En la antigüedad, el rubí se consideraba el emblema de la fortuna. Según Portal, “Si cambiaba de color era un presagio siniestro, pero volvía a tomar su color purpúreo cuando la desgracia había pasado; desterraba la tristeza y reprimía la lujuria; resistía al veneno, prevenía la peste y apartaba los malos pensamientos”.
Tradicionalmente se cree que, además de proteger contra venenos y pestes, el rubí es excelente para el corazón, el cerebro y el vigor, y también es bueno para la memoria y la alegría de vivir.
En su relación con planetas y metales, se asocia a Marte y al hierro. Es bien sabido que piedras y metales obtienen un “temperamento” de los astros que los determinan, lo que permite a los entendidos la fabricación de talismanes y medicamentos. Decía Paracelso que la labor del médico consiste en descubrir los minerales portadores de las cualidades opuestas al mal que se trata de curar. Existen también, según el famoso alquimista, agentes exteriores que pueden producir alteraciones en las piedras; por ejemplo, la imaginación humana puede quebrantarlas o disminuir su hermosura y resplandor.
Por ser una piedra de sangre, fue utilizada homeopáticamente para la preparación de medicamentos antihemorrágicos. La tradición popular rusa mantiene que el rubí clarifica y vigoriza la sangre, por lo que la consideran la piedra de los enamorados.
Según el obispo Marbodio, es el ojo único y llameante que lucen en medio de la frente los dragones, víboras y tarascas. Se le llama entonces carbúnculo y supera las piedras más ardientes, lanzando rayos como un carbón encendido, cuya luz no logran apagar del todo las tinieblas.
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Super interesante y entretenido