Desde la más remota antigüedad, la vaca se asocia simbólicamente a la tierra como materia primordial, como madre fecunda y nutricia. Es el símbolo de la fuerza generatriz pasiva de la Naturaleza. De ahí que en la India se la trate con tanta veneración. También en la India védica, la vaca lechera abigarrada es la imagen del andrógino primordial. Vach es el Adán varón y hembra del primer capítulo del Génesis. Su culto, que ocupa un lugar importante en la religión popular, se menciona en el Ahtarva Veda, donde se cita a la “Vaca de la abundancia (Kama-dhenu), como uno de los nombres de Sarasvati, la esposa de Brahma, diosa y Madre de la Sabiduría y la Elocuencia. Vach es llamada también la “Vaca melodiosa” y es entonces la personificación mística del lenguaje, mediante el cual el conocimiento fue enseñado al hombre. El primer epíteto deriva de la idea de la función de sustentar al mundo, ya que su leche es el polvo de las galaxias y el segundo se refiere a la creación del mundo por el sonido.
En China, la expresión huan-p’in (vaca negra) utilizada en el Tao te King, significa “la hembra misteriosa, el principio femenino, origen del cielo y la tierra”. Y en el “I-Ching”, el Libro de las Mutaciones, la vaca corresponde al trigrama k’un, que simboliza lo receptivo, la Tierra y la Madre.
Entre los germanos, la vaca nutricia Audumla es la primera compañera del gigante Ymir. Ella es la nube hinchada de lluvia fertilizadora que cae sobre la tierra para hacer que todo fructifique.
Entre los sumerios la vaca está asociada a la Luna, al cuerno, a la abundancia. La noche estrellada está dominada por el Toro poderoso cuya vaca fecunda es la Luna llena, y cuyo rebaño de estrellas es la Vía Láctea.
En Egipto, el amuleto ahat representaba la cabeza de una vaca sagrada llevando el disco solar entre sus cuernos y era utilizado para dar calor a los cuerpos momificados. Esta costumbre venía de la creencia según la cual, cuando el sol Ra se ocultó por primera vez en el horizonte, la diosa Hator envió a seres de fuego para socorrerle hasta el amanecer, a fin de que no perdiese su calor.
La figura de Hathor en el panteón egipcio es una divinidad cósmica que resume todos estos diferentes aspectos simbólicos de la vaca. Es la fertilidad, la riqueza, la renovación, la Gran Madre, sustancia primordial y generadora de todo lo creado en definitiva. Hathor es el “Oro de los Dioses”, lo que los griegos luego definieron como la “Afrodita de Oro”.
Créditos de las imágenes: Ernesto Velázquez
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