He aquí una extraña figura, cuyos relatos se hunden tan profundamente dentro de los límites legendarios, que es muy difícil poder representarla con claridad. Pero San Jorge, indiscutiblemente, fue un símbolo de tanta importancia, que en diferentes épocas se le ha presentado como estandarte de la Caballería, del Honor y del Sacrificio.
Los datos más conocidos nos hablan de Jorge, príncipe de Capadocia, que actuó como guerrero bajo las órdenes del emperador Diocleciano. Murió en el año 303 d.C. aproximadamente, y desde entonces se le recordó en su notable santidad cristiana. Sin embargo, hay un hecho, mítico o no, que le ha conservado fresco en el recuerdo de todos los tiempos, y es la muerte del Dragón. Numerosas versiones, algunas más antiguas más antiguas que otras, nos relatan que San Jorge liberó a una princesa del ataque de un dragón, y de allí surgió su fama como caballero invencible, y de allí que fuera venerado como Patrón de los Caballeros.
Y es aquí donde el mito viene en apoyo de nuestras búsquedas, y nos ayuda a reconocer a este héroe y santo al que nos referimos. Simbólicamente, tanto en el medioevo como en épocas anteriores, el Dragón es la imagen de la materia, del mal, de las fuerzas oscuras que acechan y están dispuestas a destruirlo todo con el fuego de las pasiones desatadas. La Princesa, por el contrario, es el símbolo del alma, de la pureza, de aquella santidad que se recoge en el interior de los castillos, tan solo para asomar su precioso rostro tras una ventana, o tan solo para mostrar su sufrimiento cuando está encerrada por los rigores del Dragón material.
La batalla de San Jorge contra el Dragón es la batalla típica del Caballero, que sabe que toda guerra, todo esfuerzo y toda victoria, nacen y terminan en el propio ser interior. Liberar a la doncella del Dragón, es liberar al alma de sus ataduras, y tal es el caso de San Jorge, que muere martirizado, liberando su alma por el martirio de su “dragón” carnal…
La batalla entre la Tierra y el Cielo, entre el Dragón y la Princesa, solo puede llevarla a cabo el ser humano, el Hombre Superior, que vence a uno y libera al otro. En realidad, Dragón y Princesa nunca se encuentran entre sí: ellos solo se encuentran dentro del Hombre que está en guerra, y que será juez y parte en el conflicto.
Este mito, este símbolo, son prácticamente universales. Y San Jorge tiene adeptos en sitios tan alejados como Inglaterra, Cataluña, Venecia, Portugal, Rusia, Grecia… En las historias de todos estos países hubo siempre una coraza brillante que detuvo el avance del mal, devolviendo al alma principesca a su trono de virtudes.
En abril, por San Jorge, también hoy seguimos dispuestos a dar muerte a los Dragones, que los Caballeros todavía existen y no desparecerán de la faz de la tierra, mientras haya un solo hombre capaz de defender el Bien, la Fe, la Belleza y la Justicia.
Créditos de las imágenes: Marie Bellando-Mitjans
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Que bonita reflexión. Definitivamente, la guerra del ser humano no cesa y es una lucha constante de cada día.
Nueva Acrópolis siempre nos lleva a reflexiones profundas. Esa es la gran diferencia de las publicaciones generales que se limitan a la narración sin alma, sin reflexión.
Gracias Nueva Acrópolis
Gracias Sra. Delia. gracias Esfinge