarse, aunque con resultados desalentadores. Lo único que queda de esa época es una forma de helicóptero portátil de los EE.UU., el Westland Wisp, de dos rotores, manejado por control remoto y que lleva una máquina de televisión para funciones de espionaje a baja altura y se transporta al campo de batalla en un simple jeep. Si hay otros engendros parecidos en uso, no lo sabemos. Esto no debe sorprendernos pues los que citamos fueron durante mucho tiempo proyectos secretísimos a los que no cabía acceso alguno.

Otro enfoque que debe preocuparnos es el de los fenómenos ópticos, los que tomados por personas desprevenidas pueden asumir aspectos inquietantes. En el dibujo adjunto reproducimos dos casos bastantes comunes de “falsos ovnis”. Citemos las auroras boreales, los meteoritos tangenciales a la atmósfera terrestre, ciertas nubes llamadas altocúmulos lenticulares que llegan a engañar a pilotos expertos, los cirros o tenues nubecillas de hielo que flotan entre los 6.000 y los 10.000 m de altura, el fenómeno eléctrico llamado “fuego de San Telmo”, las nubes nocturnas llamadas “noctilucentes” por estar a unos 85.000 m de altura y recibir la luz del Sol mucho después de haberse hecho noche en la superficie de la Tierra, el “parhelio” o fenómeno por el cual el Sol se refleja en nubes de hielo lejanas y se ve reproducido a manera de disco.

La radio y el radar tampoco escapan a engaños; se han comprobado espectaculares recepciones de emisiones de onda ultracorta y de televisión a distancia, que en verdad son espejismos que reproducen, multiplican y deforman las emisiones reales. Ha habido pantallas de radar que captaron formas que aparentemente se desplazaban a velocidades increíbles y que, afortunadamente comprobadas, resultaron ser sólo emisiones-reflejo de una emisora lejana en especiales condiciones atmosféricas. Las estaciones meteorológicas, con sus globos-sonda y sus nubes de bario han sido identificadas como creadoras de muchísimos llamados alarmantes sobre platillos voladores.

También citaremos a los que, por espíritu de broma o comercial se aprovechan de la credulidad humana. Un hombre causó un caos circulatorio en Londres al atar una cometa fosforescente a un árbol de Hyde Park. Yo mismo me he divertido mucho cuando en compañía de mi médico, hacíamos revolotear un rayo láser sobre las copas de unos árboles, en Mallorca, ante la vista espantada de algunos extranjeros que habían abusado del consumo del alcohol y que quién sabe qué novelas se llevaron a sus tierras. Conocí a una persona que, habiéndosele acabado el dinero en Argentina, recurría a sacar fotos de un plato de mesa golpeando una sábana colgada, lo que daba efectos especiales por los pliegues del tejido; las más afortunadas las logró vender a una prestigiosa revista europea, la que reprodujo las figuras con gran cantidad de “mostaza” periodística. Algunas de esas fotos están dando la vuelta al mundo desde hace dos décadas. También los hay muy imaginativos y amantes de las cosas “raras y ocultas”, que de cualquier experiencia no analizada debidamente o de una narración de un amigo, o simplemente de sus propias creencias y necesidades de aparentar ante sus congéneres, se fabrican una pequeña novela de ciencia ficción. El éxito que tuvo en el último año la película de cinematógrafo “El extraterrestre”, a pesar de sus carencias técnicas y su argumento infantil, demuestra que la humanidad, al ver fracasados sus sueños sociopolíticos y acuciada por la crisis económica, busca el escapismo de esperar la solución desde fuera y remitiendo al futuro (los niños) la salvación de lo poco válido que nos queda.

Si hemos de creer en las estadísticas, cosa tampoco absolutamente segura, la inmensa mayoría de las observaciones y contactos con platillos volantes y todo género de ovnis, se debe a simples errores humanos y al deseo subconsciente de vivir una aventura que pueda ser publicada… Pero hay un margen, que si bien pequeño (del 25 al 5 por ciento) no es despreciable, de casos a los cuales no se les encontró explicación. Obviamente, entre esos estarán las fotos de platos de cocina que cité y muchos más, pero dado que las estadísticas se hicieron sobre unas 70.000 personas o casos, el que tan sólo un 1 por ciento fuera inexplicado ya es motivo para aceptar la posibilidad de la real existencia de los ovnis, sean máquinas terrestres, extraterrestres, macrobios del espacio o lo que fuere.

Un enigma más para nuestra ya abultada ignorancia.

De allí que recomiendo a todos tocar este tema con mucha prudencia, requiriendo pruebas materiales a aquellos que dicen que los ovnis son máquinas, pero recordando siempre que en este tema lo ignoramos prácticamente todo y que los simples relatos y fotografías no bastan para dar una garantía segura de nada. Que hay que saber tener paciencia y esperar a que se compilen datos más precisos, o que un ovni se exhiba en un museo tal como se muestran hoy las piedras traídas de la Luna. Pero una posición de negativa sistemática no es constructiva tampoco, pues si ignoramos la existencia de algo, también ignoramos su inexistencia. Usemos lo que nos enseñó la filosofía y no nos comportemos como gentes presionadas por sus pasiones o sus vanidades.

Tal vez alguien quiera saber si en las enseñanzas tradicionales se mencionan los ovnis. No en las que nosotros conocemos, bien porque no existen, bien porque no les dan importancia… a pesar de que, según la Doctrina Secreta, todos somos de alguna manera “extraterrestres”… Pero no se habla de máquinas interplanetarias sino de traslaciones espirituales. Lo demás… lo desvelará el futuro… si lo desvela. De cualquier manera, tenemos los terrestres problemas tan terribles sobre nuestras cabezas y corre la humanidad peligro tan grande, que el tema de los ovnis no pasa de ser una curiosidad científica más.

 

Créditos de las imágenes: BBVA OpenMind

JC del Río

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